¡AY DE LOS PASTORES!

“¡Ay de los pastores….!”. Hoy como ayer la presencia de falsos maestros, falsos profetas, falsos sacerdotes, falsos reyes, falsos gobernantes, falsos jueces, falsos pastores ha llevado a la confusión de la gente. ¿Qué sociedad no espera confiar en sus autoridades? Pero siempre termina decepcionada de quienes supuestamente están llamados a encaminarla hacia el progreso y el bienestar.

Jeremías sabe que sus palabras pueden comprometer a los responsables de la vida religiosa del pueblo de Israel, pero no puede callar, porque es Dios el que los está juzgando. No es cuestión de incompetencia, es cuestión de maldad. No muestran interés por sus hermanos, no los cuidan, prefieren salvarse ellos dejando expuestas a sus ovejas. ¿Y qué hará el Señor? Pues, saldrá al rescate de sus ovejas, las reunirá y las ofrecerá al resguardo de verdaderos pastores. Esta es la esperanza que nos aguarda: “buenos pastores”, quienes deberán asumir la gran responsabilidad de guiar en rectitud. De allí el apelativo del verdadero líder que está por venir de parte de Dios: “El señor nuestra justicia”, la esperanza de Israel.

El ministerio de Pablo trajo un replanteamiento serio a la evangelización. La Buena Nueva llegaba con gozo a los corazones de los gentiles, pero había un sector fuerte de la comunidad de seguidores de Jesús, que fieles a la tradición judía, exigían que pudieran adherirse al judaísmo antes de aceptar plenamente la fe en Cristo Jesús. Así, podemos constatar que estos no siempre vieron con buenos ojos la misión de Pablo. Años después, en un contexto nuevo (después de los años 70 d.C.), donde los cristianos eran más de procedencia pagana que judía, un discípulo de Pablo nos deja la reflexión del deseo de Dios en su plan salvífico, de que todos puedan acceder a la fe, para lo cual, se logró romper el muro que separaba a ambos grupos. Es la cruz de Cristo la que ha logrado la reconciliación de paganos y judíos, y, por tanto, desde la fe, se ha formado una comunidad fraterna que debe afrontar nuevos obstáculos, pero, esta vez, apoyados en la verdadera paz que les ha traído Cristo Jesús, debe poner todas sus fuerzas para lograr quitarlos del camino.

El evangelio que escucharemos concluye la experiencia del envío misionero de los discípulos de Jesús que leímos el domingo pasado. Es tiempo de descansar, pero la necesidad de la gente de escuchar la palabra les insta a continuar. El evangelista quiere resaltar, sobre todo, el deseo de toda esa multitud que no quiere dejar pasar la oportunidad de seguir escuchando el evangelio, lo que genera la compasión de Jesús que los contempla “como ovejas que no tienen pastor”. Así, la disposición es clara: hay que enseñar, hay que guiar, hay que cuidar. ¡Y esa debería ser la tarea del pastor! Estamos atravesando una fuerte crisis de autoridad en nuestra patria y en nuestro mundo, y también en nuestra iglesia, sino contemos las llamadas insistentes del Papa Francisco a los obispos y sacerdotes con respecto a su misión. La imagen del pastor intenta ser el elemento clave de la reflexión, pues este, vela por sus ovejas, se desvive por ellas, cura a las enfermas, trae a las descarriadas al rebaño nuevamente, da la vida cuando le acosa el lobo. Sin duda, el salmo 22 que proclamaremos hoy, es la descripción clara y concreta de lo que es Dios como pastor y cómo debería asumir su rol aquel que está llamado a cumplir la responsabilidad de ser autoridad para sus hermanos. Ojalá, podamos trabajar para formar buenos líderes en todos los ámbitos de la vida social, que de verdad lo necesitamos. Esta es hoy nuestra oración: Señor, ¡danos buenos pastores!

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