Dios es real, que hasta lo podemos tocar y comer

Se acercó a la oficina parroquial una pareja de esposos, por la mañana, un día ordinario, para hablar con su sacerdote de
cómo Dios había entrado en sus vidas, de cómo había tocado su matrimonio, de cómo habían vuelto a la Iglesia después de
mucho tiempo y que habían retomado su vida sacramental. La alegría fue tan grande que juntos, le dieron gracias a Dios por
todo esto. Al despedirse, ellos le hacen llegar un sobre conteniendo dinero. El cura se opuso diciéndoles: “¿cómo van a
darme aquello que ustedes necesitan para sacar adelante a su familia?”, a lo que los dos respondieron con el Salmo de hoy
(Salmo 115,12): Padre, “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”.
El pueblo de Dios había experimentado un gran encuentro: Dios pasó por sus vidas y los transformó. Tanta era la gracia
misericordiosa de Dios en ellos, dentro del marco de la Alianza, que ellos les salió de lo profundo de sus corazones
proclamar con fe: “Haremos todo lo que dice el Señor” (Ex.24,3-8). Moisés hizo lo que Dios le había pedido: “Tomó Moisés
la sangre y roció al pueblo, diciendo: Esta es la sangre de la alianza…”
Cuántas maravillas hace Dios con su pueblo, cuánto bien hace con cada uno de nosotros en particular y a veces no nos
damos cuenta. Hoy, en toda la Iglesia universal, celebramos la Solemnidad del Corpus Christi. Dios, una vez más pasa por
nuestra vida, ¿seremos capaces de cerrarle el corazón para que no habite en nosotros?
Cuántos de nosotros buscamos a Dios, cuánta gente busca respuestas a sus grandes interrogantes, cuánta gente vive como
si Dios no existiera o al margen de Él. Me dirigía a un hospital para darle la Unción de los enfermos a una persona
agonizante. Por el camino conversaba con los familiares: “¿Saben cuál es la mayor tragedia humana? No es que un ser
querido muera o que esté grave, o que nos falte la comida…la gran tragedia humana es: CAMINAR SIN DIOS, ESTAR SIN
DIOS, VIVIR SIN DIOS Y MORIR SIN DIOS”.
¿Sabes que la Sangre de Cristo tiene poder? La respuesta la tenemos en la 2da lectura: “Si la sangre de machos cabríos y
de toros y el rociar las cenizas de una becerra tiene poder de consagrar a los profanos…cuánto más la sangre de
Cristo…podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas…” (Hb.9, 11-15).
Sabemos que la Eucaristía es la presencia real de Jesús, es fiesta y encuentro, pero no con cualquier persona, sino con el
que nació en el portal de Belén, con el hijo de María y José, con el que habló con los doctores de la Ley, con el que presentó
su misión en Nazaret, con el del pretorio y el Gólgota…con el que camina contigo y conmigo y con todos, sí con Jesús.
Celebrar la Santa Misa, es celebrar la mayor de las fiestas. Según el concilio Vaticano II: “La Eucaristía es el culmen de toda
la vida cristiana”.
“Tomen, esto es mi Cuerpo…Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos” (Mc.14,12-16.22-26). Si Dios
quiere nuestro bien, ¿por qué vivir de espaldas a su amor? Me he encontrado con gente que dice: “Hay qué aburrida está la
misa”, “para qué ir a la misa, no necesito ir a misa porque no me dice nada a mí”, “la misa la puedo ver o escuchar por, radio,
TV o por internet,”, “a mí no me dice nada la misa”, “yo voy a misa cuando es una misa de difuntos o matrimonios”… y otras
frases más. ¿Estaré valorando la Santa Misa como un real encuentro con Dios que lo celebramos en comunidad? Ese amor
grande que nos tiene el Señor se desborda de tal manera que siempre es redentor. Es para la Salvación de toda la
humanidad y de cada uno en particular. Es cuestión de Fe. Cuando participamos de su encuentro, en cada Eucaristía, los
frutos son muchos, aunque a veces nuestros “ojos físicos” nos los vean: conversión, sanación física y espiritual, restauración
de matrimonios y familias, renovación del compromiso misionero por anunciar su amor, conversión del sacerdote, diácono y
obispo, unidad de los pueblos, paz…y la lista es larga.
Una vez un protestante se encontró con un católico y le dijo algo que es cierto: “Si tú y todos los católicos creyeran en ese
Dios que está en esa “cajita metal” (se refería al sagrario), todos entrarían caminando de rodillas al templo y yo también. Yo
volvería a la Iglesia católica de donde salí”.
Dios es tan real, que hasta lo podemos tocar y comer. ¿Te animas a encontrarte con él y animar a otros a que lo hagan?

Con mi bendición.

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