EL CRISTIANO VIGILANTE
Hoy, querido hermano y hermana, empezamos un nuevo año litúrgico con un tiempo especialmente hermoso, como es el tiempo de Adviento. Tiempo como sabemos de gracia, de reconciliación, de conversión en el marco de la preparación para la llegada de Jesús en la navidad.
¿Alguna vez retaste o te enfrentaste a Dios? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué le dijiste? ¿Por qué lo hiciste? Isaías, en la primera lectura (Is.63,16b-17.19b; 64,2b-7), empieza reconociendo quién es Dios: “Tú, Señor, eres nuestro Padre, te invocamos como nuestro redentor”. En este tiempo de adviento, tiempo de esperanza y de firmeza en la fe, estamos llamados a reconocer con nuestra vida la presencia de Dios, y cómo este Dios en quien creemos viene como el único Salvador. No estamos solos, Él es nuestro abba, nuestro Papá, pero también es un Papá que salva. Pero a veces podemos haber retado a Dios quizás con nuestra desidia, nuestra falta de fe en un Dios que sí se interesa por sus hijos: “Señor, ¿por qué permites que nos desviemos de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te respetemos?”. Pero la tarea del cristiano será reconocer que no hay Dios fuera de él, que siempre será nuestro Padre, que él será el único alfarero de nuestra vida para poder moldearla a su querer: “tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero, somos todos obra de tu mano”.
Hay, en nuestra vida de fe, una promesa de salvación muy especial, que recoge bellamente Pablo en la segunda lectura es: “Él los mantendrá firmes hasta el final” (1Cor.1,3-9). Ante la venida del Señor, él mismo nos mantiene firmes, pero pide de nosotros también fidelidad. Nos pide que vivamos en comunión con Jesús. Es que “separados de él, no podemos hacer nada” (Jn15,5). La motivación de porqué ser fieles es: “Aguardamos la manifestación de Jesucristo nuestro Señor”. No podemos desviarnos del camino. No hay otro que el de Jesús.
Jesús es muy claro con los discípulos, cuando les hace recordar de cuán importante es estar en actitud de vigilancia: “Estén despiertos y vigilantes: pues no saben ustedes cuándo llegará el momento…Lo que le digo a ustedes se lo digo a todos: estén vigilantes” (Mc.13,33-37).
El que vigila, ¿qué actitud puede tener?: firmeza en su espera, apertura a lo nuevo o a aquello que parezca peligroso, la duda no le invade, cuida a otros de algún ataque que pueda haber del enemigo, siempre obedece a lo que se le pide, no se duerme en su trabajo, etc. En este tiempo de adviento, ¿podemos ser vigilantes?, ¿aceptamos ese reto? ¿O es que soy indiferente a lo que pase a mi alrededor? Acojamos el pedido de Dios de estar vigilantes. Los tiempos que vivimos, son tiempos que pueden hacer que la gente se debilite en su fe, se confunda en la fe, se desvíe para siempre de la mirada esperanzadora de Dios: volvamos ya a Dios, no perdamos el tiempo inútilmente.
Empezamos entonces un camino juntos. Tenemos una motivación: Cristo viene, no el personaje “rojo y de barba blanca”. Por tanto, preparémonos con gozo y esperanza, pero también firmes en la fe. Los que aceptamos ser vigilantes, podemos hacer nuestra la oración del salmo de hoy, que su antífona dice: “Oh Dios restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Salmo 79).
Con mi bendición.