DAR FRUTOS DE VERDAD
Alguna vez nos hemos preguntado: ¿por qué nuestra vida no tiene los frutos que se espera? ¿Por qué no vemos resultados buenos en casa luego de una buena conversación? ¿Por qué en mi grupo, comunidad, movimiento o asociación no podemos dar frutos? ¿Me preocupa o me decepciona? ¿Qué nos puede estar faltando?
La experiencia enseña que cuando uno pone una semilla en un jardín o en un huerto, el terreno debe estar preparado, abonado, limpio de malezas, etc.
Isaías canta a los 4 vientos un canto de amor (cf.Is.5,1-7): “Mi amigo tenía una viña en fértil colina. Cavó la tierra, quitó las piedras, y plantó buenas cepas”. Cuando me uno a Dios, todo tiene siempre un nuevo y renovado sentido; es más, se nota en nuestro diario vivir. Eso pasa cuando esta, nuestra vida es un terreno bueno, abonado, limpio de toda maleza.
¿Qué pasa cuando conviven el trigo y la cizaña en nuestra vida?, ¿qué pasa cuando encontramos sequedad, desierto o cosas sin sentido en nuestra vida? Es que no entendemos que deberíamos estar bien cimentados (cf.Filp.1,21) en aquel que todo lo puede, por eso es que nos decepcionamos: “esperó que diese buenas uvas y dio racimos amargos?”, y el profeta se pregunta ¿por qué? ¿Qué encuentra en nuestra vida Dios luego de haber sembrado buena semilla en nuestra vida?: ¿Chismes? ¿Frialdad para los sacramentos? ¿Falta de perdón? ¿Falta de una vida de oración? ¿Falta de una auténtica caridad en bien de los pobres? ¿Calumnias? ¿Falta de compromiso en la parroquia? ¿Falta de trato fraterno? ¿Desgano? ¿Ganas de no hacer nada?¿Infidelidad a Dios mismo y a la Iglesia?
El propietario que planta una viña, es la parábola que cuenta Jesús hoy en su evangelio (Mt.21,33-43), que tiene como auditorio a los sumos sacerdotes y a los ancianos. El dueño de la viña tiene un deseo: “recoger los frutos que le correspondían”. Envía a varios criados para recoger los frutos de esa viña, y los matan; envía al heredero y lo matan. ¿Cuánta gente buena y santa ha pasado por nuestra vida y no se nota? por nuestra comunidad ¿y no se nota?, por nuestro trabajo ¿y tampoco se ven frutos?, por nuestro barrio, taller, centro de estudios ¿y siempre andamos en lo mismo? Quizás pueda haber personas o algunas instituciones que quieran “matar la fe”, “matar todo signo religioso” en el mundo, cuidado. No dejemos que nada ni nadie mate la fe, la esperanza y el amor que Dios ha sembrado en nosotros.
Si queremos de verdad dar frutos, tenemos que estar más unidos a Jesús, sin Él nada tiene sentido. Es claro Jesús en el evangelio: “El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada” (Jn.15,5).
Como no todo está perdido, Pablo nos anima: “Que nada nos angustie. En cualquier situación presenten sus deseos a Dios, orando, suplicando y dando gracias” (Filp.4,6-9). Presentemos al Señor todo lo que nos preocupa, seamos muy sinceros con Él. Nunca, nuestro buen y amado Dios, desatiende una súplica, recuerda eso como motivación llena de esperanza.
Todo lo bueno que tengamos en nuestra vida hay que tenerlo en cuenta para que sea una buena viña que dé frutos buenos y nunca lo contrario.
¿Te animas a dar frutos de verdad?
Con mi bendición.