SOBRE CÓMO LEER LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN LA BIBLIA Y UN PROBLEMA URGENTE QUE DEBEMOS ATENDER

SOBRE CÓMO LEER LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN LA BIBLIA Y UN PROBLEMA URGENTE QUE DEBEMOS ATENDER

P. Mario Yépez Barrientos cm

Nuestra sociedad peruana viene afrontando un grave problema social que es el abuso y minusvaloración de la mujer y está llegando a niveles escandalosos. No es un problema de estos últimos tiempos, pues lamentablemente se ha dado de forma continua en la historia de la humanidad, pero en la actualidad, a pesar de las iniciativas por la consecución de derechos y la reivindicación de la dignidad y el rol de la mujer en la sociedad, tiende a proliferarse de modo alarmante. Por otra parte, la capacidad de vencer el temor de darlo a conocer con la consecuente denuncia, así como la rapidez y el impacto que ofrece tal información por los medios de comunicación, ha provocado que salgan a la luz muchos casos, los que, en otras circunstancias, quizá nunca se habrían hecho manifiestos. Esto ha generado que se conozca sin tapujos el real espectro del problema, pero también existe una terrible sensación, de que se está arraigando un patrón de conducta tremendamente perjudicial contra la mujer.

Aunque la crítica más fuerte va directamente a una mal llamada “cultura machista” (¡de dónde se entenderá esto como cultura!), todo esto nos debe llevar a generar un cambio de perspectiva urgente y necesario en todos los ámbitos de formación humana, y en la que se involucren las instituciones sociales y religiosas, y aquí quiero vincularlo con la propuesta de reflexión que deseo compartir.

No es ninguna novedad, que muchos ideólogos hayan defendido tesis machistas avaladas en la Sagrada Escritura, con una lectura fundamentalista que hace decir a la Biblia “la verdadera Palabra de Dios”, dejando de lado a propósito un estudio crítico de los textos bíblicos, y a su vez, una hermenéutica que ayude a sensibilizar que, si creemos que es “Palabra de Dios en palabra de hombres”, también el lector de nuestro tiempo tiene sentimientos y tiene el derecho de recibir y reaccionar frente a la propuesta del escrito, y más con textos que justamente narran lamentables situaciones de abuso contra la mujer, y, de estos, hay muchos casos. Esto es lo que puede resultar sorprendente para los cristianos, si se deciden leer verdaderamente la Biblia, pues las noticias de feminicidios que escuchamos diariamente, se cuentan también tal cual en algunos escritos de la Sagrada Escritura. A lo que voy, creo que desde quienes nos profesamos cristianos necesitamos ayudar a luchar contra este problema alejando lecturas fundamentalistas que desacreditan el valor de Sagrada Escritura y ofrecer una buena perspectiva de exegesis, pero sobre todo una coherente promoción de la hermenéutica del lector.

Mi propuesta es suscitar reacciones en ustedes amigos y amigas, en torno a lo que consideramos algo muy importante, la influencia de la Palabra de Dios en la vida cotidiana de los hombres y mujeres de todos los tiempos, pero desde este específico problema social y que, para sorpresa de muchos, está más que presente en muchos escritos de la Biblia. El motivo es que, conforme pasan los días, tales delitos contra la mujer parecen que proliferan más y más, generando una indignación que está conduciendo a un descontrol que busca hacer justicia por las propias manos y, por otro lado, como suele pasar ante la insistencia de tales noticias, propicia cierta indiferencia hasta voltear la cara literalmente a estas noticias, puesto que es “más de lo mismo” o ya no soportamos ni verlo ni oírlo. Por otra parte, se vienen dando marchas y eventos en contra de estos abusos liderados por las mismas mujeres e instituciones defensora de sus derechos; se postea mucho en facebook y twiter con una crítica dura y mordaz frente al machismo imperante; se comenta y critica en los medios la terrible situación que deben afrontar las mujeres día a día, y en esa búsqueda de la sensibilidad de la sociedad, de modo sorprendente, parece que genera más bien un estímulo atroz a los llamados “monstruos” para propiciar más abusos y muertes. Es verdad, que se viene promoviendo que las mujeres denuncien, no se callen, se empoderen, pero la realidad es que sigue predominando el miedo, la vergüenza, el temor de comprometer la vida de los hijos, la poca atención y celeridad de las autoridades a los casos que se presentan y, a su vez, ha generado un feminismo de ultranza que en la búsqueda de un legítimo derecho de igualdad propone un antagonismo contra el varón hasta someterlo definitivamente. Este asunto nos genera, como creyentes que somos, mucho más cuestionamiento, pues la Iglesia se ha visto salpicada por esta situación, destapándose de una forma sorprendente casos y casos de abusos, y muchos de ellos a mujeres, incluso dentro de la propia vida consagrada.

