50 años de vida Sacerdotal y Misionera


Introducción

“Señor, enséñame tus caminos

Instrúyeme en tus sendas:

Haz que camine con lealtad’ (salmo 24)

          Mi santo fundador, san Vicente de Paúl, decía: “el demonio se transfigura, a veces, en ángel de luz”. Por eso siento que me tiemblan las manos cuando trato de escribir la palabra “Testimonio”. ¿No será la vanidad, esa hierba mala que llevamos muy adentro los humanos, el motivo de mi atrevimiento? Lo cual sería, algo así, como una blasfemia, lo peor que me pudiera acontecer en mi vida. Podría tomar el camino más fácil: callarme la boca. Pero entonces estaría desobedeciendo a Jesucristo que me dijo: “No se enciende una lámpara para ponerla bajo la mesa, sino en lo más alto para que alumbre a todos. Que vean los hermanos vuestras buenas obras para que glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos.” (Mt.5-15, I0)

          En medio de mis dudas me imaginaba a mis hermanos y sobrinos (no les había consultado todavía) que me decían: ¿Cómo te atreves, Manolo, a revelar las intimidades de tu persona y de la familia, cosa tan sagrada, estás loco? A los que ya estaban “Arriba”, mis padres, hermanos y familiares, mis tres tías y una prima religiosas, limpios ya de polvo y paja, contemplando “cara a cara” a Dios, les mandé un email. La respuesta no duró ni un minuto, porque la informática del cielo es ¡maravillosa…! y no tiene fallas.                                                                                                                               .

          Pero, ¿qué nos respondieron los felices miembros de la Iglesia Triunfante? Déjense de boberías… Cuando está en juego la gloria de Dios, hay que echar al bolsillo de los olvidos todo eso de lo que deben avergonzarse los humanos, vanidad, orgullo, hipocresía. “Sean sencillos y transparentes, como los niños, de los cuales es el reino de los cielos”. (Mt. 18 – 10). Disipadas todas mis dudas sólo me resta invitarles a leer este librito – “ofrenda” — que yo les ofrezco con motivo de mis Bodas de Oro Sacerdotales. Nada encontrarán que no esté conforme con la verdad, palabras más palabras menos, detalles más detalles menos. Lo importante es el mensaje que el Señor me permite ofrecerles, para que todos juntos, queridos hermanos sacerdotes, familiares y amigos, entonemos un himno de alabanza y acción de gracias al Señor, al Dios de inmensa bondad, Padre Hijo y Espíritu Santo.

                                             ¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!        

                                    Mi agradecimiento al P. Alfonso Berrade

                                              Nuestro Padre Provincial

  Permítanme, mis queridos hermanos y amigos, decirles que por mi mente no pasó nunca la idea de escribir un libro. ¿Por qué? Porque “doctores tienen la santa Madre Iglesia”, y por otra parte, en toda mi vida sacerdotal y misionera, aunque gracias a Dios no abandoné nunca mi formación permanente, fui un obrero las doce y hasta 15 horas diarias. Pero el P. Alfonso Berrade en tres reuniones comunitarias pidió a los de tercera edad que escribieran sus memorias. Sería el mejor regalo para los sacerdotes jóvenes, los motivaría mucho en su vocación misionera vicentina. Felizmente me animé, la obediencia hace milagros. Comencé despacio mi labor, “que despacio se llega lejos”. Este dicho popular se cumplió al pie de la letra. Cuando salió a la luz mi tercer libro: “Mis cartas crónicas” y siguieron los elogios a mi buen escribir con sencillez y motivación misionera, no me canso de dar gracias a Dios. .                

                                ¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!

             A mediados del año 2,001 aceleré mis pasos en la confección de mi primer libro ¿Qué motivos tuve? Mi hermana Paca me escribió y me dijo: “tus cartas muy lindas y otros escritos de los dos últimos años, casi todas enviadas por e-mail, mi hija Ana Isabel, experta en internet me ha ido sacando copias. Ya tengo lo que podríamos llamar un lindo folleto, para mandarlo a imprimir con permiso de todos los hermanos. Sería el mejor regalo para repartir a todos en la misa que vas a celebrar en Tamaraceite, en nuestra parroquia de San Antonio Abad, con motivo de tus Bodas de Oro Sacerdotales”. Pedí a mi hermana el folleto y mi sobrina Ana Isabel a la velocidad de la luz me lo envió. Me pareció que no había necesidad de retocarlo, solamente añadí tres cartas interesantes de tres hermanos sacerdotes. Me alegré mucho, ya tenía lo que podríamos llamar la Segunda Parte del  primer libro de mis “Memorias” y que tanto éxito tuvo, cuando repartimos casi todos los setecientos ejemplares en la misa de mis “Bodas de Oro sacerdotales” en la Iglesia que me vio nacer, donde fui acolito y más tarde celebré mi primera misa en mi “Gran Canaria”, camino al Perú de mis amores, donde el “Señor de los Milagros” me ha concedido la perseverancia de la ya larga y maravillosa vida sacerdotal y misionera.

