50 AÑOS DE VIDA SACERDOTAL Y MISIONERA – II

II

LA HOYA  DE  LA  GALLINA

“Señor, dueño nuestro.

¡Qué admirable es tu nombre

En toda la tierra!”.   (Salmo 8)

Detrás del caserío de Las Perreras, donde termina el cementerio de San Lázaro, se Conservan todavía las ruinas de una casita. Allí nació mi padre y nacieron mis hermanos mayores. ¿Y saben ustedes dónde nació mi hermana María Antonia? Me lo recuerda siempre mi prima María González. Ella, como todos los familiares de mi madre, nacieron en el  caserío del Toscón. Mi hermana nació en el mismo lugar donde  se levanta la capilla de ese pintoresco y hoy moderno caserío del Toscón.

          Por eso ciento una especial alegría cuando voy de vacaciones y celebro misa en esa capilla. Veo a mi hermana sonreírme desde el cielo, mientras me recuerda mis travesuras, porque Manolito no fue, ni mucho menos, un santo. Unos días, pocos meses antes de volar al cielo, me decía: madre quiere llevarte al seminario, cuando yo sea monja tú serás cura. María no sabía que Dios tiene sus cosas, y escoge en ocasiones, a los “mata perros” para cosas grandes. Manolo llegó a cura y ella si no fue monja, estoy seguro de que ocupa un lugar junto a las monjas allá “Arriba”.

          En el extremo opuesto del otro lomo, se levantaba la casa blanca, donde nacieron los cuatro últimos de la familia de los doce. Abajo la hondonada, cerrada hoy con la nueva construcción del estadio del Deportivo Las Palmas y los bloques de viviendas de Las Torres. Aquella hondonada (en la actualidad una ciudad industrial) de unas 150 hectáreas, sembradas en gran parte de plataneras y otras variedades de árboles frutales alrededor de las parcelas de las plataneras, era la finca de “La Hoya de la Gallina “, que mi abuelo trabajó a medias con sus dueños. Mi padre se quedaría luego de administrador, con un sueldo no mayor  que el de los obreros, pero con el derecho de llenar la cazuela familiar de cada día con los productos de la finca y cosechar el maíz necesario, para que no nos faltara el gofio de cada año.

          Me preguntarán: ¿de dónde le vino a ese lugar el  nombre tan singular de “Hoya de la Gallina”?  Ciertamente la finca estaba en una hondonada, flanqueada por los dos lomos.  Me imagino además que  también  habría gallinas, que salían cacareando sus huevos, de los matorrales y malezas. Mi madre llegó a tener siempre de 50 a 70. Bastaba un puñado de maíz por la mañana y por la tarde, luego las aves recorrían toda la finca llenándose el buche de hierbas, insectos y frutas que encontraban por el suelo. Hacían una gran limpieza y dejaban cada día una cesta de huevos, para mejorar la economía familiar. Los que no se consumían los llevaba el ama de casa a la tienda más próxima, para intercambiarlos por otros productos, que no se cosechaban en la finca.

La “Hoya de los pájaros fruteros”. También se le podría llamar de esta manera a la hondonada de la finca, Nos era muy familiar una variedad de pájaros que tenían derecho a las primeras brevas de cada año. Mejor que las gallinas hacían una verdadera limpieza de lombrices, larvas y otros muchos insectos, sobre todo de la huerta que cuidaba con tanto esmero mi madre, para que no le faltaran las verduras para el amplio caldero de cada día. Mi padre apreciaba mucho a todas las variedades cercanas al hombre: Los Gorriones, los más numerosos y bullangueros de la finca. En Canarias los llamamos  Pájaros Palmeros, porque anidaban preferentemente en los huecos de las palmeras.

Las Mispiritas, eran unas preciosas avecillas por su color entre verde y amarillo.  De tamaño mayor que los pájaros, no cantaban pero tenían un piar agradable: mis-pirí-mis-pirí-mis-pirí, al compás de su larga y preciosa cola que bajaban y subían armoniosamente. De ahí el nombre tan singular, eran los pájaros más cercanos al hombre. Anidaban en los huecos de las casas, yo las vi siempre en los alpendres de las vacas, debajo del techo había unos huecos muy actos para descansar por la noche y para criar sus polluelos. Era un encanto verlas llegar piando con el pico lleno de lombrices en el tiempo de las crías. Los Capirotes, llamados los Ruiseñores de Canarias por su cantar tan precioso. Anidaban en las partes bajas de los árboles frutales. Era fácil hacerse con un macho, se acostumbraban bien a la jaula y tenían las cabezas color negro a diferencia de las hembras que las tenían color rosa. Cuando se descubría un nido con polluelos ya casi emplumados, se los ponían en una jaula que dejábamos en el mismo árbol. Los padres seguían alimentándolos a través de las rejas de la jaula. Se les veían felices en su amplia jaula, que parecía un templo con sus altas torres. Era un encanto ver al pajarito subir y bajar sus catedralicias torres, siempre en plena competencia con su compañero, un canario que tenía también un precioso cantar. A mi padre le gustaba tener en casa un canario y un capirote.

