DÉJATE SORPRENDER POR EL MISTERIO DEL DIOS TRINITARIO

La Liturgia nos invita a contemplar en este domingo el Misterio del Dios Trinidad que confesamos los cristianos. Creemos en un solo Dios que se nos ha manifestado como Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres personas, pero solo un Dios. Gracias a la iluminación del Espíritu en la sabiduría de los Padres de la Iglesia y de los grandes teólogos de todos los tiempos confirmamos esta profesión de fe como verdad revelada que asentimos libremente con devoción y piedad firme. Pero esto no es una cuestión mental, no es un discernimiento de conceptos, sino una experiencia profunda de fe en la que el hombre responde al Dios que se ha revelado en la historia como Padre, Hijo y Espíritu Santo y eso queda bien evidenciado en la Sagrada Escritura. El hecho de haber llegado a una definición dogmática fundamental no nos exime de seguir aprendiendo a conocer y dejarnos sorprender por este Dios que sale a nuestro encuentro deseando que alcancemos esa realización plena en una interacción frecuente entre su infinita voluntad y el ejercicio de nuestra libertad.

Aunque resuena como un atributo, la misericordia es lo que definiría la esencia de Dios en el AT, aunque para llegar a ello, Israel tuvo que pasar siglos de discernimiento acerca del Dios que se le estaba manifestando. Las huellas de este discernimiento han quedado grabadas en los diferentes escritos de la Biblia que van revelando las diferentes concepciones teológicas que tenían de Dios. Desde la experiencia del sufrimiento ante el exilio acontecido el s. VI a.C. empezó el delicado trabajo de poner por escrito las diferentes tradiciones de su origen y desarrollo en la historia y no vieron mejor método que colocar en una misma historia de fe las diversas perspectivas de cómo entendieron a Dios hasta convencerse de que a pesar de su infidelidad Dios volva a confiar en ellos para una misión más allá de sus expectativas. Así, van leyendo la elección de Abraham que revela al Dios de las promesas, la epopeya del éxodo acompañada de la terrible desgracia de la idolatría revelando al Dios comprometido con la historia y misericordioso por siempre, la preservación de la dinastía de un rey manifestando al Dios soberano que tiene reservado su Mesías por venir, el desastre del exilio que revela a un Dios silencioso pero acompañando en el dolor y sufrimiento, la vuelta del exilio manifestando a un Dios de la esperanza y de la vida más allá de la muerte. Hoy escucharemos en la primera lectura un fragmento del libro del Éxodo que justamente retrata al Dios de la misericordia. Quizá desde la visión humana, la infidelidad de Israel en el desierto debería haber terminado la alianza pactada, y de alguna forma el texto lo refrenda, pero es a partir de un sorprendente diálogo con Moisés, donde se descubre que Dios no abandonará jamás a su pueblo a pesar de sus idolatrías y transgresiones y movido por su misericordia decide acompañarlos hacia la tierra prometida. Así, Dios se revela como el “siempre fiel”. Israel en el desierto no merecía más la protección de Dios, pues había rechazado al Dios que les había liberado de la pero este Dios en la visión del AT se manifiesta de un modo sorprendente: es capaz de perdonar a los que fallaron en la fidelidad a la alianza. Pablo, en su carta a los corintios, se

despide de esta comunidad, animándolos a que busquen la perfección en orden a su vocación, y brota de él una invocación sorprendente, intuyendo la acción salvífica de Dios en la historia: la gracia de Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo; todo esto repercutiendo directamente en la vida de los creyentes. La reflexión teológica nos ayudará tiempo después a comprender mejor estas inspiraciones como la presentación del Misterio de Amor que hoy confesamos en comunidad. El evangelio que se nos presenta este domingo está tomado del encuentro de Jesús con Nicodemo. Luego de hablar del nuevo nacimiento que experimenta el que cree en el Enviado del Padre, revela la acción salvífica de Dios cuya única motivación es el amor, este amor que lo llevó hasta el extremo de entregar la vida por todos. Todo queda centrado así en creer o no creer en el Enviado del Padre. Allí se decide la salvación.

Como vemos, esta confesión de fe del Dios Trinidad no se ha alcanzado solo con razonamientos ni elucubraciones, sino a partir del encuentro vivo con el Dios de la alianza, el Dios de la misericordia, el Dios de Jesucristo. Pero no olvidemos que nuestro Dios seguirá siendo un Misterio, no porque no se pueda conocer o acceder a él, sino porque seguirá atrayéndonos en la sorpresa de sus acciones siempre a favor de la humanidad y de la mantención de esta obra maravillosa de su creación, aunque para ello respetará la libertad de sus criaturas y sostendrá las leyes que rigen el orden de la creación. Dejémonos sorprender por el Dios del amor, no te cierres a su acción salvífica, déjate confrontar por tu religiosidad poco comprometida, quizás termines como terminaron tantos santos sabios y grandes teólogos que escrutaron mucho el misterio de Dios: postrado y alabando. Por eso, este domingo, el salmo propuesto es un himno que rompe la narración propuesta por el autor del libro de Daniel, y lo pone en boca de los tres jóvenes judíos que se mantuvieron firmes en la fe de sus padres ante la desafiante orden del rey extranjero de que abandonen sus prácticas religiosas. Puede que este himno esté inspirado en otros salmos como el 135 y el 148. Hagamos nuestra esta alabanza que sin duda fue cantada en épocas de angustia y tribulación: “Bendito seas Dios de nuestros padres, a ti gloria y alabanza por los siglos”.

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