AUTORIDAD PARA GUIAR

Celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo y la liturgia de la Palabra nos introduce en el sentido de la auténtica soberanía de Cristo.

El profeta Ezequiel cuestiona la mala praxis de los pastores en Israel, que no supieron guiar adecuadamente a sus cohermanos por la senda de la Ley de Dios. Por tal motivo, dice el profeta que será el mismo Dios quien salga al encuentro de sus ovejas para cuidarlas, atenderlas, curarlas y reunir a las dispersas. Dios se ha presentado como el único Pastor y su palabra es fiel. Es por esto que posee la autoridad para juzgar, puesto que no podría haber oveja alguna que rechace la atención desmesurada del Pastor misericordioso.

Pablo, en la segunda lectura, afirma rotundamente la creencia en la resurrección de los muertos porque Cristo es el primer resucitado, es quien ha vencido a la muerte y nos ha abierto el camino para participar de su reino. Pablo revela así el plan salvífico de Dios Padre por obra de su Hijo Jesucristo. Ante una realidad aparentemente nefasta como es la muerte con el pecado de Adán, se apertura un tiempo nuevo con la devolución de la vida en la persona de Cristo, pero una vida sujeta al que es Dios, todo en todos.

El evangelio de Mateo nos cuenta la última de las tres parábolas referidas al final de los tiempos. La acción del juicio recae en el Hijo de hombre, entronizado como rey, quien tiene autoridad sobre todas las naciones (no solo para Israel) para separar como lo hace un pastor: las ovejas de los machos cabríos, y pronunciar sentencia acerca de lo que hicieron y de lo que dejaron de hacer. En esta composición se puede notar claramente que la vida de un creyente no se puede circunscribir solo al ámbito privado y “espiritual”, sino que tiene su extensión en la vida cotidiana. No podemos rendir culto a Dios “espiritualmente” si nuestros actos no pasan por el tamiz de la caridad. Llama la atención la sorpresa de ambos grupos separados pues no habían caído en la cuenta de que Jesús estaba en ese hermano más pequeño de la comunidad, que sufría las penurias de cada día para salir adelante. ¡Cuánto nos falta tomar conciencia de la trascendencia de esta parábola! Aunque uno se atenga a las consecuencias que se señalan, condenación o salvación, lo cierto es que no hay punto medio en la donación en solidaridad: o das o no das; o atiendes o no lo haces; o confías o te desesperas. Sin duda, la caridad es el motor de todo lo que hacemos y expresa muy bien la mejor confirmación de lo que creemos.

A la voz de un solo Pastor, renovemos nuestra esperanza en un Cristo vencedor de la muerte que nos quiere guiar a pastos de vida eterna como lo ha expresado el salmista, pero a su vez, a la luz del evangelio, nos deja el gran reto de perseverar en la acción caritativa en esta tierra que procede de Dios y a Dios vuelve.

 

NOTA: A la luz de este tiempo difícil de pandemia, ponte a pensar si de verdad hiciste algo por ese Cristo encarnado en el hambriento, el sediento, el desnudo, el marginado. Si es así, pues de eso se te juzgará al final de tus días, porque no hay otra forma a través de la cual podemos amar y servir a Dios sino en a los humildes y pequeños, pocas veces considerados en nuestras sociedades. La caridad, en el fondo, es un grito contra la injusticia de los hombres. De allí, la seriedad de lo implica escuchar, meditar y actuar a la luz de este maravilloso texto sagrado. Ojalá no entre por una oreja y salga por la otra.

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