Llegamos ya al quinto domingo de Cuaresma lo que ya nos indica que la semana santa está por llegar. El tiempo de preparación para celebrar las solemnes fiestas de Pascua ya se está agotando.

El evangelio de este domingo nos presenta a unos hombres que buscan al Señor Jesús, ellos vienen de entre los griegos a participar de la gran fiesta de la Pascua judía, aquella que celebraban como memorial de lo que Dios había hecho en favor del pueblo hebreo cuando estando esclavo en Egipto clamo a voz en grito y con lamentos delante de Dios quien al escuchar tan grande clamor bajo para ver qué pasaba y al ver el sufrimiento del pueblo hebreo decidió liberarlo de la esclavitud y darle en herencia una tierra que mana leche y miel, estos judíos aunque viven entre paganos no olvidan sus raíces y por eso se encuentran en Jerusalén para participar de la fiesta de la Pascua. Como han escuchado hablar del señor Jesús desean verlo y es por eso que hablan con Felipe, haciéndole conocer su deseo, Felipe a su vez habla con Andrés y entre los dos van donde el señor Jesús para comunicarle el deseo de esos hombres que quieren verlo.

El Señor Jesús por la respuesta que les da pareciera que no les ha prestado atención pues Él les empieza a hablar de un tiempo que se cumple. Un tiempo que está relacionado a la glorificación del Hijo del hombre, glorificación que está íntimamente vinculada a la muerte y como para que lo entiendan les habla usando una imagen agrícola: el grano de trigo que se siembra, al germinar desaparece para dar paso a la planta que llegado el tiempo produce su espiga de trigo, la cual contiene en si varios granos de trigo nuevos. Con este ejemplo busca que se entienda que lo importante no es guardar la vida sino entregarla que a cambio se recibe una vida eterna.

Y bien sabemos que Él entrego su vida para salvarnos y por hacerse obediente al padre incluso hasta la muerte por eso Dios lo glorifico.

Aquí el Señor hace una invitación, después de dejar en claro que lo importante es entregar la vida, de seguirlo y también hace una promesa que consiste compartir la misma suerte que la de Él, “donde yo estoy también estará el que me sirva”.

Reconoce el Señor que la tarea no es fácil por eso habla de su alma turbada pero también está seguro de cuál es su misión y está dispuesto a cumplirla pues con ello glorifica el nombre de su Padre que está en el cielo. Como respuesta a esta voluntad del Hijo por realizar la voluntad del Padre, el Padre que está en el cielo hace escuchar su voz dando a conocer que así como le ha glorificado una vez lo volverá a glorificar nuevamente. Palabras que quienes rodean al Señor no llegan a comprender aunque el Señor Jesús les hace saber que esa voz ha venido por ellos.

La entrega de la vida en la cruz supone un tiempo de juicio para este mundo, de donde será expulsado quien se ha hecho principe de este mundo, ya que el Señor Jesús atraerá a todos hacia su persona de quienes cargará sus pecados librándolos de ellos y por lo tanto libres de todo pecado podremos gozar de la vida eterna.

Una vida entregada para salvar muchas vidas, uno que carga con los pecados de todos para librar a todos de sus pecados, uno que se hace obediente hasta la muerte y muerte en cruz y por esa obediencia Dios lo resucito, lo exaltó, lo glorificó.

Ahora sabemos de qué clase de muerte debemos morir también nosotros como el Señor Jesús lo sabía, una muerte que implica entregar la vida en favor de los demás, entregar la vida en hacer la voluntad del Buen Padre que está en el cielo y que consiste en hacer el bien en favor de todos y evitar hacer el mal aunque sea en contra de uno solo y entonces también nosotros seremos glorificados porque fuimos capaces de glorificar a Dios.

 

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