                                            ¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!

Ahora quiero hablarles breves momentos de mi hermana Paca. Nació apenas 15 meses después que Manolo, por eso fuimos criados juntos de pequeños y el por qué nos tuvimos un especial cariño. Vivió un matrimonio ejemplar y muy cristiano, con asistencia todos los domingos a la santa misa y el rezo del santo Rosario todos los días, herencia familiar. Sus dos hijos y sus dos hijas son profesionales y viven en sus hogares con el buen ejemplo que les dieron sus padres. Cuando viajé me la encontré delicada de salud con una enfermedad terminal. Le entregué el libro que ella me motivó  a escribir, se sintió feliz y lo leyó rápidamente, era su propio libro. Estuvo presente con sus hijos en una de las primeras bancas del templo en mi misa de Bodas de Oro sacerdotales. Varios sacerdotes repartimos la sagrada comunión, ella fue la primera que la recibió de mis manos. Su santa muerte aconteció un mes después. Al llegar al cielo, el primero que salió a su encuentro fue su esposo Andrés que había fallecido santamente varios años antes. Mis hermanos y amigos, volveré a hablar de Paca, será más adelante en el capítulo “Dos Milagros de San José”. A hora les invito a unirnos a los ángeles del cielo para cantar juntos las divinas alabanzas del Dios del Amor y de la Misericordia.

                                              ¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!   

                                     Los pregoneros de mi cuarto libro

          Algunos de mis compañeros, cuando recibieron mi tercer libro, me pidieron que siguiera escribiendo y esperaban mi cuarto libro. Me permito ofrecerles las palabras tan emocionantes de dos misioneros.    

          P. Javier, secretario del P. General. “P. Socorro: Le escribo en nombre del P. General y compañeros de esta comunidad. Hemos recibido con emoción los tres ejemplares de su tercer libro. Usted escribe bien, con sencillez y mucha gracia.  Lo hace también con chispa. Sus jóvenes lectores, entre los cuales estoy yo, lo leerán con agrado y mucho provecho espiritual. Pedimos a Dios que le conceda  salud para que nos escriba su cuarto libro”.

          P. Pedro Guillén, nuestro Provincial. “P. Socorro: Te envío un ejemplar de la Presentación de tu tercer libro, que camina muy bien por el camino de nuestro carisma. Aunque no me expresé bien de tu ¡Maravilloso Libro!”.

          Les aseguro que me emocioné mucho, hasta las lágrimas, cuando llegaron a mis manos las dos cartas. Acudí a mi primer director espiritual Pablo de Tarso y me consoló mucho, recordándome una vez más que todo es (“Obra de Dios”)

                                         ¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!

El nuevo libro ya está en camino, corregido y enriquecido en todas sus páginas. Será una nueva edición de mi primer libro. Los pocos de la gran familia vicentina del Perú y de toda la Congregación que lo conocieron, lo llenaron de elogios. Si, fueron pocos los que lo conocieron. ¿Por qué? El libro fue escrito en el Perú el año 2001, pero fue llevado a la imprenta en mi Gran Canaria. Mis hermanos se ofrecieron a pagar todos los gastos, para ofrecerlo  a  las familias de nuestra parroquia de San Antonio Abad, con motivo de la celebración de mis “Bodas de Oro Sacerdotales”. Unos domingos antes de la fiesta el Sr. Párroco Jesús Vega, lo ofreció a los fieles de la parroquia. Les dijo: “Les va a gustar mucho el libro, yo lo veo como el mejor y más elocuente de los sermones que ha predicado nuestro misionero en su larga vida sacerdotal y misionera. Los hermanos del P. Socorro, quieren regalar un ejemplar a todas las familias. Yo les voy a pedir que cada familia ofrezca 5 dólares o lo que pueda. Les estoy dando el precio de cada libro en la imprenta. La colecta se la ofreceremos al P. Socorro para las obras sociales de su parroquia en el Perú”. Se repartieron casi todos los setecientos ejemplares. Solamente pude separar cuarenta ejemplares, 20 se quedaron en la casa Central de Madrid, en las manos de los quince compañeros de la promoción, con los cuales me reuní para celebrar nuestras Bodas de Oro. Al Perú llegaron otros 20 ejemplares. Este es el principal motivo que tengo para presentar mi cuarto libro como si fuera nuevo.

