Queridos amigos

Zaqueo es un convertido que nos cae simpático y cuya conversión según San Lucas (19, 1-10), leemos con una sonrisa franca y satisfechos del comienzo al final. Lamentablemente esto no nos arrastra a la conversión, pero ahí están los pasos que él dio, para cuando nosotros decidamos convertirnos al Señor. Los enumero: deseo de conocer a Jesús, búsqueda, encuentro, compromiso y seguimiento, que tendremos que dar nosotros, pero cada uno desde su yo y sus circunstancias. Como Zaqueo los dio desde las suyas, que fueron muy especiales.

Para empezar digamos que Zaqueo era todo un personaje. Bajo de estatura, pero muy alto como jefe de publicanos y por su riqueza. Como jefe de publicanos, Zaqueo habrá estado encargado de recoger los impuestos y derechos de aduana en todo el Distrito, teniendo bajo su autoridad a decenas de publicanos locales tales como Leví (el futuro evangelista Mateo), que tenía su pequeña oficina de impuestos en Cafarnaúm (Mc 2, 13-17). El sistema laxo (abusivo) de recolección de impuestos hacía que los más inescrupulosos llegaran a ser realmente ricos. Es lo que, aparte de otras consideraciones, hacía que fueran francamente odiados y discriminados, como sin duda lo era Zaqueo.

¿Qué llevó a Zaqueo a interesarse por Jesús? Entre otras cosas (Lc 5, 27-32), la conversión de Leví, su empleado, que había dejado el negocio por seguirle. Lo cierto es que quiso verlo pasar en primera fila y al impedírselo la gente, porque era bajo de estatura y por animosidad, se olvidó de su condición de oficial romano y como un chiquillo se subió a un árbol por donde Jesús tenía que pasar. Lo que viene a continuación es simplemente encantador uno siente que Jesús lo mira con simpatía y oye que le habla y que se invita a comer en su casa.

El posterior encuentro con Jesús es de antología. Por la oposición que encontró de parte de los fariseos y por la decisión que Zaqueo tomó e hizo pública, definiendo así su conversión. La más auténtica sin duda, porque tocó lo que más duele: su posición social, su trabajo y su dinero. En el primer aspecto de su declaración admite su pecado y está dispuesto a devolver aquí y ahora el cuádruple de lo que ha podido defraudar. En el segundo aspecto, va mucho más allá: doy la mitad de mis bienes a los pobres. ¿Le tomó Jesús la palabra? Lo probable es que haya aceptado su intención por la que, de algún modo, renunciaba a su condición de rico por el Reino de los cielos (Lc 18, 24-27).

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