Luz que vence a las tinieblas

No hay metáfora más utilizada en las diversas religiones que la de la luz y las tinieblas. La Escritura no es ajena al uso de esta metáfora para hablar de la presencia divina en la tierra que disipa el mal que esclaviza y destruye al ser humano. Así, la misión de la luz es irradiar, brillar, resplandecer, poner en evidencia lo que está oscuro, en definitiva, contagiar su fulgor. Cuando uno se beneficia de ella puede actuar con libertad y este es el significado creo yo de esta solemnidad en la Iglesia llamada la Epifanía del Señor. Cristo se ha manifestado al mundo para ofrecer la salvación de Dios y los hombres, agradecidos, se ponen en camino para adorar al Señor que ha venido a la tierra, para dejarnos llenar por su luz.

Ya la profecía de Isaías anunciaba aquella peregrinación de los pueblos más lejanos, ansiosos de buscar la luz, para ofrecer lo mejor de sus tierras y de la obra de sus manos, pero para llegar a esta afirmación tuvieron que experimentar una fuerte de crisis de fe, la del exilio. La tradición paulina en la carta a los efesios quiere mantener la predicación del apóstol de los gentiles acerca de la universalidad de la salvación. Aquella herencia asumida en virtud del sacrificio redentor de Cristo ha sido revelada por gracia a Pablo, y su círculo más cercano ha creído conveniente reafirmar lo dicho comprometiendo así la misión de las nuevas responsabilidades en la comunidad, la de los profetas y apóstoles. El nacimiento de Jesús cobra sentido universal con la visita de los Magos de Oriente que han visto la luz de una estrella especial en el cielo interpretándola como un signo de una buena nueva para la humanidad. Las tinieblas del orgullo y la soberbia de Herodes parecen ensombrecer el gozo del nacimiento del Hijo de Dios. No puede haber lugar para dos reyes, pero será la inocencia y la bondad de aquel Niño junto a sus padres las que venzan y derroten al déspota rey Herodes.

El mundo sigue tanteando en medio de la oscuridad una luz verdadera que pueda manifestar la verdad de las cosas, para que pueda enrumbar mejor su destino. Cual sol que poco a poco vence las tinieblas de la noche asomándose en la aurora, así también nuestra fe va surgiendo y levantándose en medio del pecado y la fragilidad humana. ¡Pongámonos en camino!, una luz ha venido al mundo, déjate irradiar por ella, para que llevándotela consigo puedas alumbrar a los demás y llevar el gozo de una buena nueva para todos. A Dios lo mejor, solemos decir, pues bien, entrégale tu vida, no tus cosas; entrégale tu amor en las buenas acciones no tus promesas de palabra.

Leave Comment