Queridos amigos
Los cristianos celebramos hoy el Día de Dios. Su nombre es Trinidad o Tres Personas distintas y un solo Dios verdadero, decimos. Y, con Jesús, llamamos Padre, Hijo y Espíritu Santo a esas tres Personas (Mt 18, 16-20), cada una de las cuales es igualmente Dios. Por lo tanto igualmente eterno, omnisciente, todopoderoso, santo, etc. Pero no son tres dioses sino uno solo, un solo Dios. El hecho de ser Dios uno en la diversidad, pide de nosotros el vivir unidos siendo diferentes. y esto como la mejor manera de honrar a la Santísima Trinidad.
Por lo dicho, nuestro Dios es un maravilloso misterio. Misterio no porque no podamos saber nada de Él, sino porque es tan rico que siempre quedará mucho más por saber, desafiándonos a profundizar inagotablemente en Él. ¿Recuerdan la anécdota de San Agustín con aquel niño que quería meter el mar en el pocito que hacía en la arena? Nadie podrá meter en el pocito de tu cabeza el misterio insondable de Dios Trinidad.
Donde hay diferencias es en su condición de Personas y en la función u operación que atribuimos a cada una de estas tres Divinas Personas. En cuanto Padre, la Persona del Padre es totalmente distinta a la del Hijo y a la del Espíritu Santo. Y viceversa. Son realmente tres Personas distintas y atribuimos al Padre la creación del universo, al Hijo su Redención salvadora y al Espíritu Santo su santificación, si bien se convierte pronto en el protagonista de todo, en el continuador y consumador de la creación del Padre y la Redención del Hijo.
Al respecto, diríamos que la Santísima Trinidad trabaja hacia fuera en equipo (en comunidad sería la palabra exacta). Pues si bien atribuimos la Creación al Padre, ahí están el Hijo (dando la idea) y el Espíritu Santo (revoloteando sobre el caos hasta sacar el cosmos (Gen 1, 2) Y si bien atribuimos la Redención al Hijo, ahí están el Padre (con su nuevo proyecto para el mundo (Gen 3, 15) y el Espíritu Santo (interviniendo en la concepción de Jesús (Lc 1, 34). Pasa otro tanto con la obra santificadora del Espíritu Santo (enviado por el Padre en nombre o a petición del Hijo (Jn 14, 26)
Hacer la señal de la cruz, es sin duda la invocación más sencilla, directa y completa, que tenemos para hacerlo todo en el nombre de Dios Trinidad. Haciendo bien la señal de la cruz mientras decimos claro “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Sin duda, tiene que agradarle a Dios Trinidad que lo iniciemos todo en su nombre y con la señal de la cruz salvadora de Jesús. Les invito a retomar esta vieja invocación, con la que nos bautizaron y que aprendimos de niños.