EN MEDIO DE LA DESESPERANZA, SE MULTIPLICA LA ESPERANZA

Hoy más que ayer hay mucha gente que tiene hambre de pan. Hay pobreza extrema en muchas partes del mundo entero, hay injusticias, gente que no tiene dónde vivir, muchos no pueden acceder a los servicios básicos, entre ellos el de la salud física (tan venida a menos en estos tiempos de pandemia), hay gente que quiere ser escuchada y que no se le siembre más miedo de lo que ya hay. Hay gente que suele decir que la pandemia ha afectado seriamente la economía de la humanidad. Pero también reconocemos que en medio de esta realidad, como un signo esperanzador que hay mucha gente que se inventa “creativamente” cómo subsistir o cómo “llevarse un pan a la boca”.

Como paralelo, está el hecho de que mucha gente anhela “estar más cerca de Dios”. Quieren que se les hable de Dios, quieren escuchar su palabra, acudir a misa, sentir más cercano a Dios en medio de su vida misma. En medio de tanta desesperanza y tanta pobreza, no quieren apartarse de Dios, porque reciben siempre consuelo y fortaleza.

En medio de tanta gente con hambre, un ayudante se acerca a darle las primicias a Eliseo. Este le anima a darles de comer: “Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: comerán y sobrará” (2Rey.4,42-44). Le anima a hablar y actuar en fe, a ser sembrador de esperanza, a saciar el hambre del pueblo. ¿Cuántos nos podemos atrever a hablar y actuar en fe para no perder la esperanza? ¿Podemos adoptar la postura de Eliseo que viendo el sufrimiento de mucha gente supo conservar la esperanza?

Mucha gente seguía a Jesús, tenía hambre de Él, no quería quedarse sola, ni desesperanzada. La multiplicación de los panes y peces del día de hoy está puesto en el discurso del pan de vida (Jn.6,1-15). El relato a muchos les suela muy familiar, por no decir conocido. Jesús en un monte, con sus discípulos, la gente con hambre, pero deseosa de estar con Jesús, de recibir su palabra esperanzadora. El medio para que la gente recobre la esperanza, es un niño, alguien sencillo que presenta 5 panes y 2 peces. Dios, antaño en la época de Eliseo, también se valió de alguien sencillo para multiplicar la esperanza.

Presenta y bendice Jesús esa ofrenda. El resultado es esperanzador: “Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado”.

Tú, yo y todos estamos llamados a presentar al Señor nuestra ofrenda, las necesidades de tanta gente que vive sedienta de Dios, hambrienta de Dios, aún en medio de tanta pobreza material.

No puede perderse la esperanza, no puede perderse la alegría y las ganas de vivir. El hambre, la enfermedad, las injusticias, el miedo, las divisiones, ni la pandemia misma no nos pueden hacer perder la esperanza en Dios que quiere cambiar nuestro “luto en danzas” (Salmo 30,12).

Él nos invita como Iglesia a ser multiplicadores de fe, esperanza y amor en toda la humanidad. Hay un llamado de Dios por medio de San Pablo: “anden como pide la vocación a la que han sido convocados” (Ef.4,1-6).

En medio de la desesperanza se multiplica la esperanza.

Con mi bendición

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