NO DESAPROVECHES LAS OPORTUNIDADES QUE TE DA DIOS

El libro de la Sabiduría es considerado el último escrito del AT en ser redactado (en griego) y cuenta ya con una influencia grecorromana en el pensamiento y la religión judía.

El fragmento que se ha recogido en la primera lectura está tomado de la larga sección acerca de cómo se ha manifestado la sabiduría de Dios en la historia de Israel. Es justamente en la justificación de la posesión de la tierra de los cananeos, como el “sabio” sostiene que estos pueblos no supieron comprender el proyecto de Dios que había elegido a Israel como heredero de aquellas tierras. Para esto se vale de la afirmación de que existe un solo Dios que los ha ayudado en su historia y que no tiene otro contendiente (porque no lo hay). De allí que ni sus reyes ni los poderosos podrán desafiar el poder de Dios que ha llevado de la mano a un pueblo insignificante a convertirse en una nación privilegiada. Pero esto, no debe desorientar la misión de Israel, pues su elección no los debe llevar a demostrar soberbia sino a considerarse un aprendiz de lo que significa ser justo y a la vez compasivo, y para eso debe confesar la fe en un Dios que es misericordioso y que perdona a quien se arrepiente de sus pecados.

Pablo continúa con su exhortación acerca de la vida en el Espíritu y no solamente quiere recalcar el auxilio del Espíritu para la acción sino también para la oración. Es este Espíritu el que nos impulsa a elevar nuestras súplicas al Padre en lo que realmente necesitamos. Cuanto más cerca estemos de Dios y de sus auxilios más nos alejaremos de las malas acciones y de todo aquello que puede entristecer al Espíritu. En la escuela de la oración requerimos dar este gran salto: invocar al Espíritu antes de querer forzarnos a “concentrarnos” o “pensar” lo que queremos orar.

Finalmente, el evangelio nos presenta la parábola del trigo y la cizaña, que es del material propio de Mateo (no se encuentra otro paralelo en los evangelios sinópticos). Mateo ha agrupado algunas parábolas de la naturaleza agrícola (Mt 13,1-33), y ha querido concluir con una parábola que se asemeja mucho a esta de la cizaña y del trigo, pero se encuentra en otro orden, que es la parábola de la red (Mt 13,47-50). También, esta parábola tiene una explicación que probablemente haya sido de la mano del autor del evangelio para que no se pierda el mensaje que se quiere transmitir (Mt 13,36-43). Llama la atención algunas cosas de esta parábola que pasamos a referir. La semilla que sembró un hombre es buena (v.24). Aquí el problema ya no es el campo sino un enemigo que de noche ha sembrado cizaña, lo que, pasado el tiempo, devino en el crecimiento de ambas semillas juntas. Puede resultar poco eficaz dedicarse a arrancar la cizaña muy pronto, sabiendo que se corre el peligro de perder muchas espigas debido a que ambas en crecimiento se asemejan mucho (si uno nota con atención, de verdad que se parece la cizaña al trigo cuando este todavía está en formación). El hombre aquel recomienda a sus siervos esperar el tiempo de la cosecha y es que al crecer se parecen se logra diferenciar notoriamente cuando empiezan a dar su fruto. La sombra del Maligno

puede hacer que lo malo parezca bueno, pero el Señor nos ha dado la capacidad de discernir convenientemente lo que realmente procede de su infinita bondad, porque Dios siembra siempre buena semilla. Pero a veces es tan confusa nuestra situación de pecado que requerimos mucha paciencia para aprender a distinguir cómo encaminamos nuestra vida. Dios siempre esperará, su justicia es eterna y cierta. Aunque haya mucha cizaña, habrá espigas a punto y esas serán las que deban ser cosechadas y separadas, mientras que las cizañas tendrán que arder en la hoguera de lo que no sirve. No perdamos la oportunidad o las oportunidades que Dios nos ofrece para seguir aferrándose a su semilla buena. Hay que ser perseverantes para con nosotros mismos y pacientes para con los demás. Habrá que rogar al Señor para su Espíritu venga a nosotros y nos conceda el don del discernimiento tan necesario en esta vida de decisiones constantes que debemos tomar. Unámonos así al salmista que proclama al mundo que solo existe y cree en un “Dios clemente y compasivo, lento a la cólera y rico en piedad”. Este Salmo 85 resume muy bien el accionar de Dios, siempre bueno y rico en misericordia, aguardando al creyente o no creyente que lo busca, para acogerlo y ofrecerle su salvación. ¡Gracias Señor por tantas oportunidades que nos das!

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