EPIFANÍA: FIESTA DE LA LUZ

Celebramos en toda la Iglesia Universal la Solemnidad de la Epifanía o manifestación del Señor. Y como toda fiesta Eucarística, el personaje central ES JESÚS, no el personaje de “barba blanca y traje rojo”, el que nos alumbra con su luz en medio de las tinieblas el que se da a conocer.

Como aquella noche santa de Navidad, podemos alzar la cabeza porque está con nosotros nuestra salvación, nuestra liberación, hoy podemos dejarnos transformar por el Mesías esperado y prometido por los pueblos, hoy podemos alegrarnos por este noble – gran y hermoso acontecimiento de salvación. Hoy, como en la noche santa de navidad recordamos que nace la luz, nace la esperanza, nace la vida, NACE JESÚS.

Hoy le contemplamos como lo que es: EL ENMANUEL DE NUESTRA VIDA, EL DIOS CON NOSOTROS.

Isaías en la 1ra lectura dice: “Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz” (Is.60,1-6). Epifanía, es una fiesta para levantarnos de las tinieblas y abrazarnos a la luz. Levántate debe ser un grito esperanzador y consolodor que nos hace el Señor. Si me levanto, entonces resplandeceré.

¿Puedo brillar, como luz, en un mundo donde parece que todo es tinieblas?, ¿puedo brillar en un mundo donde le da constantemente la espalda a Dios?, ¿puedo brillar en un mundo donde lo malo aparece como bueno, donde al pecado ya no se le llama pecado?, ¿puedo brillar en este mundo donde la vida que está por nacer es descartada y abortada por políticas antivida?, ¿puedo ser luz en medio de tanta gente que reemplaza a Dios a diario? Es todo un reto. Las tinieblas no pueden dominar el mundo.

San Pablo en la 2da lectura de hoy dice: “Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios, que se me ha confiado en favor de ustedes” (Ef.3,2-3.5-6). Dios da conocer su amor a todos, piensa en ti, en mí y en todos. Es capaz de salir a nuestro encuentro, de bendecirnos. A todos Dios nos prefiere: creyentes y no creyentes, católicos y no católicos, hombres y mujeres. Esta fiesta tiene carácter misionero: porque estamos llamados por el Señor a distribuir esa bendición de Dios a otros. Y es que quiere, nuestro buen Dios, prolongar su amor y su favor a todos porque grande es su amor (cf.Jer.31,3).

Esta fiesta de la Epifanía está marcada por la UNIVERSALIDAD DE LA SALVACIÓN. Jesús nos regala su Salvación y la da por Amor a la humanidad. Los magos se dejaron guiar por la luz hacia Jesús: “los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el Niño” (Mt.2,1-12). Que nos dejemos guiar cada día de nuestra vida por el Espíritu Santo de Dios.

En este ir acercándonos a Dios, porque necesitamos de Él, porque sin Dios no somos nada (cf.Jn.15,5; Filp.1,21), encontraremos en este caminar muchos Herodes que quieran matar la fe, el amor y la esperanza. Miremos lo que Herodes le dijo a los magos: “vayan y averigüen cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encuentren, avísenme para ir yo también a adorarlo”. Si se presente un Herodes en la vida que quiera matar la vida que está por nacer, que quiera matar la fe, que quiera sembrar miedo o tinieblas, no estamos obligados a obedecerle.

Luego, los magos, cuando llegaron al pesebre, cayeron de rodillas para adorar a Jesús. ¿A quién doblo más mis rodillas hoy en día? ¿En quién pongo más mi confianza? ¿Me dejo llevar siempre por Dios cada día? ¿Mi vida es conducida por su Espíritu o por el espíritu del mundo y de las tinieblas?

Que Dios nos conceda la gracia de caminar siempre en la luz, y de animar a otros para caminar en la luz.

Con mi bendición.

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