Queridos amigos
Sin fe no hay oración y sin oración no hay fe, es una de las enseñanzas de la parábola sobre el juez inicuo, que nos trae el evangelio de hoy (Lc 18, 1-8). Jesús la cuenta para explicarnos que tenemos que orar siempre y sin desanimarnos. Si hasta un juez injusto termina por hacer justicia, muy a pesar suyo, a quien persevera en la petición, cuánto más Dios que es justo acogerá la oración perseverante de quien le clama. Sobre todo si es vulnerable y está indefensa como la viuda de la parábola. (En tiempos de Jesús, la viuda era símbolo de la pobreza, la soledad y la desprotección totales).
El problema es que no somos perseverantes en nuestra oración, y quizá tampoco somos humildes y confiados, ni caritativos con el prójimo, condiciones esenciales para que Dios nos escuche (Mt 5,23; Mc 11,25). Seguro que tampoco oramos juntos, en familia, que, según Jesús, es la garantía de la eficacia de la oración (Mt 18, 19-20). Supuestas estas condiciones, lo que se nos pide es no cansarse de pedir, pues uno tiende a desistir de las cosas y abandonar sus justos reclamos, por cansancio y aburrimiento. Nos falta paciencia y confianza en Dios. Quien persevera, logra al fin su propósito.
La fe es la otra cosa esencial que nos falta cuando nos ponemos a orar. Fe en que Dios nos escucha siempre y acoge nuestra súplica. Fe en nosotros mismos, aun juzgándonos indignos de que Dios nos escuche. Fe en la bondad de la causa por la que oramos (salud, trabajo, etc.). De estas tres faltas de fe, pareciera que la más general y la que mejor explica nuestra poca perseverancia en la oración, es la primera. Nos cuesta creer que Dios nos escucha y acoge nuestra oración, cuando la experiencia nos muestra lo contrario. Y sin embargo es cierto. Nos escucha y acoge siempre, sólo que Su respuesta puede no ser tan inmediata ni tan igual que lo que esperamos… Por eso, no nos pongamos a orar como por si acaso a Dios se le ocurre atendernos. Sería una ofensa a Dios, que hace justicia sin tardar. Oremos juntos hasta conseguir.
¿Por qué Dios, que es bueno y sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, nos pide orar y orar siempre? ¿Por qué no nos lo da antes de hablar o a las primeras de cambio? Justamente por eso, porque es nuestro Padre bueno, que quiere entrar en comunicación con sus hijos. Orar no es un toma y daca, como se dice. Dios no es una contestadora automática. Es nuestro padre-madre que desea pasar un rato con sus hijos. Sin prisas ni presiones. Pongámonos en su presencia y hablémosle (oremos) con amor y confianza, hasta que Él quiera. Él tiene su hora y sabrá cuándo darnos la bendición que esperamos. No nos cansemos de pedir y de esperar…