Ante todo este panorama paso a referirles lo siguiente: tuve la oportunidad de escuchar por video una ponencia interesante de la Profesora de la Universidad Gregoriana Nuria Calduch-Benages en su participación en un evento latinoamericano de reflexión bíblica (VIII Congreso Bíblico Internacional 2015, organizado por la Universidad Pontificia Bolivariana), donde disertó sobre el tema “Cómo explicar algunos textos difíciles de la Biblia”, y refirió la abundante alusión a la violencia, de la cual especificó aún más, el caso de la violencia contra la mujer. Esto despertó en mí el deseo de comentar al respecto, pues conforme desarrollaba su ponencia, confirmaba que aquello era un reflejo tal cual de lo que estamos viviendo en nuestra sociedad peruana.

Empiezo señalando la idea tan común para muchos de los creyentes y lectores de la Biblia: siendo Palabra de Dios, los libros de la Biblia nos ofrecen las respuestas a los problemas de la vida ya que guardan el mensaje de la salvación. Yo creo más bien que nos abre la posibilidad de mayores cuestionamientos que respuestas, puesto que lo que realmente está en juego es si soy capaz de leer el texto como se debe. ¿Realmente leemos la Biblia? Mi respuesta será: depende de lo que se entienda por leer.  Yo considero que muchos cristianos realmente no “leen la biblia”. Lo que han hecho es leer de corrido sin mayor atención o como se lee un periódico buscando información, o denominan leer la Biblia a solo escuchar lo que se proclama en la Santa Misa unido a la prédica del sacerdote (quien a veces tampoco ha leído detenidamente el texto sino que se limita a predicar lo mismo de toda la vida), o recuerdan remotamente aquella explicación del catequista o llaman conocer la Biblia porque se memoriza de lo que se postea por facebook. Ante lo dicho, te propongo que leas lo que sigue:

Como no querían acceder a escucharle, entonces, el hombre obligó a su concubina y la sacó fuera. Ellos la conocieron y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y por fin la dejaron al despuntar la aurora. Al amanecer, vino la mujer y cayó delante de la entrada de la casa de aquel hombre, donde estaba su marido; allí estuvo hasta que fue de día.  Su marido se levantó de mañana, abrió las puertas de la casa y salió para proseguir su viaje. Y, he aquí, vio que la mujer, su concubina, yacía a la puerta de la casa, con las manos sobre el umbral. Él le dijo: “¡Levántate y vamos!”. Pero ella no le respondía. Entonces el hombre la puso sobre su asno y se encaminó a su lugar.  Llegado a su casa, echó mano a un cuchillo y tomando a su concubina la descuartizó, miembro por miembro, en doce trozos, y los envió a todo el territorio de Israel.  Y todos los que lo veían exclamaban: “Nunca ha sucedido ni se ha visto nada semejante desde que los israelitas subieron de Egipto hasta el día de hoy”.

 Puede que ahora pases a pensar ¿Y esto está en la Biblia? Pues sí, está tomado del libro de Jueces (19,25-30). Parece un reportaje de nuestros días, lo que afronta una mujer de las tantas víctimas que se han dado a conocer. Es muy difícil, como lo refería la Profesora Calduch en su ponencia, ponerse en el lugar de la mujer siendo un varón, pero si al leer este pasaje – tan solo como un lector cualquiera – uno no siente gran indignación ante lo que se cuenta, entonces de verdad estamos perdiendo la sensibilidad propia de los seres humanos.

