Esta fiesta que celebramos, junto con toda la iglesia, nos ayuda a vivenciar, que Dios, Padre Misericordioso con todos, cumple su promesa, enviando su santo espíritu que es aquella fuerza venida de lo alto y que empujará a los discípulos a cumplir la tarea misionera de anunciar el evangelio de la salvación a todas las naciones.

En los hechos de los apóstoles se nos narra el acontecimiento de la venida del Espíritu Santo sobre la comunidad reunida en el mismo lugar.

La imagen que utiliza el escritor sagrado para hablar de este acontecimiento es el fuego para expresar la presencia y el actuar de Dios en medio de los reunidos, sobre quienes se van deteniendo como “…UNAS LENGUAS COMO DE FUEGO…”.

Si recordamos el acontecimiento en el monte Horeb vivido por Moisés, cuando pastoreaba las ovejas de su suegro Jetró,  también es el fuego quien indica una presencia, la presencia o manifestación de Dios.

Si recordamos la partida del profeta Elías también será el fuego, la imagen que expresará el actuar de Dios, “…fue arrebatado en un carro de fuego…”.

Es decir, cuando el escritor sagrado describe la escena, que siguió a aquel ruido tan grande, es que vieron aparecer unas lenguas, como de fuego, que se repartieron y posaron sobre todos los presentes. Es decir la manifestación y el actuar de Dios en este caso, es en favor de todos los presentes.

Se les concede a quienes han recibido el Espíritu Santo expresarse en diferentes idiomas como expresión de que la obra de la evangelización no se detiene, por ninguna dificultad, sino que esta se realiza porque es obra de Dios.

El evangelio según san Juan, que se proclama este domingo, nos narra que el mismo día en que resucito el Señor, el primero de la semana, al atardecer, se les apareció a los discípulos en aquella casa donde estaban reunidos y luego de desearles la paz, les dio muestras de que realmente era Él mostrándoles las manos y el costado, lo cual lleno de alegría a los discípulos, y luego el Señor, después de desearles la paz, SOPLÓ SOBRE ELLOS EL ESPÍRITU SANTO, y junto con el don que les hace, en ese momento les da un encargo, una tarea, una misión: perdonar los pecados, haciendo notar que esa acción es asumida también por Dios quien los perdona en lo alto; pero que si ellos no los perdonan, es decir si los retienen igualmente en lo alto les serán retenidos.

Recordemos aquí que el perdonar los pecados es propio de Dios padre, según creían los judíos. Sino recordemos aquel día en que el Señor Jesús decía al paralítico tus pecados son perdonados algunos pensaban que estaba blasfemando, hablando en contra de Dios, pero Él dio muestras que tenía poder para hacerlo y por eso aquel día el que estaba paralítico salió caminando llevando su camilla.

Ahora el señor delega esta misión de perdonar los pecados a sus discípulos, a todos los que han recibido el espíritu santo. Y esto porque la salvación de Dios es para todos y nadie debe quedar fuera de ella. Pues bien sabemos que el pecado de alguna manera nos aleja de Dios, de allí que la tarea sea perdonar los pecados para que nadie se sienta lejos de Dios sino que viva en su presencia y haciendo su voluntad y de esa manera se realice el deseo de Dios que “no quiere que el pecador muera, sino que se convierta y que viva.

La misión del Espíritu Santo, según lo enseñado por el Señor Jesús, en favor de los discípulos es recordar todo lo que el Señor Jesús nos ha enseñado de parte de Dios nuestro Padre, y también enseñar de parte de Dios Padre todo lo que necesitamos para conocer y hacer la voluntad de Dios como expresión de que aceptamos el perdón y la salvación que nos da en su Hijo muy amado, Nuestro Señor Jesucristo. No está demás recordar aquí que LA VOLUNTAD DE DIOS ES SALVARNOS, Y NUESTRA TAREA ES DEJARNOS SALVAR POR ÉL.

Que este mismo Espíritu nos guie por los caminos del Señor y nos ayude con su fuerza para mantenernos perseverantes en ellos.

BENDICIONES FAMILIARES Y AMIGOS.

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