Vicente de Paúl vivió entre 1581 y 1660 y tras un largo camino de conversión va reconociendo que Jesucristo evangelizador y servidor de los pobres será la razón de su vida y ministerios y a través de algunas experiencias fundantes descubrirá cuál es la voluntad de Dios, en Gannes – Foleville la misión, y en Chatillos les dombes, la caridad, estos dos ejes fundamentales de su espiritualidad serán vividos, ejercidos en una sociedad marcada por el hambre, las guerras y las pestes, y creo que volver a releer su vida y espiritualidad puede iluminar nuestro compromiso en la situación de crisis que nos toca vivir.
I.- Algunas enseñanzas del pasado: la experiencia de San Vicente de Paúl
San Vicente no fue ajeno a las pandemias. Con ningún otro tema sus emociones se agitaron tan profundamente. Los brotes de peste asolaron Europa con frecuencia durante sus años de actividad, arrebatando la vida a muchos de sus seres queridos. Marguerite Naseau, cuya historia a menudo contaba y a quien siempre consideró como la primera Hija de la Caridad, sucumbió a la peste a los 27 años, incluso antes de que las Hijas estuvieran reconocidas jurídicamente. Lambert au Couteau, de quien San Vicente dijo una vez “la pérdida de este hombre es como tener que arrancarme uno de los ojos o cortarme los brazos” y a quien envió para establecer la Congregación de la Misión en Polonia, murió sirviendo a los enfermos de peste en Varsovia en 1653. Antoine Lucas, muy admirado no solo por San Vicente, sino también por otros fundadores de comunidades religiosas del momento, murió a causa de la peste en Génova en 1656.
Las tragedias se sucedieron en la vida de San Vicente, especialmente en la década de 1650. A menudo hablaba de “guerra, peste y hambruna” como los azotes de los pobres. Además, hubo persecuciones en Argel, Túnez, Irlanda y las Hébridas. El primer mártir de la Congregación de la Misión, Thaddeus Lye, un seminarista, dio su vida en Limerick en 1652. Sus perseguidores le aplastaron el cráneo y le cortaron las manos y los pies en presencia de su madre. Cuando en 1657, además de escuchar que tres sacerdotes habían muerto camino de Madagascar, San Vicente recibió la noticia de que seis miembros de la casa en Génova habían sucumbido a la peste, se describió a sí mismo como “abrumado por el dolor” y agregó “no podría recibir un golpe mayor sin ser completamente destrozado por él”.
En sus cartas y conferencias, San Vicente mencionó la plaga más de 300 veces. escribió largas cartas que ofrecen consejos prácticos sobre cómo ayudar a las víctimas de la plaga a su amigo Alain de Solminihac, obispo de Cahors, y para los superiores en Génova y Roma. En sus conversaciones, describió la peste en Francia, Argel, Túnez, Polonia y en toda Italia.
Las cifras eran abrumadoras. Solo Francia perdió casi un millón de personas por la plaga en la epidemia de 1628-31. Durante aproximadamente el mismo período en Italia, 280.000 personas murieron. En 1654, 150,000 habitantes de Nápoles sucumbieron. Argel perdió alrededor de 40,000 personas en 1620-21 y nuevamente en 1654-57.
Génova fue una de los más afectadas. La mitad de la ciudad murió en 1657. La larga lista de miembros de la Familia Vicenciana que perdieron la vida allí es conmovedora.
Como uno podría imaginarse, las Hijas de la Caridad y las cofradías estaban en primera línea al ministrar a los afectados por la plaga (sin mencionar su servicio a aquellos cuyas vidas fueron interrumpidas por la guerra, el hambre y los conflictos políticos al mismo tiempo). Mucho de lo que San Vicente dijo a sus sacerdotes, sus hermanos y sus hermanas, así como a las mujeres laicas y los hombres en las cofradías, está teñido por las circunstancias de los tiempos y por la falta del conocimiento médico y recursos que tenemos hoy. Pero gran parte de lo que dijo y cómo reaccionó es relevante ahora que los miembros de la Familia Vicenciana se enfrentan a la COVID-19.
Aquí, permítanme resaltar cuatro puntos.
1.1.- Mientras lidiaba con emociones dolorosas, San Vicente seguía convencido de que, sin importar las circunstancias, nunca debemos abandonar a los pobres.
Son nuestra “porción” en la vida, afirmó. Fue firme al decirle a los miembros de su Familia que, incluso en circunstancias extremadamente difíciles, debemos ser creativos para encontrar formas de atender las necesidades de los que sufren. SanVicente le escribió a Alain de Solminihac: “Los campesinos pobres afectados por la peste generalmente quedan abandonados y con muy poca comida. Será una acción digna de su piedad, Excelencia, tomar medidas enviando limosnas a todos esos lugares. Asegúrese de que sean puestos en manos de buenos pastores, que tengan pan, vino y un poco de carne para que estos pobres los recojan en los lugares y horarios indicados para ellos… o de algún buen laico de la parroquia. ¿Quién podría hacer esto? Por lo general, hay alguien en cada zona capaz de realizar este acto de caridad, especialmente si no tienen que entrar en contacto directo con los afectados por la peste”.
1.2.- La interpretación evangélica de los acontecimientos por parte de San Vicente salió rápidamente a la luz en estos tiempos de crisis.
En diciembre de 1657, pensando en once miembros de su familia que habían perdido la vida recientemente, escribió: “Tenemos tantos misioneros ahora en el cielo. No hay lugar a duda de esto, ya que todos dieron sus vidas por la caridad, y no hay mayor amor que dar la vida por el prójimo, como lo ha dicho y practicado Nuestro Señor. Si, entonces, hemos perdido algo por un lado, hemos ganado algo por el otro, porque Dios se ha complacido en glorificar a los miembros de nuestra Familia, ya que tenemos buenas razones para creer, y las cenizas de estos hombres y mujeres apostólicos serán la semilla de un gran número de buenos misioneros. Al menos, estas son las oraciones que le pido que ofrezca a Dios.”
