Los sordos y ciegos también son sanados por Dios
Una historia que merece ser contada, a pesar de la incredulidad de muchos. Un grupo de misioneros fueron a un pueblito de la sierra peruana para hablar a los campesinos de Dios. Después de muchos meses de preparación en la fe, en la doctrina, en la Sagrada Escritura, en la apertura para escuchar a los pobres, etc, partieron contentos en busca de los preferidos de Dios, que son los pobres. Una mañana les tocó visitar a una señora joven que había nacido sorda y muda. Ella fue violada por dos varones, y fruto de esa violación, nacieron dos criaturas. Vive con su Padre y juntos trabajan en la chacra. Cuando los misioneros se encontraron con esta señora que le pondremos de nombre “Amalia”, le invitaron con gestos a entregar su vida a Jesús, al Padre igual. Le invitaron para que se acerquen más a Dios, como lo hizo la Virgen y los santos. Oraron por ella, el sacerdote que les acompañaba le dio los santos óleos y al final sucedió lo que estás pensando: SÍ, DIOS LE REGALÓ LA GRACIA DE HABLAR Y DE ESCUCHAR.
Para los miedosos, los incrédulos, los que piensan que ya nada tiene sentido escuchen a Isaías: “Sean fuertes, no teman. Miren a su Dios que…viene EN PERSONA A SALVARLOS” (Is.35,4-7ª). ¿Pensaste alguna vez que Dios se olvidó de ti? Él siempre hace todo bien, se interesa por ti, quiere abrazarte y bendecirte. Pero a pesar de todo esto hay gente que se pone una venda en los ojos para no darse cuenta de que hay un Dios que está vivo, que ha subido a la Cruz por nuestra salvación, que su tarea siempre será redimirnos (cf.1Tim.2,4). Hace falta estar realmente “ciego(a)” para no darse cuenta lo bueno y maravilloso que es Dios con todos sus hijos e hijas que es capaz de bendecirlos en lo que ellos necesiten. Hay quienes, incluso se dan el lujo de “cerrar sus oídos” para no escuchar a Dios que les habla constantemente.
Cuando Dios sale al encuentro de sus hijos e hijas, siempre esperará una respuesta. ¿Cuál es tu respuesta?, ¿qué quieres decirle a Dios?, ¿qué quieres de Él? Ojalá que nuestra respuesta sea siempre nuestra propia fe, y como dice Santiago, que “no vaya unida a favoritismos” (Stgo.2,1-5). Quizás nuestras actitudes, a veces, pueden desacreditar la fe que profesamos. Una vez escuché a un grupo de protestantes que decían: “lo que pasa que ustedes los católicos son hipócritas porque no viven bien su fe”. Me pregunto: ¿no será que en cierto sentido tengan razón?… ¿Cuántas veces en nuestras propias parroquias juzgamos a otros por su manera de ser, de vestir o de pensar y/o expresarse?, ¿esa es la Iglesia que Jesús quiere?, ¿cuántos sordos hay que no quieren escuchar a Dios que les dice: “conviértete y cree en el evangelio”?(cf.Mc.1,15).
Las manos de Jesús son poderosas, su amor es grande; y es que Dios es TODOPODEROSO, esto además es una verdad de fe de nuestro Credo: “Creo en Dios Padre Todopoderoso”. Marcos, en su evangelio nos presenta a ese Jesús que tiene autoridad y poder, incluso sobre las enfermedades: “apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos…le metió los dedos en los oídos…y le dijo: Effetá, que quiere decir: ábrete” (Mc.7,31-37). Los paisanos de Jesús se admiraban por Él mismo, lo alababan, a pesar de la prohibición de no hablar nada de lo que Jesús ha hecho, no pudieron contener tanta bondad, tanto amor, tantas maravillas. Me encontré una vez con un amigo que le compartía muchas maravillas de Dios, como Dios ha actuado en tanta gente, y él me dijo: “Jesús nunca quiso que se dijera nada de esto a nadie, hay que ser reservados”. Yo le contesté: “¿Dios acaso no quiere que se dé a conocer cuán bueno es él?, ¿por qué callarse de tanta bondad de Dios?, ¿por qué no hablar, como la Virgen de tantas maravillas que Dios obra?. Dice el libro de Hechos: “no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch.4,20).
Cuántos sordos y ciegos hay en este mundo. Cuánta gente necia que no quiere darse cuenta de que Dios está siempre vivo, no es un Dios de “la estampita” o “de los recuerdos”. El final del evangelio de hoy es interesante: “Y en el colmo del asombro decían: todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
Los sordos y ciegos también son sanados por Dios.