El mes morado, para muchos fieles, es considerado el mes de las procesiones, el mes de los Cristos crucificados, el mes de una religiosidad popular marcada por la devoción de mirar a Cristo que se entrega por nosotros.
Este año ha sido como una larga cuaresma, pues continuamos un camino que empezó con solo 15 días de aislamiento. Esa cuaresma ahora nos propone mirar la cruz, una cruz que lleva a Cristo crucificado, esa imagen de Cristo que estábamos acostumbrados a ver en nuestras calles pasar.
Hemos llegado a octubre y la situación es diferente: no podemos estar en grandes tumultos ni en edificaciones, ni en las calles. Esperábamos que para estos tiempos ya habría una solución o un control a esta pandemia. Por precaución, por salud y por bienestar, esas imágenes no saldrán como tradicionalmente. Las andas han cambiado. Esas andas llevaban por las calles la imagen de Cristo, de Cristo que se entrega, de Cristo solidario, de Cristo que abraza la cruz, de Cristo que en su rostro expresa la más bella muestra de amor…Esas andas no saldrán. No habrá flores, homenajes, alfombras, arcos por las calles. Esa imagen del Señor está en espera también. Esa imagen del Señor, que estamos acostumbrados, también se solidariza por todos y las andas han cambiado.
¿Cómo haríamos recorrer la imagen del Señor en estos días? ¿Cómo haríamos reales esos globos, luces, flores, adornos por las calles en estos días? ¿Cómo no voy a ver pasar por mi casa la imagen del Cristo? ¿Qué andas puedo cargar este año?
Recordemos uno de los sentidos de las procesiones: desde antiguo, llevar una imagen en lo alto, era sentirse identificado con ella. Ahora no estamos identificados con la imagen, porque caeríamos en idolatría, estamos identificados con el testimonio de quién representa esa imagen. Entonces esa imagen sigue recorriendo, sigue expresando el rostro de amor, pero ya no va en lo alto de una anda, ni con luz, ni con flores; esa anda somos nosotros que llevamos cada día la imagen de Cristo en nuestra vida y la paseamos todos los días en nuestras casas y en las calles, con lo que nos ven y con los que nos escuchan… la imagen de Cristo sigue recorriendo las calles y el anda eres tú porque llevas esa imagen y semejanza de Dios.
Muchas hermandades se preparaban con anticipación, ensayaban cómo llevar esas andas por las calles, cómo organizar la procesión… ahora deben centrarse que para llevar estas andas, con la imagen del Señor en sus vidas, requiere algo más que ensayos, requiere algo más que preparación, requiere algo más que actividades, requiere algo más que flores y luces, requiere convicción; la convicción de que cada uno lleva en su vida la imagen de Cristo. Que cada uno lleva en su vida la solidaridad, el amor, la misericordia, la caridad… y que esta imagen no sale simplemente una vez al año, esta imagen debe salir todos los días, pero a veces es más fácil acudir cuando todos acuden y nos olvidamos que hay otros 360 días que el Señor espera por recorrer las calles en las andas de tu vida.
Hoy, la procesión de costumbre no saldrá, la imagen aún esperará, pero es el año en que debemos estar convencidos de cuán verdadera imagen soy de Dios, cuán verdadera imagen soy de Cristo y así salir por las calles dando testimonio de ello en nuestras obras.
¡Seamos esa imagen que los demás esperan! ¡Tú sé ese Cristo que el necesitado espera ver pasar por su casa! ¡Tú sé esa alegría que necesita el desconsolado! porque Dios ha puesto en ti su confianza para ayudar a los demás. Estas andas son difíciles de cargar pero son las que siempre debemos llevar. Todos somos imagen de Dios, imagen de Cristo…Lleva esas andas a quién realmente lo necesite.
P. Erick Félix Peche, CM
Banda de Shilcayo