Por supuesto, que los textos tienen una valoración teológica y no intentan ser solo descriptores de situaciones históricas acaecidas hace mucho tiempo, con lo cual se podría entender y justificar – aunque considero que muchos escritos no nos ofrecen todas las claves que quisiéramos tener para una coherente interpretación -, pero, fuera de ese recurso viable, la sola presentación sin más de lo que se narra debería provocar en el lector una reacción de sorpresa y de indignación. Lo pongo a cuestión de la siguiente manera: es probable que la intención del autor no sea contar esto como una crónica, sino revelar que tal acontecimiento (o tales eventos) que se habría dado, era necesario convertirlo en una especie de patrón de conducta que era necesario erradicar. Para la reflexión del autor, el Israel de las tribus y clanes vivía como los pueblos sin rey, sin una norma que los uniese para evitar desmanes, sin un convencimiento aun que Dios les había entregado esa tierra, pues vivían en medio de pueblos con costumbres paganas. De esta forma, lo que se narra es una especie de justificación de la necesidad de instaurar la monarquía llamada a poner orden, una especie de apología a favor de la existencia de un monarca en Israel. Con todo, la orientación ha cambiado, pues, de no preocuparse de que haya sido un hecho real se ha pasado a la consideración de que estamos ante una metáfora que provoca la aceptación de la necesidad de la presencia de un rey. Otros, suman a esto, la importancia de la ley de la hospitalidad (una ley no escrita propiamente, aunque asumida como tal), que debía imponerse por, sobre todo. Así, siguiendo la lectura, resultaba de “menor daño” la entrega de alguna mujer de la familia para satisfacer las malas intenciones de los pobladores en lugar de aceptar que el huésped peregrino pueda ser tratado según les plazca por aquellos pues no son capaces de valorar esta práctica de la hospitalidad. Desde este punto de vista, muchos explican que esto no fue real sino es más bien una metáfora en extremo para respetar la ley de hospitalidad. Un punto a favor de esta explicación, es que no es el único texto que revela este esquema narrativo, lo que revelaría un patrón de estilo literario que hay que tener en cuenta (cf. Gn 19,5). Hasta aquí, la tarea de exegesis e interpretación.

Ahora, te invito a que te pongas en el papel del lector y, y aún más, una mujer que lee este texto. Así sea un motivo de contrastar con la ley de hospitalidad, ¿por qué llegar a tanto en una narración? ¿Qué culpa tiene una mujer para ser tratada de esa forma, ser entregada para ser vejada, y posteriormente asesinada y descuartizada por su propio marido? ¿Por qué ser descrito así y ser considerado dentro de la historia de salvación ofrecida por este autor en este escrito de Jueces? Hoy nuestros pueblos han alcanzado una regulación normativa de consenso, no podemos considerarnos pueblos incivilizados, somos gobernados por una democracia o una monarquía constitucional, o diversas formas de autoridad civil, ¿y por qué se siguen cometiendo estos abusos? No hay justificación que valga, pero si este relato pone en consideración que era necesario establecer un orden para no llegar a cometer tales desmanes, hoy que existe un gran reconocimiento de la dignidad y derechos de la mujer y de toda persona humana, ¿por qué pasan estos terribles abusos hoy? Por otra parte, hay quienes sostienen que existen leyes que son más importantes que otras por sus consecuencias, por su trascendencia, etc. En el pasado, parece que resultaba de mayor importancia proteger al huésped, tanto que uno podría ser capaz de dar a la propia mujer en lugar del hospedado. Esto dio pie a que se proponga una lectura anti-mujer (junto con otros textos) por parte de los fundamentalistas defensores, de que como “es Palabra de Dios”, hay que pensar así. ¡Terrible discernimiento! ¿Por qué no defender las dos vidas, la del huésped y la de la mujer, iguales en su honor y dignidad? ¿No crees que encontrarte con este tipo de textos te debe llevar a una mirada crítica del presente, en lugar de espantarte, escandalizarte y dejarlo de lado? Es la sociedad organizada y apoyada en una autoridad la llamada a defender la vida de la mujer, y esto podría sonsacar cualquier lector que pueda hacer un análisis ágil ante la justificación teológica presentada al final del texto.

Obviamente, muchos al leer estos pasajes podrían sentir que hiere su susceptibilidad, y qué bueno que así sea. ¿Acaso no te molestas cuando escuchas esas noticias a diario sabiendo que no se deberían dar? ¿Acaso estos textos sagrados no pueden traslucir hechos que han pasado siempre y siguen siendo motivo de indignación, de cuestionamiento a nuestra sociedad que ahora dice ser llamada una sociedad de bienestar? Las terribles incoherencias que escuchamos y vemos hoy sobre estos abusos revelan nuestra inoperancia como sociedad que intenta buscar alguna forma de impedir estas cosas, pero de lo que no podemos escapar es aquella reacción primera de indignación y que nos debería suscitar, al menos en principio, que esto no puede volver a suceder.

