P. Emilio Torres Motta

El evangelio de este domingo nos presenta al Señor Jesús enseñando a sus discípulos por medio de una parábola donde un hombre deja encargado parte de su riqueza a sus empleados, pero considerando la capacidad de cada uno les deja encargado un porcentaje de la misma.

Si nos percatamos bien el dueño los dejo encargados de sus bienes, no se nos dice que el dueño les pida que hagan negocio con ellos ni que tengan que aumentar la riqueza de su amo.

La iniciativa del negocio surge de cada uno de los encargados menos de uno.

El desenlace de la historia que cuenta el Señor Jesús sucede cuando el amo regresa después de mucho tiempo y pide cuenta de lo suyo. Cada uno de los empleados rinde cuenta de lo encargado y es alabado por su amo ante la iniciativa que tuvieron además que han aumentado su riqueza por lo que el amo los llama fieles y cumplidores y les hace acreedores de un cargo importante además de invitarlos a pasar y participar del banquete de su Señor.

Todo iba bien hasta que llega al último de sus empleados quien, al rendir cuentas de lo encargado, en vez de devolver lo encargado empieza a dar razones que no le fueron pedidas pero que dejan al descubierto la poca iniciativa que este tiene al cuidar lo encargado.

El amo después de escuchar las razones que da su empleado, tiene elementos de juicio, por lo que califica de negligente y holgazán a su empleado y hace que se le despoje de lo entregado y se lo den al que tiene diez. Por este detalle nos damos cuenta que lo entregado por el amo y lo ganado por los empleados, sigue siendo conservado por los mismos, de ahí que termina su historia donde el amo afirma que al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y no solamente se le quitará lo que tiene sino que será echado fuera, al lugar de las tinieblas. Es decir no participa del banquete del amo, sino que en las tinieblas llorará y rechinará los dientes.

Para nuestro provecho debemos comprender que cada uno de nosotros somos responsables de los dones que hemos recibido del Señor y lo que hagamos con ellos es de nuestra iniciativa, pero siempre buscando hacer aumentar los dones para hacernos dignos de quien nos lo otorgo y pueda Él confiarnos cosas mayores y ser invitados a su banquete.

Todos los que fuimos bautizados, llegado el momento pedíamos al obispo que nos confirmara en la fe en la que fuimos bautizados, y entonces en nuestra confirmación recibimos los dones del Espíritu Santo: El Don de Sabiduría, el Don de Inteligencia, el Don de Consejo, el Don De Fortaleza, el Don de Ciencia, el Don de Piedad, el Don de Temor de Dios. y tal parece llega un tiempo en que debemos dar cuenta de ellos y hacer saber si los hemos hecho aumentar o que hicimos con ellos. Sabemos que para aumentarlos debemos ejercitarlos poniéndolos al servicio de los demás y de nosotros mismos para ser cada vez mejores persona, mejores hijos e hijas de Dios.

Pareciera que es al final en donde se define nuestra pertenencia a la familia de los hijos e hijas de Dios, no solo por lo recibido sino más bien por lo que hicimos con lo recibido, si recibimos la gracia de ser hijos e hijas de Dios, entonces deberíamos comportarnos como aprendemos de nuestro Padre Dios, hacer lo que vemos hacer a nuestro Padre Dios, y Él hace siempre el bien en favor de todos.

La vuelta del Señor, en su segunda venida será en gloria y majestad y establecerá el juicio a las naciones y unos irán a la derecha y otros a la izquierda y la razón para ir a un lado o al otro es lo que hicimos a los demás aun sin saber que se lo hacíamos al mismo Señor. Solo lo hicimos por propia iniciativa, porque fuimos encargados de los dones de Dios que Él tuvo a bien encargarnos.

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