San Juan centra su mensaje en el evangelio de este IV domingo de Cuaresma, cuyo marco escénico es el diálogo que Jesús sostiene con Nicodemo, en tres ejes fundamentales de la vida de un cristiano: la vida, el amor y la luz.
Dios nos otorga la vida gratuitamente, nos sostiene y nos protege con su providencia infinita, nos acoge y nos prepara una mansión definitiva y, por lo tanto, debemos estar en una permanente actitud de acción de gracias por todos los bienes y dones recibidos. Si analizamos nuestras propias experiencias nos daremos cuenta que la vida nos ofrece múltiples momentos para sentir con gozo la presencia de Dios en medio de nosotros. Incluso en esas situaciones difíciles de explicar humanamente: el mal en el mundo, la enfermedad de un niño, el éxito de los culpables, la injusticia y falta de paz entre los hombres… la sombra de Cristo Redentor da un nuevo impulso a nuestro diario vivir marcado por un futuro desde la esperanza y el optimismo. Nos corresponde a cada uno amar la vida, defender la vida desde la gestación hasta misma muerte, dar vida a los que se encuentran a nuestro lado especialmente a los más necesitados.
La acción fundamental de Dios y de Jesús es el amor. ”Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único” ( Jn. 3,16) para que se entregue a todos en la cruz por amor. Asumir el sacrificio y el sufrimiento por amor es la garantía fundamental de la purificación y el compromiso para vivir la esencia de nuestras relaciones interpersonales. ¿Es el amor la orientación fundamental de nuestra vida y el camino concreto por el que transcurre nuestra existencia? Esta forma de concebir el amor no es mero sentimiento y afecto aunque ayuden a sensibilizarnos y a tomar conciencia de nuestra orientación hacia los demás. Es la decisión y acción de entrega al otro siguiendo el ejemplo de Jesucristo que se entrega todo entero hasta la misma muerte. Amor y vida se interrelacionan. Nuestro amor, ¿busca dar vida? ¿Ayudamos a engendrar vida verdadera en los otros? En el marco de la Cuaresma, tiempo de conversión y de evaluación interior examinemos nuestras relaciones personales, familiares, laborales desde esta perspectiva.
Cristo es la luz. Así lo expresa el evangelista San Juan en sus escritos. Luz que ilumine nuestra vida y que, consumiéndose poco a poco, se irradie en presencia y testimonio ante los demás.