Otro de los pasajes muy complicados de interpretar es el asesinato de la hija de Jefté (Jue 11,29-40). En las luchas de Israel con los pueblos cananeos, surge la figura de un rechazado por su propia familia, Jefté, a quien recurren para liderar la batalla contra los amonitas, convirtiéndose en líder de los israelitas de Galaad. El autor menciona que el Espíritu del Señor se apoderó de Jefté quien decidió atacar a los amonitas, pero antes hizo un voto: “si entregas en mi poder a los amonitas, el primero que salga por la puerta de mi casa para venir a mi encuentro, cuando regrese vencedor, será para el Señor, y lo ofreceré en holocausto” (Jue 11,30). Si has leído atentamente, la primera reacción debería ser: ¿y como es posible eso? ¿Sacrificar en holocausto a una persona? Pues, la cosa se complica aun más porque sale su hija, la única, a recibirlo. Jefté se lamenta, pero debe cumplir la promesa. La hija respeta el voto hecho por su padre y pide se le conceda llorar por tener que morir sin hijos (Jue 11,37). Al retornar su padre cumplió la promesa, y el autor añade una especie de explicación etiológica a partir del lamento de la hija de Jefté: el origen de una costumbre que realizan las mujeres de Israel. Nuevamente, se puede recurrir a la misma razón de lo anterior, en el contexto literario del tiempo anterior a la monarquía: una necesidad de civilizarse, ordenarse con una autoridad, influencia de pueblos bárbaros con costumbres tan aberrantes como la de sacrificar hijas, etc.; o también precisar una leyenda etiológica para Israel como producto de un relato antiguo. Pero, la reacción de un lector podría orientar el tema hacia otro lado: ¿por qué llegar a esto?, ¿por qué la vida de una mujer inocente?, ¿acaso no tiene valía su vida? ¿por qué vincular tendenciosamente la vida de alguien con un voto a Dios? Sin duda, como lector, genera un repensar las cosas, incluso nuestras concepciones acerca de los votos que uno realiza. Pero, otra vez, una mujer, la vida de una mujer en juego.

Si seguimos en nuestra reflexión, las violaciones a mujeres, se repiten en diferentes pasajes del AT. El caso de Dina, la hija de Jacob (Gn 34), que fue violada por Siquén, pero que luego se enamoró de ella y buscó ganársela para sí, lo que desencadenó una venganza por parte de los hermanos de Dina, Simeón y Leví, los cuales aprovechándose de los dolores propios de la circuncisión que realizaron los miembros de la familia de Siquén, termina con una queja que conmueve al lector. Jacob se enoja con sus hijos que habían rescatado a su hermana de aquella familia, sacándoles en cara lo que habían hecho, pero la respuesta de los hijos de Jacob complementa el asombro: “¿Hubieras preferido que trataran a nuestra hermana como una prostituta?”. ¡Qué terrible! Parce justificable la queja de los hermanos de Dina a su padre que estima de mayor consideración el honor de la familia que la dignidad de su hija. Parece que el autor no pretende justificar la venganza – y no deberíamos leerlo así -, pero otra vez nos vuelve a cuestionar. Solo una apreciación pequeña al respecto. Como tendemos ser muy moralistas, uno de nuestros grandes problemas al leer estos textos es pensar que el autor bíblico debía tener esta consideración del plano moral de todas formas. Pues, déjenme decirles que eso no es así. En muchos casos, el autor no le interesaba tanto ese aspecto “moral” sino atender otros aspectos. En otro artículo trataré de comentar esto.

Otro caso es el de Tamar (Gn 38). El patriarca Judá tuvo sus hijos y uno de ellos murió sin tener descendencia dejando a su esposa Tamar viuda. El otro hijo de Judá no quiso cumplir la ley de levirato para dejar descendencia a nombre de su hermano y Judá pidió a Tamar que esperara a que crezca su otro hijo. Pasado el tiempo, Tamar al enterarse de que Judá estaba cerca y no cumplía su palabra, decidió comprometerlo. Aquel patriarca la tomó por prostituta y se acostó con ella sin saber que era su nuera. Pero aquella mujer pensando en su suerte pidió que le entregara alguna de sus prendas esperando que le pagase oportunamente. Cuando se enteró de que no había ninguna prostituta en el lugar que la había encontrado, y que luego le dieron a conocer que su nuera Tamar se había embarazado se molestó mucho y ordenó tajantemente: “¡que la saquen y la quemen!”. ¡Cómo! Pues sí, esa era la terrible orden, pero Tamar, decidió revelar las prendas que tenía y provocó el cambio de parecer de Judá pues se vio acorralado con la responsabilidad que no quiso asumir. Nuevamente, nos admiramos que fácil era meter a una mujer en problemas y que fácil resultaba sacarla de en medio si las cosas se ponían comprometedoras.

