Celebramos este domingo la fiesta solemne de la Santísima Trinidad, misterio central de nuestra fe cristiana, fe que nos lleva a afirmar que hay tres personas distintas pero un solo Dios verdadero.
busquemos comprender este misterio de nuestra fe cristiana a partir de la meditación del evangelio que se nos proclama este domingo.
Lo primero que encontramos al inicio del evangelio es una afirmación que no deberíamos olvidar los creyentes y es que el amor que Dios nos tiene, lo llevó a entregar a su Hijo único para que todos tengan vida eterna y para que ninguno perezca o se pierda.
Ya en esta primera afirmación aparece Dios Padre enviando a su Hijo y lo envía para una misión concreta la cual consiste que el mundo se salve por medio de Él.
Esta primera afirmación nos lleva a descubrir cuál es la voluntad del Padre sobre los hombres y esta voluntad es querer salvar a todos.
Una segunda afirmación que podemos descubrir en la proclamación del evangelio es que el padre no busca condenar al mundo, sino que el mundo se salve por medio de su enviado, el cual es la personificación del amor de Dios Padre, amor que se manifiesta por los que creen en su enviado y para que estos tengan vida eterna, es decir que gocen de la salvación dada.
Una tercera afirmación que encontramos en la proclamación del evangelio es que el cree en su enviado no será condenado sin embargo el que no crea en su enviado ya está condenado, para entender bien esta afirmación debemos tomar conciencia que el que se niega a creer en el Hijo Único, se está negando a creer en el amor de Dios, es decir se está negando a dejarse salvar por Dios.
Cierto que la voluntad de Dios es salvar a todos por medio de su Hijo único, también encontramos la afirmación que se salvan los que creen en su enviado.
Conviene aquí recordar una afirmación que escuchábamos en la segunda lectura del domingo pasado “nadie puede decir Jesucristo es Señor, sino bajo la acción del Espíritu Santo.”
Lo que nos debe llevar a reconocer que junto al Padre y el Hijo el Espíritu Santo actúa en favor de nuestra salvación porque nos ayuda a confesar nuestra fe en el Señor Jesús y al Padre que lo ha enviado.
Hasta aquí descubrimos a las tres personas distintas, pero de una sola naturaleza, de la Santísima Trinidad y cuál es su actuación en favor de nosotros. Será por eso que el deseo del apóstol en la segunda lectura al final termina deseando que “la gracia del Señor Jesucristo. El amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo permanezcan siempre con ustedes.”
Es bueno recordar aquí las palabras pronunciadas por el Señor al pasar delante de Moisés y que dice de sí mismo “Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”.
Digo que es bueno recordar estas palabras ya que al hacerlo podremos superar aquella imagen con la que muchos crecimos, la imagen de un Dios castigador y vengativo.
Y superando esta imagen crezca en nosotros aquella otra que nos es mostrada en las lecturas de este domingo: Dios que nos ama y quiere salvarnos, hijo que viene para salvarnos no para condenarnos, Espíritu Santo que nos lleva a reconocer a Jesucristo como el Hijo único de Dios que es enviado para salvarnos.
HERMANAS Y HERMANOS, TERMINEMOS PIDIENDO A DIOS QUE NOS CONCEDA “PROFESAR LA FE VERDADERA, CONOCER LA GLORIA DE LA ETERNA TRINIDAD Y ADORAR SU UNIDAD TODOPODEROSA.” COMO SE REZA EN LA ORACIÓN COLECTA DE ESTA FIESTA SOLEMNE. BENDICIONES PARA TODOS USTEDES.