REUNIÓN DE LOS DIRECTORES Y COORDINADORES DE NUESTROS COLEGIOS VICENTINOS

02 de mayo de 2018

Queridos directores y coordinadores de nuestros colegios vicentinos “San Vicente de Paúl” de Surquillo-Lima, Tarma, Ica y “Manuel Pardo” de Chiclayo.

Un año más nos reunimos por estas fechas de mayo para compartir experiencias, aunar criterios comunes, crecer juntos, animarnos mutuamente, enriquecernos y convencernos que hoy, como en el pasado y en el futuro, ser maestro es una vocación maravillosa que lo quiere Dios y lo necesita y exige la sociedad. Estamos llamados a impulsar en nuestros colegios unas verdaderas comunidades educativas y evangelizadoras, que brinden una educación humanista, científica, tecnológica y trascendente, como expresión de la axiología vicentina: Saber, Amar y Evangelizar (PEIV). Estas tres palabras son el lema de los colegios vicentinos e hilo conductor del Proyecto Educativo. Tres objetivos que nos identifican: “Saber” en la adquisición de valores auténticos, conocimientos, destrezas y habilidades para desenvolverse la persona en su propio proceso de madurez personal, con garantías en una sociedad globalizada, competitiva con retos y desafíos cada vez más exigentes especialmente en el ámbito educativo. “Amar” en el compromiso de la solidaridad, servicio y entrega a los demás, sobre todo a los más necesitados desde una dimensión trascendente proyectada hacia Dios por la fe e inmanente, proyectada a los hombres desde la sensibilidad y el fomento de la caridad. “Evangelizar” desde la profundización de la Palabra de Dios, en el seguimiento de Jesucristo al estilo de San Vicente de Paúl, evangelizador de los pobres, en nuestra pertenencia activa en la Iglesia. Porque un colegio vicentino no solamente imparte conocimientos académicos sino valores humanos y espirituales que se enraízan en la personalidad del alumno, profesor o padre de familia como eje transversal que envuelve su vida y lo convierte en luz de santidad que ilumina su propia persona y se irradia, en misión y apostolado, en los ambientes donde nos desenvolvemos.

“Saber, amar, evangelizar” que resumen la axiología y objetivos de nuestros colegios se interrelacionan y las tres dimensiones deben estar presente en los estamentos del colegio desde el momento que una persona forma parte integrante como padre de familia, alumno, maestro… Podríamos tener colegios irreprochables en el aspecto didáctico, pero que son defectuosos en su testimonio y en la exposición clara de los auténticos valores en el ámbito humano y cristiano. No ocurre así en nuestros colegios por más que se dedique mucho más tiempo en la adquisición de conocimientos.

La Iglesia reafirma permanentemente que lo que define a una escuela como católica y aquello que la especifica es su referencia a la concepción cristiana de la realidad es Jesucristo como centro de nuestra vida y de nuestra historia y por ello, en el proyecto educativo de la Escuela Católica, Cristo es el fundamento. Esto implica dos tareas fundamentales: la transmisión de una visión cristiana de la vida y la formación integral de la persona que evangelizamos a imagen de Cristo.

Para lograr esos objetivos no es suficiente la responsabilidad y dedicación del director, coordinador y maestro. También el resto de los componentes humanos del colegio serán imprescindibles, llámense padres de familia y alumnos. Aun reconociendo que el colegio crea unidad y responsabilidad en todos los estamentos y que cada uno tiene una función y compromiso esencial en el engranaje de la institución, y que no hay jerarquía en relación a la importancia en el servicio porque todos son muy necesarios, hoy estamos aquí, fundamentalmente, para analizar y reflexionar sobre su propia función como coordinadores y animadores dentro de la organización del colegio y cómo llevarla acabo de la mejor manera posible.

Aseguran algunos manuales especializados en la docencia que aquella persona dedicada a la enseñanza global del alumno debe ser una persona abierta, serena y tolerante; asume entre los alumnos el papel de mediador y de consejero;  se implica y colabora en las tareas de los padres de familia; domina, vive y siente  las nuevas metodologías en el ámbito humano, científico, tecnológico y trascendente; es un buen pedagogo; tiene capacidad para trabajar en equipo y delegar; vive y hace vivir los criterios humanos, profesionales,  cristianos, vicentinos, integrales en una palabra, a las personas con quien se relaciona; analiza y trata de resolver las situaciones conflictivas con serenidad y objetividad descubriendo el lado positivo de las pruebas y dificultades sin debilidad  ni intransigencia; tiene mucha capacidad de escucha, de diálogo, de observación y analiza con objetividad los hechos; no se evade de las situaciones ni se precipita en las decisiones; debe cultivar, entre otras muchas, tres cualidades esenciales: la ejemplaridad desde el testimonio de vida, la autoridad moral y la madurez en sus relaciones interpersonales. Estas actitudes o valores nos pueden resultar muy idealistas pero es importante mantener en vida un horizonte de proyección hacia la perfección sabiendo que, cuantos más altos sean nuestros ideales, mayor esfuerzo pondremos en la superación de algunas tentaciones o limitaciones que pueden surgir en nuestro caminar como coordinadores o maestros:

  • La rutina, la tibieza y el tedio.
  • La atención casi exclusivamente centrada en los éxitos académicos.
  • El distanciamiento entre educadores, padres de familia y alumnos.
  • Ciertos antagonismos o falta de comunicación y aceptación entre los mismos educadores.
  • El aislamiento respecto a la comunidad eclesial en el ámbito de la fe y de la misión.
  • El desinterés o el distanciamiento por los problemas de la sociedad especialmente sobre la realidad donde se desenvuelven los alumnos.

