Queridos hermanos, nuestra vida sigue estando en las manos del Señor, no descuidemos nuestro compromiso de ser buenos hijos de Dios y sobre todo buenos hermanos el uno para el otro.

Quisiera preguntarme y, al mismo tiempo, lanzarles la pregunta: si todo un equipo nos ha unido y nos hemos puesto la camiseta, ¿será posible que nos unamos para que verdaderamente adoremos al Señor en presencia real? Todos gritamos los goles, todos nos vamos a levantar temprano para alentar a nuestros muchachos, ¿por qué no hacemos lo mismo este domingo que tenemos la procesión de las procesiones? Es el mismo Señor que nos convoca, no es un santo, es el Rey de Reyes.

Muchas veces tengo la impresión de que solo nos convertimos en simples veneradores de imágenes y cuando verdaderamente tenemos que salir a las calles no lo hacemos. Creo que es una hermosa oportunidad para manifestar nuestra cercanía al Señor y nuestra adhesión de fe y nuestro compromiso como verdaderos hijos de Dios.

Qué hermoso recordar en el texto evangélico de esta solemnidad, aquellas palabras que nos dejó el Señor, es la fracción del pan, fue el alimento de tantos santos que han estado con nosotros, es la fortaleza de los débiles y es el viático de los que parten al encuentro del Padre. Sin duda es el acontecimiento, memorial, que ha sido capaz de unirnos entorno al altar. No podríamos tener mejor oportunidad, que el mismo Cristo se haya quedado con nosotros.

Las primeras comunidades que se iniciaron en la vida de Cristo, se han fortalecido gracias a este alimento, nosotros ¿ por qué no seguimos teniendo esa misma fe de los primeros seguidores de Cristo?, ¿por qué aún nuestro corazón vacila, nuestra fe se quebranta? No podemos  dejar un instante de creer en este regalo maravillo. Aquí en este tiempo que nos encontramos nos viene bien hacer memoria de todas las bondades recibidas del Señor. ¿Por qué no volvemos a tener esa inocencia y nerviosismo cuando nos preparábamos para recibir nuestra Primera Comunión? Ese fue el camino que lo hicimos con alegría, porque nuestra desesperación era grande por recibir a Cristo eucaristía, porque recibiríamos algo que nos llenaría para toda la vida.

Hoy parece haberse perdido el sentido de aquel gran momento, parece que nos diera lo mismo que nos preparemos para comulgar, nos parece que simplemente llega la hora de comer y nos dispones a sentarnos en la mesa con lo que tenemos y somos, hemos perdido la esencia de hacer las cosas por amor. Nos hemos descuidado hasta para estar bien con el Señor.

Queridos hermanos que este domingo, como todos los demás, renovemos el deseo de prepararnos a conciencia para recibir al Señor y que al reunirnos entorno al altar para la fracción del pan, reavivemos el misterio de nuestra salvación haciendo memoria de aquello que el Señor no dejo. Viva Jesús eucaristía.

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