El evangelio de este domingo nos presenta al señor Jesús, quien después de haber elegido a los Doce, va llegando a casa con sus discípulos, pues la elección es para que ellos estén con Él y le acompañen en le realización de la misión recibida de su Padre, que es anunciar el evangelio de la salvación para que los que lo escuchen crean y creyendo alcancen la salvación.
Junto con los que el Señor ha llamado también hay una multitud que le sigue y es tal el alboroto que se arma por la alegría de saber que hay uno entre ellos que actúa en Nombre de Dios y es capaz de liberar a los oprimidos por el demonio y sanar a los enfermos de sus dolencias. Además, como dejar de alegrarse si Dios se ha acercado a ellos y actúa en su favor, contrario a lo que durante mucho tiempo les habían hecho creer, que Dios los había olvidado.
Esta situación que se está desencadenando por la actuación del Señor hace que algunos crean que esta fuera de sí, que está loco, y por eso su familia viene a llevárselo.
Otros al ver la actuación del Señor se atreven a asegurar que expulsa los demonios con el poder de del jefe de los demonios pero el Señor Jesús les ayuda a razonar para que caigan en cuenta que su actuar es en nombre de aquel que lo ha enviado, y terminar haciéndoles saber que si blasfeman contra el Espíritu Santo no tendrán perdón sino que cargaran con su pecado para siempre y como para que no quede duda indica en que consiste esa blasfemia contra el Espíritu Santo: “se refería a los que decían que tenía, un espíritu inmundo, es decir no reconocer en su actuar en favor de los pobres y enfermos, el actuar de Dios, que cuida de las viudas, de los huérfanos; que defiende a los ´pobres y protege al forastero.
Termina el relato del evangelio haciéndonos saber que llegaron su madre y sus hermanos y lo mandaron llamar, ocasión que aprovecha el Señor para hacer una nueva enseñanza a todos los que lo siguen sobre quienes son su madre y sus hermanos.
Por eso mirando a su alrededor dijo “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.”
Así de esta manera quienes lo escuchan, aquellos que le han seguido hasta la casa, saben ahora algo que otros le negaban, es más, les habían hecho sentir que eran rechazados por Dios, ahora ellos saben que pueden llegar a ser hijos de Dios, porque Dios los ama como a sus hijos, y ellos como hijos deben hacer lo que su Padre Dio les pide.
HERMANOS Y HERMANAS, QUE LA PRESENCIA DEL SEÑOR EN MEDIO DE NOSOTROS NOS SIGA ANIMANDO A SEGUIRLE Y ESCUCHARLE PARA APRENDER CON ÉL, COMO DEBEMOS VIVIR LOS QUE QUEREMOS SER CONSIDERADOS MADRES, HERMANAS Y HERMANOS DEL SEÑOR…