Queridos amigos
El evangelio de hoy (Mt 11, 25-30) contiene una oración, un testimonio y una invitación. Todo ello formando una unidad que hace de este breve texto uno de los más bellos y significativos del Nuevo Testamento. No dejen de releerlo. Veamos ante todo la oración. Es muy breve, y también por eso modelo de oración. A Jesús, hombre y maestro de oración, le brotó espontáneamente, gozosamente. Como nos brota a nosotros un ¡viva! cuando estamos contentos. Padre, te doy gracias, exclama Jesús, porque amas a los pobres y les revelas tu corazón, más que a “los sabios y entendidos”.
El testimonio que Jesús da de sí mismo muestra quién es Él y la conciencia que tiene de su persona. Él es el Hijo (del Padre Dios) y mantiene con el Padre una estrecha relación: 1º, conoce muy bien al Padre, que ha puesto todo en sus manos; y 2º, revela al Padre, lo da a conocer, a cuantos creen en el Hijo y le abren su corazón y le siguen llenos de confianza (Mt 26-27). Lo que más anhela Jesús es que todos conozcan y amen al Padre Dios, tanto que para lograrlo Él mismo se hace camino, el camino verdadero que lleva a la Vida (Jn 14, 6). Que Jesús es Hijo de Dios y Dios su Padre, es parte del misterio (de la Santísima Trinidad) que nos revela, y que los sencillos y los humildes acogen con mayor fe que “los sobrados” de este mundo.
La invitación que Jesús hace es fruto de la oración que elevó a su Padre pensando en los pobres. Vengan a mí, les dice y nos dice, cuantos, corporal y espiritualmente, están cansados y agobiados, y yo les aliviaré. La invitación es conmovedora y está llena ternura y de compasión efectiva. Le sirve para continuar dando testimonio de Sí mismo, aunque ahora en el plano humano: soy manso y humilde de corazón. El aprendan de Mi nos presenta a Jesús como modelo de vida –algo para lo que vino a este mundo- , pero al mismo tiempo inspirando confianza al mostrarse cercano y accesible. Admira y atrae la naturalidad con la que dice “aprendan de Mi”… En una sociedad necesitada de paradigmas, Jesús se presenta como tal. Ojalá tengamos el coraje de imitarlo.
Lo que Jesús dice del yugo merece párrafo aparte. Sin duda los yugos que salían de la pequeña carpintería de José -además de taburetes y mesas-, tenían fama de ligeros y suaves. Jesús recuerda los comentarios que sus paisanos hacían y lo a gusto que las yuntas de bueyes se sentían con esos yugos al arar el campo. Y se le ocurre la comparación: mi yugo (sus enseñanzas) son como un yugo ligero y suave. Cárguenlo con confianza y sentirán que todo se les hace más llevadero. Hagamos la prueba.