DIOS SE INTERESA POR TI Y POR TODOS

¿Sabes Jesús? Muchas veces no nos ha interesado el saber que Tú estás presente en medio de todos y cada uno de nosotros. Hemos, incluso Jesús, dudado de que tú puedes cambiar nuestra vida, o salvarla o encaminarla. Cuántas veces has pasado por nosotros y no nos hemos dado cuenta de ello, perdónanos Jesús. Tú dices “pidan y se les dará” (Mt.7,7) y no te creemos, y no confiamos; también dices “conviértete y cree en el evangelio” (Mc.1,15) y estamos todavía cerrados a un cambio radical y permanente de nuestras vidas; perdónanos por eso también Jesús. Danos la gracia de creer más y de obrar conforme a tu voluntad.

Querido hermano y hermana, al leer estas lecturas me pregunto: ¿cuál es nuestro grito delante de la presencia de Dios? ¿Una vez más dejaremos que Jesús pase sin que le hablemos? ¿Por qué pensar que Dios no nos escucha? ¿Por qué pensar que Dios no cumple lo que promete?

¿Sabes? Dios nos quiere: “A los extranjeros que se han unido al Señor…los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración” (Is.56,1. 6-7). Qué maravilloso saber que Dios cuida de todos sin excepción. Pero porque está de nuestro lado y nos ama, nos pide observar el derecho, practicar la justicia. Una es la razón: “mi salvación está para llegar”. Cuánto amor, cuánto interés de Dios hacia nosotros.

Sabe Dios que muchas veces caemos en pecado, nos conoce, pero nos da la oportunidad de experimentar su misericordia: “Dios ha permitido que todos cayéramos en rebeldía, para manifestarnos a todos su misericordia” (Rom.11,13-15.29-32). Ya sabemos: podemos encontrar en Dios mismo la misericordia que necesita nuestra vida, para caminar en Gracia y animar a otros a vivir también conforme a la voluntad de Dios mismo.

Aquella mujer cananea del evangelio de hoy (Mt.15,21-28) no dudó en abrir su corazón a Jesús. ¿Qué sucede cuando le creemos a Dios? ¿Qué puedo hacer o que podemos hacer para aferrarnos más a Jesús?

La mujer cananea simplemente gritó: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio malo”. Ella gritó y fue escuchada. Le presentó a Jesús su grito ¿Hacemos algo para ser escuchados por Jesús? Abrir el corazón al paso de Dios por nuestra vida es una tarea que dura siempre. Quizás podemos preguntarnos para reflexionar: ¿Cuál es mi grito hoy delante de Jesús? ¿Qué grito le quiero presentar a Jesús? ¿Sé que me va a escuchar? Llamados estamos todos a depositar nuestra confianza en Dios, sin desanimarnos, sin dudar.

Hay mucha incredulidad, mucho desgano, mucho miedo, mucha desesperanza, mucho cuestionamiento, mucha impaciencia, incluso hay gente que se atreve a “retar a Dios” por todas las desgracias que le pasan. ¿Valoramos su amor y la fe que nos regala? ¿Seremos capaces de poner nuestra vida enteramente a sus pies para que la transforme?

Y Jesús felicitó la fe de aquella mujer cananea: “Mujer, qué grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas”. Jesús se dio cuenta de la esperanza que albergaba esa mujer. Nuestra fe no se fundamenta en las personas o en las cosas, sino en Dios mismo: “Es aferrarse a lo que se espera, y certeza de cosas que no se pueden ver” (Hebreos 11,1).

¿Estará contento Jesús conmigo, contigo y con todos? ¿Puede felicitar nuestra fe como la mujer del evangelio de hoy o no? ¿Sabes? Dios se interesa por ti y por todos.

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