1.3.- Al aconsejar a los miembros de su Familia sobre cómo servir en medio de la plaga, San Vicente eligió un término medio.
Por un lado, los instó a permanecer cerca de los afectados por la plaga y a no abandonarlos; Por otra parte, animó a la Familia a observar las precauciones que líderes civiles y eclesiásticos recomendaban. Le dijo a Etienne Blatiron, el superior en Génova: “Lo único que le recomiendo con ferviente y ardientemente es tomar todas las precauciones razonables para preservar su salud”. Blatiron asumió numerosos riesgos y murió a causa de la peste en 1657. San Vicente le escribió a Jean Martin, el superior en Turín, “Me preocupa que solo haya descansado un poco y haya vuelto a trabajar tan pronto. En nombre de nuestro Señor, modere lo que hace y obtenga toda la ayuda que pueda”. Martin vivió y sirvió enérgicamente hasta 1694.
1.4.- Amplió la definición de mártir para incluir a todos los que valientemente dieron su vida por los pobres, y él nunca dejó de alabarlos.
Hablando de las Hijas de la Caridad, dijo: “Un Santo Padre dijo una vez que cualquiera que se entrega a Dios para servir a su prójimo y voluntariamente soporta todas las dificultades que pueda encontrar en ello, es un mártir ¿Sufrieron más los mártires que estas Hermanas… que se entregan a Dios (y) a veces están con personas enfermas llenas de infección y llagas y a menudo con fluidos corporales nocivos; a veces con niños pobres para quienes todo debe hacerse; o con pobres convictos cargados de cadenas y aflicciones?… Son mucho más dignas de elogio que cualquier cosa que pueda decirle. Nunca he visto algo así. Si viéramos el lugar donde hubiera pasado un mártir, nos 4 acercaríamos solo con respeto y lo besaríamos con gran reverencia. Míralas como mártires de Jesucristo, ya que sirven a su prójimo por amor a él”.
II.-Algunas respuestas a la pandemia
Hoy, nos enfrentamos a lo que, para la mayoría de nosotros, es una crisis sin precedentes, al encarar la COVID-19 ¿Cómo podríamos tratar de hacerlo en el espíritu de San Vicente? Puedo sugerir cinco cosas, que de una forma u otra ya se están llevando a cabo
2.1.- Servicio de voluntariado.
Los pobres son los que más sufren en crisis como esta. A menudo, se encuentran sin trabajo. Necesitan alojamiento, comida y otros servicios esenciales. Nuestra Familia tiene una larga historia, desde el tiempo de San Vicente hasta el presente, en la prestación de tales servicios. No solo se puede admirar a los médicos, enfermeras, técnicos sanitarios de emergencia, visitadores y a otros que continúan sirviendo a los que sufren en este momento., creo que hay distintas iniciativas que han surgido y se darán tras, por que “el amor es inventivo”.
2.2.- Donaciones.
El mercado de valores y otros índices económicos se han desplomado drásticamente en este período. Algunos lo toman como una advertencia antes de donar. Pero las necesidades de los pobres son aún mayores en momentos como este y no podemos perder de vista el sentido de la solidaridad, el compartir de lo que somos y tenemos. ¿Podemos, como Familia, seguir siendo generosos con los más necesitados?
2.3.- La oración.
El papa Francisco y muchos otros líderes religiosos nos están convocando a orar por las víctimas y por el fin de la pandemia. El padre Tomaz Mavric nos escribió recientemente para hacer un enérgico llamamiento similar. “Algunas hermosas oraciones han sido compuestas y están circulando en la red, como la del padre Jean-Pierre Renouard. Además de esto, puedo ofrecer esta simple sugerencia de San Vicente: “Dios mismo nos dice: ‘Una oración breve y fervorosa atraviesa las nubes’ (Sir 35:17). Esos dardos de amor son muy agradables para Dios y, en consecuencia, son muy recomendados por los santos Padres, quienes se dieron cuenta de su importancia. Eso les ruego, mis hermanos y hermanas”.
2.4.- Fortalecer la conciencia cívica y social.
Se trata de proteger la vida y la salud no sólo de uno, sino de la familia, de la comunidad, del país, del mundo entero; tenemos que seguir las recomendaciones de salubridad, seguridad, buscando el equilibrio, emocional, espiritual y asumir nuestras responsabilidades sociales (por ejemplo: Lavado de manos, uso de mascarillas, mantener la distancia física, aislamiento social, etc.)
2.5.- Nueva manera de ver y entender la vida.
Si algo tenemos que aprender de esta pandemia es que tenemos que reestructurar nuestras vidas desde los valores esenciales, como son: la primacía de la persona, recuperar o fortalecer las relaciones familiares, no perder el sentido de la solidaridad especialmente con los marginados, los pobres, y sobre todo centrar nuestras vidas en Dios y desde Dios, sabiendo agradecer el regalo de la vida y manteniendo viva la esperanza.
Reflexionando sobre un momento similar en la vida de San Vicente, uno de los biógrafos principales del santo, el padre José-María Román, escribió: “El año 1657 fue malo para San Vicente… Algunos podrían estar tentados de decir que el Señor estaba acumulando desastres en San Vicente para poner a prueba su temple y su virtud. Pero el anciano vigoroso superó con valentía todas estas adversidades. Y todavía tenía suficiente espíritu para emprender nuevas empresas”.
Estoy seguro que la Familia vicentina en todo el mundo, como San Vicente, está enfrentando el desafío del coronavirus con valentía y creatividad.