       Algo más de mi nuevo libro que les ofrezco. Lo presento corregido y enriquecido. Vamos a ver: – a) Les ofrezco bastantes anécdotas nuevas que nos llevan a vivir el evangelio con más devoción y nos convertirá en verdaderos “discípulos de Jesucristo”. Algunas anécdotas son tan conmovedoras que nos llevan a proclamar santos a los que la protagonizaron. – b) Volveremos a escuchar con frecuencia a nuestros santos fundadores San Vicente y Santa Luisa de Marillac, nuestro Padre y nuestra Madre, proclamados los dos “Apóstoles de la Caridad”. Encontraron a Jesucristo evangelizador de los pobres y no dudaron en llamarlos nuestros “Amos y Señores”. Esta fue la “Rica Herencia” que dejaron a sus hijos. – c) El santo Padre Francisco que estuvo ausente en mi primer libro, lo veremos con frecuencia en mi cuarto libro, siempre con la sonrisa del Amor en sus labios, proclamando solidaridad y fraternidad de los de arriba y de los de abajo, con los enfermos, los necesitados, los abandonados, los pobres sin pan para cada día, los emigrantes, etc., etc. Fue tal la admiración de todo el mundo, dentro y fuera de la Iglesia que, el mismo día que cumplía su primer año en el Pontificado, lo declararon “Número Uno” en el mundo. Y ahora lo vemos siempre incansable, caminando firme y seguro por el camino de Jesús de Nazaret. Ojalá los Responsables lo tengan en cuenta y le otorguen pronto el “Premio Novel de la Paz”       ¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!

“No puedo amar a Dios si no amo a mi prójimo”. (S.V.)

  Nuestro Testimonio. Así quiero titular este “librito-ofrenda”, porque es también el testimonio de mis santos padres y de mis hermanos mayores que partieron de este mundo con todas las señales de los predestinados, y, sobre todo, recuerdo del testimonio de fe que nos dieron mi abuelita Juana que fue una santa y de sus tres hijas y una nieta religiosas que ya están en la Gloria del Cielo. ¿Y qué decir de tantos misioneros que trabajaron en la viña del Señor y partieron laureados a la familia vicentina del Cielo? La palabra testimonio está de moda, todos dan su testimonio. Es muy familiar entre los grupos que animan nuestras comunidades parroquiales.     

                    Acompañemos ahora al Santo Padre a nuestra Amazonía.   

                                   Permítanme que les haga un breve resumen     

Al amanecer de su primer día, voló a la selva. Lo esperaban en los tres principales lugares un grupo de enfervorizados hijos con sus autoridades civiles y eclesiásticas. No bajaban de 25 mil en cada lugar. El Santo Padre saludó paternalmente a todos, con su sonrisa en los labios y los brazos abiertos. Saludaron al santo Padre con alegría y aplausos. Nos sentimos felices con su visita. Somos centenares de familias las que nacimos en nuestra selva y otras vinieron y fueron recibidas fraternalmente. No nos faltó el pan en nuestras mesas y agradecemos a Dios nuestra fe católica que nos trajeron nuestros sacerdotes y misioneros´. Pero llegaron las grandes empresas de la Madera, del Petróleo, del Gas, y del Oro. Nos dejaron sin pan, sin agua potable y sin los peces de nuestros ríos, que eran la base de nuestra alimentación. “Voy a pedirle al Sr. Presidente y a las autoridades de la   patria que cumplan sus promesas y al Dios del cielo, en la Eucaristía que vamos a celebrar, que los frutos de la tierra y el pan de cada día, el agua potable, y los peces de vuestros ríos vuelvan a vuestra mesa”.

¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!

Nuestro P. General Saluda al Santo Padre


I

Harina de tres costales en un solo costal

“Venid a ver las obras del Señor,

Las maravillas que hace en la tierra”.

