El evangelio del día de hoy comienza con una oración de acción de gracias dirigida por Jesús a su Padre Dios. El Señor alaba a los humildes y sencillos porque Dios se expresa especialmente en ellos y son modelo de generosidad y respuesta al amor que nos tiene.
Algunas preguntas surgen espontáneamente a partir de esta oración de Jesús. ¿Cómo podré ser yo humilde y sencillo para sentirme también preferido por Dios? ¿Qué rasgos característicos, qué actitudes cultivaré en mi vida para vivir en profundidad estas máximas evangélicas? La humildad nos impulsa a sentirnos instrumentos de Dios, dependientes de su misericordia y ternura. A reconocer nuestras propias limitaciones y a superar la falsa imagen de apariencia y soberbia que aflora con frecuencia en el corazón humano.
La sencillez en la Biblia, y también en la vivencia espiritual de San Vicente de Paúl, está ligada a la transparencia de vida, a la autenticidad, a la sinceridad de corazón. La sencillez, nos dirá el santo, consiste “en decir las cosas llanamente como están en nuestro corazón, sin elucubraciones inútiles, y en hacer todo sin engaño y artificio, mirando solamente a Dios”. Lo propio y específico de la sencillez es la referencia continua a Dios para agradarle sólo a Él en pensamiento, palabras y obras. Para ello es preciso alejarse de la soberbia, del orgullo, de la hartura humana y autosuficiencia, de la mentira y el engaño, de la hipocresía y doblez, de la vanagloria y vanidad y es preciso vivir en sencillez y humildad, en pobreza y dependencia ante el amor misericordioso de Dios.
La sencillez consiste también en decir la verdad, defender la verdad, discernir dónde se encuentra la verdad. Ante un mundo marcado por las apariencias, por la búsqueda del aplauso fácil y superficial, por reflejar una imagen externa incompatible con la vida interior, por la defensa de un interés egoísta que quiebra el bien común, la sencillez evangélica debe abrirse paso desde la sinceridad, transparencia y verdad. ¡Felizmente hay también personas y actitudes que optan, hasta en situaciones muy difíciles, por reflejar en sus vidas el principio fundamental de la verdad y el amor de Cristo que se manifiesta en los sencillos!
¿Cuáles serán las “consecuencias” si vivimos inmersos en el manto de la sencillez y humildad evangélica? El mismo Jesús nos da la respuesta en la segunda parte del evangelio que compartimos este domingo: encontraremos descanso y serenidad de espíritu porque, aliviados del peso de nuestras ocupaciones y preocupaciones que nos impone el mundo “externo” sentiremos la presencia de Jesús que es “manso y humilde de corazón” (Mt. 11, 29) y nos acompañará fielmente en la travesía de la vida.