Queridos amigos

El relato de Mateo sobre los Reyes Magos (Mt 2, 1-12) se presta a muchas interpretaciones. La principal, que es una epifanía o revelación extraordinaria de que el Niño que ellos buscan es el Rey y Mesías prometido. Sobre la base de este texto y con los datos aportados por miembros de la primera comunidad cristiana, Mateo elabora el relato de los Reyes Magos. Sin negar la historicidad del suceso, es innegable que el relato de Mateo es simbólico en gran parte de sus detalles. Simbólico, y conteniendo una aguda descripción psicológica, social y política de la gente y del ambiente que rodea a Herodes, cuando los Reyes Magos llegan a Jerusalen buscando al rey recién nacido (Ver (Mt 2, 3-10).

Lo que sucedió cuando los Reyes entraron donde el Niño Jesús estaba con María y José – cayendo en tierra lo adoran y le ofrecen sus regalos-, es el summun del relato y de la epifanía que encierra, además de ser conmovedor y aleccionador. ¡Tremendos hombrones, sabios y santos, doblando su espinazo ante Jesús y reconociéndolo por su Dios y Señor! Al mismo tiempo que le ofrecen oro como a Rey, incienso como a Dios y mirra (resina medicinal aromática y amarga) como a hombre que ha de padecer. Del relato es fácil deducir lo que nos corresponde hacer a nosotros: ante todo reconocer a Jesús como a nuestro Rey y Señor, y luego ponernos a su entera disposición, dándole nuestro tiempo (el oro), nuestro ego (el incienso) y nuestra salud (la mirra).

Ciertamente, el relato de Mateo sobre los Reyes Magos, cumple su propósito de hacer ver que el Rey y el Reino prometidos a David, se realizan en Jesús. Con todas sus consecuencias. Pero, como dije al inicio, aún siendo ésta su principal interpretación, hay otras muchas. La más importante es la que ve en los Reyes Magos, no judíos y de todas las razas, el llamado universal de Dios a la fe y la salvación en Jesucristo. En ellos están representados todos los hombres y mujeres del mundo, que, desde la fe, descubren a Jesucristo y no paran hasta encontrarlo y ponerse a su servicio.

Por lo dicho, junto con la Epifanía de los reyes Magos, hoy celebramos el Día del nacimiento de la Iglesia Misionera y de nuestra vocación a la fe en Cristo. Sólo nos resta dar los pasos que ellos dieron para encontrar, adorar a y llevar a otros a Jesús.

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