SER SAL Y LUZ EN MEDIO DE UN MUNDO NECESITADO DE AMOR
Tú, yo y todos somos testigos de que hay mucha gente que sufre en el alma y en el cuerpo, gente que grita un mundo más justo y más fraterno, otros que estiran la mano para que les demos “algo”, otros están heridos por falta de amor. Unido a esta realidad, está también el tema de que hay gente que vive todo el tiempo en las tinieblas: injusticias, robos, maltratos, manipulación de la conciencia y de la salud, promoción de actos que van en contra de la vida, la moral, la familia. Viven como un barco sin brújula.
¿Soy insensible a la realidad que vivo? ¿No me interesa? ¿Tengo el corazón duro por todo? ¿Participo de todo esto? ¿O soy de verdad luz en medio de las tinieblas? ¿Soy samaritano que es capaz de vendar las heridas?
Isaías nos hace recordar que no debemos hacer a un lado las obras de amor, si es que de verdad deseo que este mundo cambie y se encamine por la luz y no por las tinieblas; por los actos samaritanos de bondad, en medio de tanta maldad e indiferencia. Al hacer esto: “romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana” (Is.58,7-10). Todavía no terminamos de entender las consecuencias de un buen acto de amor, o de un buen acto samaritano. ¿Sabes por qué? Porque todo el tiempo vivimos una vida superficial y manejada por el bombardeo cibernético de cosas malas, que se “convierten como buenas”. Ya lo malo para muchos, pasó a ser bueno. Cuando intentas vivir en la verdad, en un mundo de tanta mentira, no te aceptan. ¿Porqué no ser buenos cada día? ¿Qué nos falta? ¿Cómo es mi trato con el otro? ¿De verdad es bueno ese trato?
Hablar de Dios a los demás, no con sabiduría humana, sino con el poder de Dios, es todo un reto: “mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu” (1Cor.2,1-5). Los pobres, los que necesitan de una palabra de aliento y esperanza, necesitan que también se les hable de Dios. ¿Deseo asumir también ese reto o no? No podemos ser indiferentes ante tanta gente que vive como “ovejas sin pastor” (Mc.6,30-34).
Luego del discurso del monte que Jesús pronunció, esas bienaventuranzas se convirtieron en un plan de vida, caridad y misión para el discípulo. Todo aquel que desea seguir a Jesús, está llamado a ser “Sal y Luz” (Mt.5,13-16). El ser testigos (cf.Hch.1,8), va a implicar en el discípulo, asumir el reto de ser sal, en medo: de tanta gente que vive su vida “desabrida”, sin sustento, sin motivación, sin paz, sin esperanza. También, en 2do lugar, el ser testigos, de parte del discípulo, va a implicar asumir la tarea de ser luz en medio de tantas tinieblas, no importando: la incomprensión, el rechazo, la amenaza, la persecución, etc. Cuentan de muchos mártires y profetas (amenazados de muerte), que muchos de ellos han llegado a los altares y son declarados santos por la Iglesia y otros que todavía no, que vivían: “felices en medio de tantos tormentos”, que su vida misma “era una alabanza a Dios”, que animaban a otros a perseverar en la fe, en una palabra que eran SAL Y LUZ.
Es todo un reto de amor esperanzador esto.
Ser sal y luz en medio de un mundo necesitado de amor, es todo un reto para el que de verdad se tome en serio la tarea de ser discípulo de Jesús.
Con mi bendición.