 Y me preguntarán: ¿y los Canarios Silvestres? No se los veían en la costa, su lugar preferido es en las llamadas Medianías, preciosos y pequeños valles sobre los mil y mil quinientos metros de altura. Tienen un color entre amarillo y verde. Cuando vamos de excursión es fácil verlos en las copas de los eucaliptos de la carretera, saltando y cantando. Les diré algo de los Jilgueros: en Canarias los llamamos Pájaros Mixtos por la variedad de sus colores. Recorren toda la isla según la época. En verano, sobre todo los años lluviosos, los vemos en las lomas de la finca, llenándose el buche de la abundancia de las semillas. Los aficionados los cazaban fácilmente. ¿De qué manera? En un lugar determinado sembraban varios días un puñado de alpiste. Preparaban las redes y bastaba una “jalada” para llenar una jaula. ¿Y qué diremos de las Alondras? Se las veían siempre en las lomas, anidaban en los pequeños matorrales. Cuando pasábamos cerca de ellas, levantaban el vuelo en perpendicular cantando armoniosamente. Como si nos dijeran: cuídennos para recrearles siempre con nuestro cántico.

                                          ¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!

Que no se me escape una interesante anécdota: Manolito tendría unos diez años, cuando un día le pidió a su madre una peseta para comprar un cuaderno, que necesitaba en la escuela. Sin duda el chiquillo tenía buenas intenciones, mi madre nos inculcó mucho decir siempre la verdad. Pero sus amigos y compañeros del colegio le tentaron y cayó en la tentación. Se fue corriendo a la tienda más cercana y compró una cajetilla de cigarros “Cumbres”, de aquellos que tenían dulce el papel. Naturalmente, no fue aquella tarde al colegio con sus compañeros. Lo pasaron a lo grande, pitillo va pitillo viene, hasta fumarse toda la cajetilla. Detrás de Manolito, ¡qué mala suerte!, llegaba también su madre, con su acostumbrada cestita de huevos.  Dña. Francisca, le preguntó la tiendera, ¿usted mandó a su hijo Manolo a comprar una cajetilla de tabaco? ¿Cómo…? Me pidió una peseta para un cuaderno. Ya llegará a casa. Y Manolito llegó a casa, pidiendo como siempre su merienda.

Aquí tienes, mi hijo, tú merienda: y blandiendo una rama, que había cortado de aquella hermosa mimosa que había en el jardín, se la partió en las costillas del malcriado chiquillo. Felizmente con las palizas de mi madre, la sangre no llegaba nunca al río. ¡Y Dios nos libre de las palizas de mi padre! Fue la primera lección que recibió Manolito, para no sentir ni siquiera la tentación de fumar en toda su vida. La segunda la recibiría siendo estudiante de teología, cuando un ilustre y piadoso misionero vicentino, Padre Enrique Albiol, pasó por nuestro seminario y nos habló. Nos dijo, entre otras cosas importantes, para ser un buen misionero, que  bastaba una sola cosa: no fumar, para tener un alma robusta con la mortificación y unos pulmones limpios de humo y de alquitrán. Misioneros sanos en el cuerpo y en el alma son los que necesita la iglesia. Nos habló con tanta motivación y fervor que, yo no sé si alguno hizo voto de no fumar, pero buenos propósitos los hicimos todos los seminaristas.

¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!

“Cuando contemplo el cielo. Obra de tus dedos,

La luna y las estrellas que has creado,

¿Quién es el hombre, para que te acuerdes de él,

El ser humano, para darle poder”. (Salmo 8)

“Señor, tú sabes bien todo lo que hay en mi corazón.

Tú sabes cada uno de mis pensamientos y deseos.

Fortalece en mí todo lo que te agrada y elimina

Todo lo que es indigno de ti”. San Vicente.

“Traiga Cristo Resucitado

Frutos de vida nueva para Los niños que, a

causa de las guerras y el hambre,

Crecen sin esperanzas, carentes de educación

Y asistencia sanitaria lo mismo que los ancianos

Que necesitan más atención.”

(Papa Francisco)


Los tres mosqueteros

Los tres soldaditos de Dios y de su Iglesia, Manolo 11 años, Juan 8 y Paco 6. Somos los únicos que seguimos peregrinando, cuando los restantes que formaban la familia de los 12, ya están en la Gloria del Cielo. Cuando estamos en el mes de Agosto del 2019, nos sentimos algo achacosos pero lúcidos y valientes. Los tres cumplimos ya años en el mes de Julio: Manolo 93  el día 22, Juan 90 el 11 y Paco 88 el 26. Manolo tiene el privilegio de presidir todos los días con buena voz, la santa Misa de los 7 sacerdotes que estamos en la enfermería de nuestra comunidad. Juan asiste los domingos con su esposa Pino a Misa, tienen cerca su Iglesia. Paco oye la Misa por TV con su esposa Tana y los dos reciben la sagrada comunión todos los viernes en casa, se la trae su Sr. Párroco. Los tres hablamos y nos vemos con relativa frecuencia, gracias a la presencia amable con su celular, de nuestro Padre superior, P. Chuno. Es como para unirnos a los Ángeles del cielo para cantar en acción de gracias:

¡Gloria a Dios, Aleluya, Aleluya!

Paz y alegría en el Señor

La segunda foto nos recuerda la Misa del octavo día del fallecimiento de mi hermano Paco. En Canarias oyeron la santa Misa y las palabras de Vida Eterna del misionero canario, y palabras de consuelo para todos los que seguimos en este valle de lágrimas. La primera foto, “Preciosa”, nos recuerda la celebración de los 91 años de vida de mi hermano Juan, rodeado de sus cuatro hijos y nietos. Dos meses después, voló su alma santamente al cielo. Ocho días después, el misionero celebraba de nuevo la santa Misa por el feliz descanso de su alma y animarnos a todos a seguir el camino que nos señaló Cristo para alcanzar la “Vida Eterna”.


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