(Salmo 45)

La gripe europea del año 18 dejó miles de víctimas. La peste llegó también a Canarias. Mis padres fueron muy golpeados, los dos perdieron a sus cónyuges. Don. José se quedaba sumido en la amargura con tres hijos: Jesús de cinco años, Santiago tres y Pedro de uno. Dña. Francisca se quedó, a los dos años de casada, en la soledad, con una hija de un año, María Antonia.

          Los familiares y amistades, pasados los primeros meses, trataron de acercar a los dos viudos: Don. José era un hombre trabajador y muy religioso. Dña. Francisca guapa y mujer de su casa, experta en costura y bordado. El primero tomó la iniciativa y le envió una carta a la joven madre. Llegaron las entrevistas y a las pocas semanas la iglesia de San Lorenzo fue testigo de la nueva unión. La harina de los dos primeros costales se unieron. Luego llegaría la harina del tercer costal: Julia, Flora, Manolo, Paca, Juan y Paco, con Padre y Madre, doce, número bíblico y lleno de simbolismo, la familia perfecta. “Harina de tres costales en un solo costal.” La frase era de mi padre, que la repetía siempre que quería dar rienda suelta a la alegría de ver a su familia tan unida. No se cansaba de dar gracias a Dios.

          Lo más curioso era que mi padre adoraba (si se me permite la palabra) a María Antonia. Desde que la vio en brazos de su madre fue la niña de sus ojos. Y para mi madre era Jesús su hijo predilecto. Esto más que un hecho anecdótico era algo providencial. Pasaron los meses y pasaron los años. Jesús había cumplido su servicio militar, parecía un caballero, y como lo era de verdad, ya llevaba bigote y se le permitía fumar. María Antonia, se acercaba a los veinte años, guapísima y llena de amabilidad, era la segunda mamá de aquella envidiable familia, cocinaba y bordaba a las mil maravillas.

          ¿Estaban enamorados los dos hermanos? Esto ni siquiera se preguntaba en aquel hogar. Mi madre, rápida en todas sus decisiones, esperaba ahora con santa paciencia. Mi padre, lento en su modo de proceder, en esta ocasión llegó a ponerse nervioso, sobre todo, cuando las tres señoritas de la casa comenzaron a llegar de la misa de las doce los domingos, acompañadas de un amoroso aguilucho. A Dña. Francisca hasta le pareció bien, a ver si a Jesús le entraba celos y salía de sus dudas. Pero la cosa no le hizo gracia al jefe de la familia, el cual sin pérdida de tiempo tomó aparte a su hijo mayor y como testigo a su hermano Santiago, y les dijo: el que se case con María Antonia le regalo una casa. Y lo que tenía que llegar llegó. La noticia bomba encabezaba los periódicos de Las Palmas:

“En Tamaraceite se casan dos hermanos”.

“Dos hermanos se casan”.

“Don Abraham, cura párroco de Tamaraceite,

    Une en matrimonio a dos Hermanos”.      

          Hubo fiesta grande y la casita blanca de la Hoya de la Gallina la echaron por la ventana. Los novios recibieron como regalo una de aquellas dos casitas que, con el sudor de su frente, habían levantado en Las Perreras a orillas de la carretera los dos afortunados papás. El origen o fuente de todo bien es Dios, pero el creador lo lleva a cabo a través de sus criaturas. La vida viene de Dios, pero el instrumento son los padres. Igualmente las vocaciones de sus hijos vienen de Dios, pero ordinariamente a través de los padres. Tal fue el caso de Jesús y María Antonia al matrimonio, como lo serán luego la vocación al sacerdocio de Pedro y Manolo. La misión de los padres es no estorbar la voluntad de Dios.

                            “Aleluya, aleluya. Oh Dios, que te alaben los pueblos

Que todos los pueblos te alaben.  Aleluya, aleluya”

(Salmo 66)

¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!

Palabras del Santo Padre Francisco

“El matrimonio es santo, siempre que el sacramento se reciba y se viva en plenitud cristiana. En el Génesis, primer libro de la Biblia, el creador al ver que todas las criaturas eran buenas, se reunieron las tres Divinas Personas y dijeron: Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. El hombre y la mujer fueron creados y el creador los unió en santo matrimonio, vivan unidos y multiplíquense sobre la tierra. Así el matrimonio será una Pequeña Iglesia y una Obra Maestra en la Familia”. (Resumen, VIII Jornada Mundial de la Familia, en California)

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