Después de celebrar la fiesta solemne de la Santísima Trinidad con la que hacíamos memoria del Dios en quien creemos y confesamos que en Él hay tres personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero un solo Dios verdadero.

Este domingo los creyentes somos invitados a celebrar la fiesta solemne de EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO, que en latín es llamada “FIESTA SOLEMNE DEL CORPUS CRISTI” mediante la cual la madre Iglesia busca recordar a los que saben y enseñar a quienes aún lo ignoran que en las especies del pan y el vino que se presentan como ofrenda a Dios en el altar, dones que el mismo nos ha dado, sucederá un hecho prodigioso ya que al pedirle que por la fuerza de su Espíritu santifique esos dones de manera que se conviertan en el cuerpo y la sangre de su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, sucede que por las palabras de la consagración, que pronuncia el sacerdote, el pan deja de ser pan para convertirse en el Cuerpo del Señor y el vino deja de ser vino para convertirse en la Sangre del Señor, alimento y bebida que nos dan la vida eterna.

Por eso la finalidad pedagógica de la fiesta es renovar nuestra confesión que en la Misa se hace visible y presente aquel que después de resucitado se le aparecía a los discípulos para convencerlos que realmente había resucitado, además para recordarles aquello que les había enseñado mientras estuvo con ellos, Jesucristo Señor Nuestro.

El evangelio nos presenta a los discípulos tomando la iniciativa al preguntarle al Señor “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? A lo que el señor responde enviando a dos de sus discípulos a preparar la cena de Pascua en un lugar específico para lo cual les da directivas concretas.

Esta cena de Pascua era celebrada cada año por lo judíos en recuerdo a la liberación que Dios había realizado en favor de sus antepasados cuando estaban esclavos en Egipto. Era una cena memoria ya que ayudaba a recordar, de allí se entiende la preocupación de los discípulos por la preparación de la cena de Pascua.

Es en el contexto de esta cena de Pascua, que el Señor Jesús toma el pan y diciendo las palabras de bendición lo parte y lo da a los suyos pero con un sentido nuevo al decirles “tomen, esto es mi cuerpo” y haciendo lo mismo con la copa se las dio a beber a todos diciéndoles “está es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos.” Desde ese instante la antigua cena de Pascua que servía para hacer memoria de la liberación de Dios en favor de los hebreos esclavos y sufrientes en Egipto ahora servirá para hacer memoria de otra liberación que Dios realiza en favor de todos por medio de su enviado, su Hijo muy amado, liberación del pecado y de la muerte.

Y realiza todo esto por puro amor a nosotros que estando esclavos del pecado y de la muerte, Él nos libera de esta esclavitud para que vivamos en la libertad de los hijos e hijas de Dios y participemos de su vida eterna.

 

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