NO HAY MAYOR CIEGO QUE EL QUE NO QUIERE VER

Sentir el rechazo de alguien nos indigna y nos molesta. Esto es más doloroso cuando, formando parte de un grupo humano, de pronto, somos expulsados por defender nuestras convicciones más profundas. Esto en el mundo antiguo era muy difícil de superar porque los valores comunitarios se imponían a los individuales. Todos se hallaban vinculados a un entorno comunitario y tratar de sobrevivir sin ello resultaba muy dramático. El evangelista Juan ha tomado una tradición de Jesús acerca de la curación de un ciego y ha elaborado un relato que expresa la realidad de la comunidad joánica que vivió en carne propia la expulsión de las sinagogas judías a quienes confesaban que Jesús era el Cristo después de la destrucción del Templo (año 70 d.C.). Habría que precisar que en la década del 80 d.C. el judaísmo rabínico fariseo buscó reorganizarse después de la catástrofe antes dicha, para lo cual intentó redefinir su identidad tomando medidas frente a los seguidores de Jesús. Esto da pie, a poner la atención en la figura que el evangelio de este domingo presenta: la ceguera; no como mal físico sino como terquedad que no permite abrirse a la aceptación de la verdad de la salvación que ha venido por medio de Cristo Jesús.

Los ojos y los oídos en la Escritura son las ventanas del corazón, que es la sede donde se toman las decisiones. Por eso, si los ojos y los oídos son capaces de mirar y oír como lo hace Dios, se sintonizará con su generosa voluntad. Allí tienen a un Samuel confundido porque Dios no elige a quien los ojos humanos escogerían para ser rey. Dios no se deja convencer por lo externo sino por lo que hay en el interior de cada ser humano. La lógica de Dios no es la lógica de los hombres: Dios prefiere a un sencillo pastor, el menor de los hermanos, “el que faltaba” o mejor dicho “el que sobraba”, un muchacho que puede ser tan generoso que no dejará morir a sus ovejas sin más, en lugar del hermano mayor, el más fuerte, el que tiene “cara de líder”.

El Salmo 23 (22) subraya la visión de Dios como el pastor que acompaña a su pueblo como a un rebaño al cual cuidar. Este pastor protege en todo momento a sus ovejas y gana su confianza para toda circunstancia, y finalmente acoge a las ovejas como buen anfitrión en su casa para toda la vida.

Otro elemento para este discernimiento es la exhortación de la segunda lectura con la metáfora de la luz y de las tinieblas, elemento fundante de la lucha escatológica en tiempos de Jesús y de la comunidad cristiana primitiva, donde se pondrá en evidencia la oscuridad de quien obra mal y su perdición, así como el triunfo del que está en la luz y obra el bien. Un argumento más que la tradición paulina quiso mantener para defender lo dicho por el apóstol de los gentiles acerca de la libertad de los hijos de Dios.

Por tanto, la fuente de las buenas acciones es la fe en Cristo Jesús. Por eso que, para el evangelio de Juan, primero debe ser el creer. Si crees en el Enviado del Padre, entonces verás con los ojos de la fe cómo Dios se manifiesta en aquello que los ojos humanos a veces no notan. Aquellos fariseos judíos negaban rotundamente que aquel Jesús podía obrar en el nombre de Dios. No eran capaces de salir de su círculo “hermenéutico”: Dios no mira a los pecadores, y aquel ciego era uno de ellos, por eso su ceguera. Jesús desea que aquel ciego de nacimiento se convierta en un signo de credibilidad de que es el Enviado del Padre y que ha venido a salvar lo que para muchos era insalvable. Por eso, la situación se revierte, y el verdadero ciego no es el pobre hombre que lucha y lucha por convencerles que Dios ha tenido piedad de fijarse en él y devolverle la vista, sino los supuestos guardianes de la voluntad de Dios, que creen que están en la verdad, pero no hacen sino confirmar que están en la ceguera absoluta de la terquedad y la obstinación. Estos, no se han dejado sorprender por Dios, sino más bien, han llegado al extremo de quitarle la llave del Reino al mismo Dios y se han puesto a la puerta para determinar quién entra y quién no. ¡Ayúdanos Señor a librarnos de tamaño error!

 

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