“No tengan miedo” (Mt.10,26), con estas palabras se dirige Jesús a los apóstoles al comienzo del evangelio que nos corresponde leer y reflexionar en el día hoy. Con seguridad Jesús intuía en sus discípulos esa actitud tan frecuente en el ser humano que mediatiza e influye decisivamente en su actuación y en su concepto de entender y afrontar la vida. ¿Quién de nosotros no ha sentido miedo, angustia, desesperación, frustración ante situaciones personales que le atañen directamente o que somatiza al ver experiencias parecidas en las personas que conoce y quiere?. El miedo puede ser un buen mecanismo de defensa y un revulsivo de mejoría cuando se controla y se orienta hacia la superación del mal o la pena que nos aqueja pero puede resultar paralizante y negativo cuando convivimos con el él, nos acostumbramos a esa forma de vida, y la situación nos deprime y aplasta.

Jesús nos indica que por miedo no podemos ocultar el evangelio, la Palabra de Dios porque, aceptada desde la intimidad del corazón, debe estar presente para que resuene a la luz del día y en todos los hombres. En el mundo en que vivimos, marcado por el secularismo y cierta indiferencia a los valores que surgen desde la fe, la fortaleza, la valentía y el testimonio son notas esenciales en el dinamismo de nuestra fe cristiana. Anunciar el evangelio en ciertas circunstancias: actitud de rechazo, poca respuesta, falta de consistencia y de perseverancia…, lejos de desanimar nuestra condición de testigos debe impulsar nuestra vida hacia un compromiso cada vez más firme de adhesión al evangelio, de discípulos del Señor y de irradiadores de la fe.

Las últimas palabras del fragmento evangélico de este domingo resultan reconfortantes: “Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo” (Mt. 10,32). Vayamos venciendo el miedo. Preocupémonos por vivir desde el servicio a los demás, de no buscar nuestro propio provecho, de vivir desde el amor a los hombres y la fidelidad a Jesucristo. Mantengamos la confianza en el Señor que nos ama, nos sostiene y protege.

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