El evangelio del día hoy completa la dimensión temática del domingo anterior. Jesús se presenta como el Pan de Vida. El Señor se transciende por la fe del alimento material al alimento espiritual. Desde la humildad, la sencillez y la fe se hace Pan para nosotros para que, a su vez, nosotros en gesto de caridad y solidaridad nos hagamos pan para la humanidad.
Presentarse el Señor como “el Pan de Vida” y alimentarnos de él presupone una plena identificación con su palabra, con sus signos, una necesidad vital de sentir su presencia en nuestra mente y en nuestro corazón para reemprender el camino y continuar gozosos los afanes de cada día. Sin embargo, descubrimos que en nuestra vida la sociedad de consumo, la apetencia de los bienes materiales, la cultura de lo fácil, el ambiente secular nos impiden sentir necesidad “del Pan de Vida”. Necesitaremos una transformación interior, un cambio de mentalidad, una reafirmación de nuestros principios y valores espirituales que favorezcan la priorización del seguimiento del Señor por encima de las propias tentaciones del mundo para poder gozar de su presencia y de su generosidad al nutrirnos con la gracia de su alimento.
¿Cómo hacer del Pan de Vida que el Señor nos regala como alimento un gesto y un compromiso en nuestro diario caminar? El Señor nos dirá en otras fases del evangelio que solamente es posible desde la óptica del amor por la fe. El Señor, Pan de Vida, se hace presencia en el hombre, especialmente en el pobre. Gestos de servicio, de solidaridad, de entrega desinteresada garantizan la presencia de Cristo que libera y salva.
También la carta a los Efesios que recoge la Liturgia de la Palabra en este domingo nos habla de seguir el camino del amor, a ejemplo de Jesucristo. Incluye también tener presente la paz como actitud de serenidad interior para intuir, asimilar y relativizar los acontecimientos de la vida y, así, sentirnos más dispuestos para afrontar los acontecimientos presentes.
La agresividad “intrínseca” y la poca aceptación personal, como nos sucede en algunos momentos, no son actitudes apropiadas para que genere en nosotros el verdadero Pan de Vida. La opción por la paz externa como bálsamo y cicatrización de heridas recientes y pasadas en nuestras relaciones interpersonales, en la familia, en nuestros lugares de trabajo, la superación del odio y la violencia a pequeña y
gran escala serán también, como asegura San Pablo en su carta a los Efesios, actitudes a tener en cuenta que manifiestan la presencia del Señor como Pan de Vida que cura y fortalece.