La tarea educativa católica está integrada dentro de nuestro compromiso de pertenencia y adhesión a la Iglesia, dentro de nuestro propio carisma vicentino. Nuestros colegios no son ninguna excepción, al contrario, claman por ese compromiso dentro de los objetivos y líneas de acción que nos marca la Iglesia desde nuestra peculiaridad, espiritualidad y carisma vicentino. La oración perseverante como alabanza, acción de gracias y petición la cultivaremos como una necesidad urgente para dar sentido a nuestra misión educativa. La participación asidua en los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación fortalece nuestra fe y nos anima a crecer en renovación continua y en santidad. Conocer y amar a San Vicente será imprescindible para identificarnos con él y, entre las muchas virtudes que atesora el santo, irradiar la sencillez, como transparencia y sinceridad de vida, la humildad, para reconocer los dones recibidos y ponerlos al servicio de los demás, la acogida y generosidad de espíritu para ver en los alumnos, padres de familia, y profesores, unas personas amadas por Dios, la solidaridad, tolerancia, el servicio y la colaboración, para abrir nuestra mente y el corazón a las necesidades de los hombres, especialmente de  los más necesitados, la paz y la alegría para ofrecer esperanza, optimismo e ilusión ante las diversas contrariedades de la vida.

El colegio vicentino es lugar de misión interna y externa, dentro de los muros del colegio y fuera de ellos. Hay que aprovechar los momentos que nos brinda la función específica en el ejercicio de nuestra responsabilidad en el aula, en las reuniones con los profesores y padres de familia, en otros múltiples momentos y situaciones, para irradiar el mensaje salvífico del Señor. También el compromiso misionero en una parroquia concreta, en experiencias de misión, en tantas ofertas e iniciativas que nos ofrece el compromiso cristiano, enriquece nuestra vivencia de fe y nos posibilita horizontes nuevos para mostrarnos como agentes activos de evangelización.

El proceso de acreditación que emprendieron nuestros colegios hace algunos años y que no se ha podido concluir con la titulación oficial por la paralización o postergación de la normativa surgida del Ministerio de Educación no fue un trabajo o un esfuerzo en vano. Se tuvo presente el diagnóstico situacional, la sensibilización de los diferentes estamentos del colegio, la supervisión y capacitación para evaluar, corregir e impulsar las diferentes áreas o factores que componen el engranaje total de cada colegio. Surgirán nuevas oportunidades para completar lo que ya se ha realizado y así conseguir la oficialidad de la ansiada acreditación.

Les deseo que esta mañana sea muy provechosa para todos Uds. Es muy importante y necesario Revisar y evaluar el pasado para mejorar en el proceso dinámico y siempre perfeccionable de las tareas educativas. Hay que mirar el futuro con optimismo reconociendo que existirán dificultades que se podrán superar con la buena voluntad de los diferentes estamentos que componen el colegio y también con el consenso por parte de todos.

Sirvan mis últimas palabras para agradecer todo el esfuerzo que realizan en la labor educativa. Desde la humildad como seña de identidad heredada de San Vicente convénzanse de la importancia que tiene su misión en la sociedad de hoy y en el horizonte del mañana. Relativicen las dificultades y los temores y vean el lado positivo. Normalmente no expresamos suficientemente el agradecimiento pero siempre hay gestos que animan y reconocen nuestra labor. Ser consecuentes y perseverantes con una opción determinada desde el amor con justicia y desde la aplicación de las normas con equidad será garantía de credibilidad y confianza.

El Papa Francisco considera esencial la tarea educativa “El educador tiene que estar a la altura de las personas que educa, debe preguntarse cómo anunciar a Jesucristo a una generación que cambia. La tarea educativa hoy es una misión clave, clave, clave”. Asegura que hay que educar desde la esperanza y la alegría como ante cualquier responsabilidad o compromiso que adquirimos en la vida. La esperanza del optimismo y la ilusión ante un horizonte donde el joven no encuentra fácilmente salidas a sus expectativas en una sociedad muy competitiva y restrictiva pero, a la vez, apasionante, por las posibilidades que ofrece. La alegría en la construcción de los valores del Reino de Dios que tanto podemos inculcar en nuestra tarea educativa.

Que el Señor resucitado nos irradie con su Luz y María Santísima en este mes de mayo, dedicado especialmente a su advocación, pedagoga de la fe, humilde, sencilla y atenta en la educación de su Hijo en la escuela de Nazareth, nos anime a seguir su ejemplo

Pedro Guillén Goñi 
Superior Provincial

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