Queridos hermanos, cada vez nos vamos aproximando al final de este año litúrgico, y el evangelio de este domingo nos cae como anillo al dedo para ponernos a pensar qué hemos hecho o estamos haciendo con las cosas que el Señor nos ha dado.

La figura de los talentos es quizás la mejor expresión para manifestar la confianza que el Señor ha depositado en nosotros, porque nos pone como los administradores de nuestros propios talentos. Así nuestra vida pasa por ser administradores encargados de hacer fructificar los dones, talentos, cualidades, habilidades que se nos han dado para que estén al servicio, no para guardarlos, no para tenerlos bajo la cama, porque allí no producirán, y si no producen podrán echarse a perder. De distintas maneras se nos han dado los talentos a cada uno según su característica, según lo que le da el Espíritu. Todos tenemos talentos, acuérdense hermanos: todos tenemos talentos.

El evangelio nos habla de cinco, de dos y de un talento, es decir, a todos se nos ha dado el talento necesario para fructificar más de lo que se nos ha sido asignado, nos está brindando lo que verdaderamente necesitamos. Pero sucede algo el curioso, algo inusual algo inusual, el que tenía uno, tenía miedo y lo escondió, lamentablemente él sabía perfectamente lo que el Señor necesitaba, sabe que es exigente, sabe que cosecha donde no siembra, pero ha tenido miedo y ha preferido guardarse para así. No puede ser esa nuestra actitud, si nuestros talentos, nuestras cualidades nos vienen del Señor tenemos que ponerlos a disposición de nuestra comunidad, a disposición de aquellos hermanos a los cuales estamos llamados a servir. Es natural el miedo, pero el miedo cargado de desgano o de ociosidad, no es un miedo, es cualquier cosa menos eso. Qué ganamos escondiéndonos, no ganamos nada, perdemos todo, porque al que tiene mucho, se le seguirá brindando mucho más, y al que tiene poco se le quitará hasta lo que tiene, por qué, porque no fuimos fieles administradores de cuanto se nos confió, no hemos sabido administrar correctamente lo que el Señor nos ha dado y nos quitara y le dará a otros hermanos, porque los otros sí supieron pensar, sí supieron hacer de sus talentos virtudes que están puestos a disposición de los demás.

Queridos hermanos preguntemos, qué estamos haciendo con nuestros talentos, el tener miedo puede ser una respuesta, pero si tenemos miedo tenemos que saber arriesgar, porque aquí nos jugamos el todo por el todo. La figura de los cinco y dos talentos, nos invitan a esforzarnos. Creo que más que una invitación, es una llamada de atención, porque todos somos capaces de brindarles cosas mejores al Señor, somos muchas veces astutos y nos la ingeniamos para sacarle provecho a todo. Quizás, esta sea nuestra oportunidad para reivindicarnos y ponernos a trabajar sin desfallecer por tener un mundo mejor. Cada uno tiene los talentos que le corresponde, y en el cuadro del rompecabezas todos podemos ser pieza clave. Así que empecemos a sumar y no a restar.

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