Queridos hermanos ya estamos en el umbral de la esperanza de nuestra salvación. A estas alturas del camino cuaresmal, ya debemos tener casi todo listo, el corazón limpio, las familias bien dispuestas, familias reconciliadas, caminos sin piedras, para hacer del camino santo, un camino de ayuda al Señor. No perdamos el tiempo  en cosas que no solucionan nada.

Ha llegado la hora. Comprender este fragmento del evangelio dominical, es mirar primero el tiempo perdido y el tiempo que hemos ganado, haciendo del desierto cuaresmal un tiempo verdaderamente con el Señor y en el Señor. Jesús experimentó esta hora decisiva en la cual tenía que ponerse en marcha para poder ser glorificado, ser enaltecido en el trono de gloria, el trono de cruz, elevarse y mirar a todos. Solo desde allí podemos comprender el verdadero y auténtico amor . Llegada la hora, vio Dios que era necesario enviar a su Hijo al mundo para salvarlo, para que pudiéramos acceder a Él.

Hay que morir para vivir, es el fragmento de un canto conocido, es también la continuación del evangelio de Juan, verdaderamente mirando esta realidad de morir por alguien, es tener un corazón no solo lleno de amor, sino lleno de Dios. No puede haber en este mundo mejor signo que caer en tierra como el trigo para poder dar vida y renovar el mundo. Así comprendemos que la semilla puesta en el seno de la tierra germina una verdadera amistad, solo el Hijo pudo ser capaz de entregar su vida como rescate, solo su sangre pudo lavarnos, solo en su sangre podemos blanquear nuestras vestiduras, y solo en él podemos encontrar el único referente del amor más entrañable y más sincero, pues nadie tiene amor más grande, que aquel que entregar la vida por el amigo.

¿Esta entrega puede ser renovada hoy por nosotros? ¿Qué estamos haciendo para que la muerte del Hijo de Dios, no quede solo como un recuerdo entrañable?  La muerte de Cristo no puede ser solo un acontecimiento de espectadores y reproducciones de películas, hay que comenzar a valorar lo que verdaderamente significa en nuestra vida, la entrega de Cristo. Nadie muere solo para ser un coautor de muchas cosas bonitas, sino para que valoremos la vida en plenitud y el precio muy elevado que se pagó por nuestra salvación.

El trigo tiene que caer en tierra y morir para dar vida, pero muere para renacer a una vida diferente… hermanos aprendamos a morir para nacer de nuevo.

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