FAMILIA, CASA DE DIOS
Cuando uno lee la Biblia y se encuentra con pasajes como los que escucharemos en la liturgia de esta fiesta de la Sagrada Familia uno comprende lo importante que es la defensa de la familia no solo desde la perspectiva social sino también desde el plano religioso. Es verdad que los parámetros de lo que se entendía por familia ha ido evolucionando también en la historia y, aunque podamos observar que no es el mismo patrón el que rige hoy como el que regía en el mundo antiguo, jamás se ponía en duda su valor y su trascendencia para las futuras generaciones. El “sabio” Ben Sirá no ofrece una cátedra de “educación familiar” pero habla de la experiencia de la vida, que es maestra, esa vida que le ha enseñado a orientar cómo debe actuar un padre con sus hijos y cómo deben proceder los hijos ante su padre y madre. Puede que los roles en el mundo antiguo no sean los mismos en los que hoy se sustenta, pero, así como antaño, hoy no se puede negociar con estos términos pues no pasan nunca: “autoridad”, “honra”, “respeto”, “comprensión”, “ayuda a los padres”.
La tradición paulina en un avance ya hacia una cierta institucionalización de la comunidad-iglesia valora la dimensión comunitaria a la par que la familiar. El amor, el vínculo que une a la familia, también debe ser el vínculo que deba unir a la comunidad cristiana. Por eso, los roles familiares deben también iluminarse desde esta dimensión espiritual de la fe.
Por último, el evangelio de Lucas nos presenta este relato de la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén. Los padres de Jesús, cumplen religiosamente lo mandado por la Ley, y se presentan al Templo para ofrendar el don de la primogenitura de Jesús. Lucas quiere resaltar la ejemplaridad de la familia de Jesús pues cumplen la Ley de Dios, pero esto sirve para una especie de epifanía del Salvador, pero orientado sobre todo a la esperanza de Israel, representado por el anciano Simeón y la profetisa Ana. Nuevamente la antítesis entre “vejez” y “niñez” se hace notar y con ello las palabras de Simeón que resumen la misión del que ha venido en tiempo oportuno y se convertirá en una bandera discutida. María queda ligada al misterio de la salvación de Jesús pues recibe la revelación de su propio dolor ante el rechazo que harán de su hijo. Pero, todo deberá suceder a su tiempo. Jesús crecía como un niño cualquiera, abrigado por el calor humano de sus padres, con salud, inteligencia y gracia. Tenemos un compromiso que asumir firmemente desde nuestra vocación de cristianos y es luchar por la defensa de la familia. Y esto no es solo una especie de lista reivindicatoria para el estado o un cliché para las instituciones que trabajan con las familias, sino una verdadera realidad que necesita tener como inspiración la Sagrada Familia de Jesús. Que cada cual cumpla su rol, reforzando vivamente el vínculo del amor, recapacitando en la oportunidad de dialogar, jugar, corregir, exhortar, advertir…pero, sobre todo, orando para que jamás pase inadvertida su trascendencia. Con el fortalecimiento de las familias en valores tendremos asegurada una humanidad mejor, de lo contrario, nos lamentaremos por siempre y perderemos generaciones que solo vivirán pendientes de su egoísmo. Familia que reza unida permanece unida; familia que tiene a Dios como centro de su vida permanece unida; familia que crece unida permanece unida.