AUTORIDAD PARA LIBERAR

El libro del Deuteronomio tiene la particularidad de haber sido escrito mucho tiempo después de haberse dado ya los hechos sucedidos que contiene en sus propias líneas. Es una especie de testamento o legado espiritual que intenta justificar todas las instituciones que regían a Israel en tiempos previos al exilio pero que tomará una gran significación cuando al volver del destierro se busca uniformizar las tradiciones para sostener el judaísmo ahora ya frente a las potencias sobre las que quedará subyugada como los persas y los griegos. Escucharemos este domingo un fragmento importante que nos cuenta de la promesa de Dios de suscitar al “Profeta” como Moisés, una tradición de tiempos proféticos que cobrará fuerza en tiempos de la expectación por el Mesías. El texto se abre paso en medio del consejo que da Moisés sobre el discernimiento en torno a los verdaderos y falsos profetas.Los profetas hablan “palabra de Dios”, son intermediarios humanos que facilitan este diálogo pues Dios es infinitamente trascendente, y en pocas palabras se defiende que el mensaje del verdadero profeta se cumplirá porque es la voluntad divina la que le encamina a profetizar. En tiempos de Jesús, se ensalzó esta figura del “profeta como Moisés”, aguardando que el Esperado de los tiempos, al modo de Moisés legisle e interprete las Escrituras, que es Palabra de Dios, como lo hiciera el gran Moisés.

La segunda lectura, Pablo sigue exhortando a los cristianos de Corinto acerca de las diferentes vocaciones, pero en perspectiva de lo que resulta “más conveniente”. Pablo aquí no está dando ninguna orden ni tampoco busca desacreditar la vocación a la vida matrimonial, sino más bien, quiere resaltar sobre todo ante la supuesta premura de la llegada de la Parusía (la segunda venida de Cristo) que es más conveniente atender a esta esperanza más que atender las preocupaciones propias de la vida del casado que tiene que fijar su atención en las cosas “de la tierra”. Aun con todo, los casados no deben olvidar que nuestro destino final es el cielo, y si bien es cierto, se vive pendiente de las cosas propias de la vida de una familia con todas sus preocupaciones diarias, no se puede dejar de lado la vida espiritual y todo lo que nos pueda ayudar a mantener viva la esperanza en el cielo.

Finalmente, el evangelio de Marcos, el evangelio del discipulado, nos presenta cómo se va desarrollando el ministerio público de Jesús en Cafarnaúm, alrededor del lago de Galilea. Se subraya sobre todo el tema de la autoridad de Jesús que prácticamente enmarca la narración del exorcismo de aquel hombre en la sinagoga de aquel pueblo. En el marco de la literatura apocalíptica de tiempos de Jesús se entendía que el mundo se hallaba dominado por las fuerzas demoníacas o malos espíritus que distorsionaban la armonía de la creación salida de las manos bondadosas de Dios. El corazón del hombre se había dejado corromper por estos malos deseos y se atribuía las fuerzas oscuras de malos espíritus y demonios este desorden, y por ello este evangelio de Marcos se preocupa de presentar a Jesús como el gran exorcista, el cual, teniendo el poder de liberación de Dios, es capaz de expulsar y erradicar la maldad de la tierra, dejando libre a los hombres esclavos por el pecado y el mal. Por tanto, la enseñanza con autoridad no solo se traduce en palabras sino en acciones eficaces de liberación: “el tiempo se ha cumplido”.

Hoy seguimos necesitando el ejercicio del exorcismo, pero comprendido desde esta propuesta evangélica. Fuera de todas las disquisiciones en torno a los espíritus y a las supersticiones que muchas veces nos preocupan y aterran sobre este tema, hablamos de cómo el mal irrumpe con fuerza en los deseos humanos arrastrándonos a cometer graves equivocaciones rompiendo así la armonía de nuestra propia vida y de la creación. Pero tenemos con nosotros la fuerza de Dios que nos ayuda a expulsar estos “malos espíritus”, esos vanos deseos que nos confunden y nos incitan a hacer daño al prójimo. Ante tan poderosa enseñanza solo nos queda escuchar atentamente la voz del Señor, la voz de sus profetas, la voz de sus apóstoles, la voz del discernimiento necesario para hacer nuestra su enseñanza.

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