ESPERANZA PRODUCTIVA

Este proverbio de la primera lectura es un elogio a la mujer que se preocupa de asumir su responsabilidad en el hogar. Es verdad que, en el mundo antiguo en oriente, la mujer debía vivir bajo sujeción de su padre o de su esposo, y lograba su realización personal cuando llegaba a ser madre, educadora de sus hijos y administradora de los bienes del hogar, pues este era el marco social imperante de la época. Por eso, puede entenderse este elogio donde se reconoce el testimonio de una mujer dedicada a sus labores domésticas, y en lo espiritual, procediendo según el temor de Dios. Esto último resulta interesante acotar puesto que el ser humano es sabio porque teme a Dios según la tradición sapiencial, y aquella esposa trabajadora, que cumple fielmente su vocación, es el mejor ejemplo de cómo el ser humano puede acceder a la sabiduría que viene de lo alto.

En la segunda lectura, Pablo sigue advirtiendo a los tesalonicenses acerca de la necesidad de una espera vigilante, sintonizando con lo presentado en el evangelio (como el ladrón, llegada de improviso, vivir en la oscuridad o la luz). Es preciso hacer un adecuado discernimiento acerca de la parusía (venida de Cristo por segunda vez) para lo cual es preciso afianzar cada vez más la caridad. No hay esperanza sino se demuestra la confianza en Dios. No podemos contradecir a la esperanza que hemos asumido como hijos de la luz, llamados a alumbrar a nuestros hermanos.

Jesús, en el evangelio, continúa con la segunda parábola de las tres que corresponden a la espera vigilante y al juicio venidero en Mateo. Aunque los talentos se hayan dado indistintamente en número a los empleados, este debe hacer producir el capital del patrón. El esfuerzo de los dos primeros es recompensado ya que fueron eficaces en su labor, pero el último solo devolvió lo que había recibido. La llamada de atención no se hace esperar y aquel empleado es rechazado por su ociosidad. La exigencia de la confianza recibida debe notarse, por eso es impensado devolver la sola moneda del capital. Aquel empleado debió hacer producir con inteligencia, pero no lo logró. De allí el reconocimiento del que produjo más, porque a mayor responsabilidad mayor mérito.

Seguimos en sintonía con la liturgia del domingo anterior: estar vigilantes. Por eso es importante recurrir a la prudencia como el ejemplo de la mujer hacendosa que sabe asumir su responsabilidad; contagiar de esperanza a los decepcionados de la vida como lo hizo Pablo con sus hijos tesalonicenses; exigirnos en producir los talentos que Dios nos otorga sin excusas ni justificaciones. Una vez más se demuestra que la esperanza solo puede vivirse desde la acción. Unidos al salmista, cantamos la alabanza al Dios que infunde respeto por su fidelidad eterna y a quien el humilde agradece tanto aprecio y cuidado.

P. Mario

Nota: No perdamos la esperanza, más aún en estos momentos difíciles. Conozcamos nuestros talentos y dones recibidos y hagámoslo producir, pensando siempre en los demás antes que en nuestros propios intereses. Estamos dolidos, pero no renunciemos a la esperanza.

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