Hoy empezamos la Semana Santa o Semana Grande y Mayor, llamada así porque no hay otra igual en la liturgia, ni por la santidad de los misterios que celebramos ni por la transcendencia de los mismos. Semana de luces y sombras fuertes, se abre y se cierra con dos triunfos de Jesús. El de su Entrada apoteósica en Jerusalem y el de su Resurrección fulgurante de entre los muertos. Triunfos que encierran el misterio humano y divino de la Pasión y Muerte del Señor (Mt 26, 17-27.66) y de todo ser humano. En hechos, el primero nos dice que el éxito en lo humano dura poco y que da paso al sufrimiento y a la muerte, como le sucedió a Jesús. El segundo, que el sufrimiento y la misma muerte dan paso a una vida más plena y feliz, cuando se los asume por una causa noble y grande que Dios bendice, como también le pasó a Jesús, al resucitar. De la Resurrección del Señor hablaremos el domingo próximo. De su Entrada Triunfal en Jerusalem, les comento algo de lo que dice Mt 21, 1-11.

  1. Jesús se presenta en Jerusalem como el Mesías. Es algo en lo que coinciden los cuatro evangelistas, reconociendo la importancia y el significado del acontecimiento. Muchas veces y de diferentes maneras, ante preguntas de los judíos, les había asegurado que Él era el Mesías. Ahora, sabiendo que le quedaba poco tiempo, decidió presentarse y se presentó como el Mesías, dando cumplimiento a cuanto las Escrituras decían sobre su Entrada Triunfal en Jerusalem (Gen 49,11; Is 62,11; Za 9,9; 1Re 1,33; 2 Re 9,13; Sal 118,26…). Ni las autoridades, que comprendieron rápido el significado de lo que Jesús estaba haciendo, pudieron detenerlo. Fue cuando Jesús, que estaba decidido a todo, les conminó: si la gente se calla, gritarán las piedras…
  2. Jesús quiso presentarse como el Mesías por honor a la verdad, pues lo era; para que sus apóstoles y seguidores confiasen en Él, y, sobre todo, para dar a su pueblo y autoridades, una nueva oportunidad de creer en Él y de acogerlo como el Mesías. Si lo hubieran hecho, la historia de la humanidad habría sido muy diferente a como lo es ahora. Lamentablemente, no creyeron en Él…, pero Jesús cumplió y hasta se pasó dándoles una nueva oportunidad, que resultó ser la última de su vida, pues, en premio, lo mataron.

Saquemos del relato tres conclusiones: 1. Nunca cansarnos de dar oportunidades a los demás…; 2. Nunca ser derrotistas. Como Jesús hagamos con entusiasmo lo que tenemos que hacer aunque la experiencia de otras veces tienda a desanimarnos. 3. Siempre hacer que nuestra fe sea pública dando testimonio visible y valiente de nuestro seguimiento del Señor.

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