JESÚS VINO AL MUNDO EN EL SENO DE UNA FAMILIA

El Hijo de Dios quiso tener una familia, esto dice mucho de la importancia de este núcleo de relaciones humanas, que determina en mucho el proceso de desarrollo humano de las personas. Aunque haya voces que pretenden acallar el rol de la familia, esta fiesta en la Iglesia la reivindica por siempre y es que Dios ha santificado la familia viniendo al mundo bajo el amparo de José y María.
La literatura sapiencial siempre tiene consejos para el fortalecimiento de los lazos familiares, institución fundamental del judaísmo, sobre todo después del exilio. Para el sabio, la autoridad del padre y la madre es un tema de por sí indiscutible, ya que no se concibe el que no acepten esta misión con responsabilidad. Es a partir de esa premisa cómo el autor intenta resaltar la obediencia que deben los hijos a sus padres. Dentro de este orden establecido, cumpliendo estrictamente los determinados roles familiares, la bendición de Dios es evidente. ¿Cómo se no será escuchada la oración del hijo fiel y obediente? ¿Cómo Dios no le otorgará larga vida al que respeta a su padre? ¿Cómo Dios no perdonará los pecados de los hijos si estos atendieron a sus padres en sus momentos de debilidad? Son constataciones del sabio en la vida ordinaria. Puede que haya excepciones, pero el sabio insiste en un equilibrio oportuno entre autoridad y obediencia dentro de la familia, así como temor de Dios y honra. Aquella sabiduría popular acerca de la “ley de la vida” no debe olvidarse, y un hijo debe acompañar la vejez de sus padres, especialmente cuando sus fuerzas e inteligencia se vean debilitadas.
El contexto de las cartas deuteropaulinas, aquellas que fueron escritas por discípulos de Pablo después de su muerte, y que atribuyeron la autoría al apóstol, manifiestan la preocupación de la vida comunitaria, no solo como necesidad de regular sus relaciones familiares y sociales internamente – de ahí la insistencia en el amor como vínculo perfecto -, sino que empiezan a dar testimonio ante un mundo grecorromano que despierta interés en el movimiento religioso cristiano. Ahora bien, estas comunidades de segunda generación de cristianos asumen el modelo patriarcal de relaciones familiares que debe regir también en la comunidad cristiana, pero subrayando no solo las obligaciones de quienes están subordinados (esposas, hijos, esclavos) sino las responsabilidades también de los superiores (esposos, padres, amos), teniendo como modelo el amor de Cristo a su Iglesia.
Esta vez escucharemos la narración recogida por el tercer evangelio sobre la presentación de Jesús al Templo pues era el hijo primogénito de María y José. Ellos debían cumplir con lo previsto por la Ley y se presentan con la ofrenda de los sencillos de aquel tiempo. Pero en el marco de esta visita cultual, aparecen dos personajes en sintonía con Zacarías e Isabel; son Simeón y Ana, dos ancianos que aguardaban contemplar al Mesías esperado que traería la liberación de Jerusalén. La intervención de Simeón no solo expresa el gozo de saber que ya puede descansar en paz porque sus ojos han podido contemplar la esperanza de Israel, sino que anticipa a sus padres, especialmente a María, el destino fatal de aquel Niño, y que ella misma participará de su pasión. ¿Cómo no sorprenderse si Simeón anuncia que ese Niño sería “bandera discutida”? Tan pequeño y el impacto de su venida se revela como algo muy difícil de entender, pero allí está la humilde familia de Jesús, unida y valerosa, abierta a enfrentarse a todo sabiéndose bendecida por Dios.
Es verdad que a lo largo de la historia la familia ha ido evolucionando también como toda institución, pero desde el sentido religioso y cristiano, es un don maravilloso y un valor trascendental en todo sentido que no pasa. Dios se hizo hombre y quiso nacer en el seno de una familia. El Hijo de Dios quiso vivir bajo sujeción de sus padres, forjándose como cualquier niño, adolescente y joven de este mundo, y esto es suficiente para sentirnos siempre santificados por nuestras familias. Agradece hoy a Dios por tu familia, por la unidad de tu familia, por el amor de tu familia, por la fortaleza de tu familia. Y, a pesar de las dificultades que se presenten, no dudes que cuando cada miembro de la familia aporta el rol que le corresponde, unidos a la gracia de Dios, siempre saldrán adelante. Sin duda, el salmista tiene mucha razón y por ello hoy cantamos con él: “Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos”.

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