Hasta ahora hemos reflexionado en el evangelio de San Marcos los signos y milagros que el Señor, desde la fe, realizó a las personas necesitadas. Hoy cambiamos de temática. El Señor considera que los discípulos, después de aceptar su llamada y aprender de Él, se encuentran ya dispuestos para realizar una experiencia misionera. Sabía anticipadamente que no les iba a resultar fácil y por eso les da algunas recomendaciones. Si las analizamos detenidamente descubriremos que son también para nosotros ejemplo de seguimiento y misión.
En primer lugar les envía de “dos en dos” para valorar el espíritu de colaboración, la ayuda mutua, el dialogo, la corresponsabilidad y subsidiaridad que deben tener presente en toda empresa misionera. Les dice que vayan ligeros de equipaje porque las cosas atan y el desprendimiento es imprescindible. Hay que utilizar los medios que tienen a su alcance y no perder la motivación auténtica de sentirse instrumentos de Dios para la salvación. No es lo prioritario “levantar grandes estrados”, utilizar medios eficaces y lo último en tecnología, si bien todo puede ayudar para acercar el evangelio, sino la fuerza expresiva de la palabra, el ejemplo y coherencia de vida, la convicción de la autenticidad y la transparencia. El equipaje excesivo impide el acercamiento y el compromiso. La Palabra de Dios, su fuerza expresiva y la fe, es lo importante.
No les resultará fácil anunciar el evangelio. Encontrarán incomprensión, oposición y rechazo. También ahora el secularismo como suplantación y hasta negación de Dios será un inconveniente. La valentía, el coraje y la convicción de la fe serán actitudes elementales en el testimonio que deben dar.
Anunciarán la conversión, el cambio de vida, la transformación interior, revertir las situaciones de odio y sus consecuencias por la dinámica del amor.
El bautismo es la primera llamada que el Señor nos hace para iniciar el itinerario de nuestra fe. Interiorizar su presencia y dar testimonio del Señor será el compromiso esencial de nuestra condición de cristianos como hijos de Dios.
Hasta ahora hemos reflexionado en el evangelio de San Marcos los signos y milagros que el Señor, desde la fe, realizó a las personas necesitadas. Hoy cambiamos de temática. El Señor considera que los discípulos, después de aceptar su llamada y aprender de Él, se encuentran ya dispuestos para realizar una experiencia misionera. Sabía anticipadamente que no les iba a resultar fácil y por eso les da algunas recomendaciones. Si las analizamos detenidamente descubriremos que son también para nosotros ejemplo de seguimiento y misión.
En primer lugar les envía de “dos en dos” para valorar el espíritu de colaboración, la ayuda mutua, el dialogo, la corresponsabilidad y subsidiaridad que deben tener presente en toda empresa misionera. Les dice que vayan ligeros de equipaje porque las cosas atan y el desprendimiento es imprescindible. Hay que utilizar los medios que tienen a su alcance y no perder la motivación auténtica de sentirse instrumentos de Dios para la salvación. No es lo prioritario “levantar grandes estrados”, utilizar medios eficaces y lo último en tecnología, si bien todo puede ayudar para acercar el evangelio, sino la fuerza expresiva de la palabra, el ejemplo y coherencia de vida, la convicción de la autenticidad y la transparencia. El equipaje excesivo impide el acercamiento y el compromiso. La Palabra de Dios, su fuerza expresiva y la fe, es lo importante.
No les resultará fácil anunciar el evangelio. Encontrarán incomprensión, oposición y rechazo. También ahora el secularismo como suplantación y hasta negación de Dios será un inconveniente. La valentía, el coraje y la convicción de la fe serán actitudes elementales en el testimonio que deben dar.
Anunciarán la conversión, el cambio de vida, la transformación interior, revertir las situaciones de odio y sus consecuencias por la dinámica del amor.
El bautismo es la primera llamada que el Señor nos hace para iniciar el itinerario de nuestra fe. Interiorizar su presencia y dar testimonio del Señor será el compromiso esencial de nuestra condición de cristianos como hijos de Dios.