Queridos hermanos, ya casi nos vamos acercando al gran día en que nuestro Señor Jesucristo entrará en su misterio pascual, y así renacerá una vida nueva. Para resucitar, no nos olvidemos, que hay que morir al hombre viejo… es necesario hacer nuestro paso pascual de la mano del Señor.
En el evangelio de este domingo nos encontramos con una situación poco usual en la vida de Jesús, le vemos reaccionar ante una circunstancia cargado de su humanidad, cargado por ese sin sabor de que lo que verdaderamente se dice cumplir no es cumplido por nadie, reacciona arrebatado por un celo que le devora porque la casa de Dios es convertida en una cueva de cualquier cosa, en un lugar donde el comercio es más frecuente que la oración, el comercio le ha ganado espacio a la fe del corazón del hombre. Tan bajo hemos caído, que somos capaces de negociar con una fe débil, una fe que se va cayendo a pedazos, porque el único espacio digno para el Señor, ha sido mancillado, y no hablo del lugar material, hablo del lugar interior, de ese lugar de donde salen las cosas buenas y malas. Me pregunto: ¿acaso nuestro corazón está afectado por el comercio ambulatorio? ¿Ya nuestro corazón ha perdido su amor por Dios, que preferimos a las palomas y al dinero del sacrificio? Recordemos que allí donde está tu corazón, está tu tesoro.
Miramos a nuestro alrededor y vemos situaciones muy similares al tiempo de Jesús, claro un comercio distinto, no un comercio mercantil expuesto, sino un comercio donde la fe es vendida y comprada al mejor postor. Qué rápido nos vedemos a la conveniencia de otros y a la pobreza espiritual. Nos vendemos porque en tal lugar me pueden hacer este milagro, en tal lugar me dijeron que seré feliz con estas piedras, en tal lugar me dicen báñate con esta agua, en tal lugar te seguirán robando lo poco de fe que tienes.
Hermanos, mirémonos y pongamos a Jesús frente a nosotros, para saber qué cosas debo expulsar de mi vida, y escuchar de labios del Señor: destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré. El Señor hoy quiere verme libre de todo lo que me está robando, no importa los años que llevemos perdidos, esta es la oportunidad para ser reconstruidos por el Señor. Porque en la Pascua nuestro cuerpo será transformado y nuestra vida seguirá siendo un Templo consagrado al Señor.
Queridos hermanos, tengamos presente esta semana que el comercio no siga ganado espacio a la fe de nuestro corazón. No nos vendamos a nadie, porque nuestro corazón tiene al Señor como único poseedor de todo lo que hay en él. Sigamos preparándonos, sigamos haciendo de este tiempo cuaresmal un verdadero tiempo de oración y de mucha reflexión de nuestra y vida y de nuestros actos. No nos olvidemos de acudir al sacramento de la reconciliación.