Por último, sabemos que la imagen del matrimonio es una de las más utilizadas en el AT, sobre todo en los profetas, para hablar de la relación entre Dios y su pueblo, Israel. Ahora bien, siempre se subraya la fidelidad de Dios – varón -, y la infidelidad de Israel – mujer -. Entonces, una institución antigua respetada como el matrimonio se convierte en la mejor expresión de lo que debería ser la relación entre Dios y su pueblo, pero como contraparte la mayor expresión de infidelidad es la que corresponde a la mujer, Israel, que no solamente es infiel, sino que se describe crudamente esa infidelidad: prostitución, fornicación y adulterio. El énfasis del tema sexual es tan insistente que cuando uno lee estos pasajes proféticos es capaz de dejar de leerlos y pasar la página. Es obvio que estas lecturas resisten a las posturas feministas, pues afirman que esa proyección del Dios varón fiel no termina de convencer, como una imagen que pueda decir mucho hoy en día. Otra vez, existe un trasfondo teológico evidente y es que se pretende subrayar la fidelidad a toda prueba de Dios. Pero, una vez más como lector debe surgir este interrogante: ¿por qué dejar tan mal a la mujer como si fuera era ella la gran causante de todos los males por más que personifique a Israel?

Uno de los pasajes más expresivos de todo esto es el largo fragmento de Ezequiel 16, que sorpresivamente la liturgia lo propone en un día de feria. Yo he sentido en los lectores cuando les toca proclamar este texto un sinsabor por cómo se describe la profecía y te invito a que lo hagas detenidamente. En proporción nada más, el tono de reproche lo componen 58 versículos mientras que el mensaje de esperanza solo los últimos 5 versos (aunque del verso 5 al 14 podría considerarse con tono positivo, pero le corresponde a Dios, no tanto a la mujer). Más adelante, en Ez 23, las dos hermanas Oholá y Oholibá (personificacioes de Samaria y Judea) son denunciadas como adúlteras, e incluso Dios las pone en vergüenza ante sus amantes presentándolas desnudas ante ellos, hasta que decide que sean apedreadas. ¡impresionante! ¡Y es Palabra de Dios!

De que hay pasajes difíciles en la Escritura los hay, que se puede justificar lo que se describe pues sabemos que son textos de reflexión teológica más que descriptivos, y que deben tener un sentido para que hayan sido acogidos por la comunidad como sagrados. Lo que está claro es que debe existir una clave (o claves) que no está tan cercano a nosotros. En fin, nuestra propuesta es que como lectores que somos de la Sagrada Escritura no podemos ser indiferentes a estos pasajes donde se compromete la honra de una mujer y que nos debe llevar a enervarnos y hacer algo para que nunca más se vuelva a repetir un ensañamiento cruel contra la mujer. Una anotación importante para esto, es alejar toda lectura fundamentalista que es capaz de denigrar a la mujer con textos de la Escritura y que es lamentable que se siga difundiendo y aceptando.

No perdamos la oportunidad de apoyarnos también en una hermenéutica del lector, aquella que hace una lectura responsable y comprometedora, aquella que es capaz de tocar fibras íntimas y de desafiar el “orden establecido”. No tapemos la realidad con palabras sencillitas, con excusas de que son casos aún de muy poco porcentaje: una mujer violada, despreciada, vejada, asesinada, así sea solo una debería tener toda nuestra atención. Dejemos de lado lecturas fundamentalistas, apañadoras de cuestiones insostenibles; conozcamos un poco más de la exegesis e interpretación de los textos con su valor teológico propio para esos primeros destinatarios; abramos el espíritu a una hermenéutica del lector que nos cuestione ante la realidad que vivimos, dejando aflorar nuestros sentimientos más profundos ante lo que leemos o escuchamos; y sigamos ofreciendo propuestas de discernimiento a la luz de la fe para dar a conocer el plan de salvación de Dios que no contradice la dignidad y realización plena del ser humano, en el hoy de nuestra historia. Esto no es solo cuestión de la mujer, esto es algo que nos atañe a todos, pero ahora, es preciso fijar toda nuestra atención en la mujer. ¡Basta ya de tantos abusos y crímenes!

Ponencia de Prof. Nuria Calduch:

https://youtu.be/Pi_j9GwtC1E?list=PLaHYOK4465dAXIBX5GSBh-NVcH65BMEY-)

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