Nos presenta el evangelio de este domingo al Señor Jesús echándose al camino acompañado de sus discípulos y mucha gente que lo acompaña. El Señor Jesús está dejando Jericó y avanzando por el camino hacia la siguiente ciudad para anunciar también allí la cercanía del reino de Dios e invitar a la conversión para volver a los caminos del Señor es que “Bartimeo” que está sentado al borde del camino para pedir limosna a los que pasen por él, y estando en estos menesteres y al oír el tumulto del grupo que avanza por el camino pregunta que sucede y entonces alguien le hace saber que está pasando Jesús Nazareno por lo que “Bartimeo” se pone a gritar “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”. Se deja notar que el ciego del camino no solamente a escuchado hablar de Jesús Nazareno, de lo que predica y los milagros que realiza, sino que también ha despertado en él la esperanza de que el señor Jesús sea el Mesías, pues lo llama Hijo de David con lo que da a entender que Jesús es aquel de quien ya desde tiempo del rey David se esperaba, pues el mismo rey David había recibido de parte de Dios la promesa de que un descendiente suyo habría de heredar su trono cuyo reino no tendría fin. 

“Jesús, Hijo de David” es entonces un título mesiánico con el que el hijo de Timeo, está haciendo una confesión de fe sobre la persona del Señor Jesús.  

Ante el alboroto que arma “Bartimeo” con sus gritos que lleva a los que acompañan al señor Jesús a regañarle y pedirle que se callara, El Señor Jesús que también ha escuchado los gritos pide que lo llamen y entonces el ciego del camino se acerca al señor Jesús y se entabla una conversación entre ellos, conversación que inicia el Señor Jesús preguntándole que es lo que desea, “¿Qué quieres que haga por ti?” pregunta que es respondida por el ciego del camino “Maestro, que pueda ver”, pedido que nace de la fe de este hombre, que tal parece conoce las escrituras, por el título con el que ha llamado al Señor Jesús, y también recuerda al profeta Isaías que hablando de parte de Dios en el capítulo 4, versículo 18, presenta al Mesías Diciendo:  

El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos;”.

Allí está la razón de tanto grito y alboroto y también la razón por la que el Señor Jesús le diga, luego de haber escuchado el pedido del ciego del camino: “Maestro, que pueda ver”, “Anda, tu fe te ha curado”, tu fe que te lleva a confesar que soy el Mesías de Dios, tu fe que te lleva a creer que en mi persona se cumplen las palabras dichas por el profeta Isaías y que te hacen creer que Dios te puede devolver la vista por medio de mi persona. De allí que el evangelio nos hace saber que el ciego del camino recobró la vista en el instante mismo que el Señor Jesús le dice “Anda, tu fe te ha curado” y el ciego se puso a seguirle por el camino movido por la fe que le ha llevado a confesar que el Señor Jesús es el Mesías de Dios, aquel en quien se cumple la promesa de Dios de enviar un Salvador al Mundo. 

Nosotros podemos identificar en este pasaje del evangelio que los signos que realiza el señor Jesús en favor de los demás sirven para que la gente reconozca que el reino de Dios está ya en medio de ellos y que se manifiesta en estos signos que hablan de la cercanía de Dios que camina al lado de su pueblo.

Que el SEÑOR DE LOS MILAGROS escuche las súplicas de los que le siguen y nos conceda aun aquello que no nos atrevemos a pedir.  

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