BUSCAR LA ESPERANZA, NO FALLA

Había una vez un Señor que estaba en el desierto extenuado, cansado, sin ganas de avanzar hacia adelante, y con sed. Se había desmayado por unos instantes. Al despertar, divisó a lo lejos algo “raro”. No sabía qué era. ¿Será una ciudad para que me acojan? ¿Será un espejismo? ¿Será una ilusión o algo pasajero? ¿Será que vienen por mí? Empezaba a hacerse estas y otras preguntas. Mientras tanto, hacía todo el esfuerzo por acercarse a aquello que le parecía raro. Mientras más se acercaba, podía divisar algo más concreto. De pronto las fuerzas se le fueron, y por segunda vez se desmayó. ¿Será mi última oportunidad que la vida me da para descubrir lo que realmente necesito para vivir? De pronto divisó que era una máquina vieja, sucia, llena de óxido, sin uso; era una máquina para sacar agua manualmente. Y pensó para sí: ¿Funcionará esta máquina o ¿me doy por vencido? Cuando se acerca, mira que hay una botella con una inscripción dentro. Empezó entonces a manipular la palanca de esa máquina vieja de sacar agua manualmente. Lo hacía una y otra vez, de arriba abajo. Pero se cansó y por tercera vez se desmayó por unos segundos. Cuando se despertó hizo lo que le dijeron en su sueño: “Sigue así y conseguirás lo que quieras”. Se levantó y retomó su tarea. Hizo tantos esfuerzos que hasta se intentó colgar de aquella palanca para que tenga mejor movilidad y ¿saben? No consiguió nada. Esta vez no se desmayó, pero sentado razonó por última vez: ¿Y si hago mi mejor esfuerzo y pienso que sí lo consigo? Insistió con aquella máquina, y vio que salía una pequeña gota, y luego otras más…hasta que consiguió mucha agua. Pudo tomar el agua que quiso, se bañó, etc. Pero miró esa botella, con una inscripción que decía: “manipula la palanca y conseguirás el agua que quieras”. Tomó unas hojas de plantas viejas que había por allí y las utilizó como “lapicero” y escribió en ese papel: “POR FAVOR CREAN LO QUE DICE EL MENSAJE”.

Si analizamos las lecturas de hoy domingo, podemos ver que estas cambian “ligeramente” de lenguaje. Como preparándonos a los acontecimientos que se avecinan: Adviento y Navidad.

La esperanza, que es Dios mismo, está puesta en la primera lectura como la Sabiduría (Sab.6,12-16). Esta está a nuestro alcance, y nos da seguridad: “el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones”. Dios nunca nos abandona. Él permanece fiel aunque nosotros le fallemos. Si amamos de verdad a Dios, lo podremos sentir, tocar, proclamar, lo podemos ver. Cuidar de la esperanza es una tarea para que aquel que quiere que su vida tenga siempre sentido.

Entendemos por qué el salmista dirá: “Mi alma está sedienta de ti”, “toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote” (Salmo 62). Por eso es que urge la necesidad de buscar a Dios y dejarse encontrar por él. El Señor de la historia, perseveró en su intento de beber agua, no se desanimó a pesar de las dificultades. Simplemente aprendió a confiar.

Dios no falla, él llega sin avisar, pero llega. El evangelio de hoy (Mt.25,1-13) nos muestra un pasaje, con una parábola muy conocida por todos: la Parábola de las 10 vírgenes. Unas prudentes y otras necias. Por un lado están las personas que quieren aceptar a Dios en su vida. Por otro lado las personas que no quieren a Dios en su vida, o las personas que quieren prescindir de Él. ¿No será que el mundo está como está porque prescinde siempre de Dios? ¿Qué hubiera pasado si aquel hombre de la historia no hubiera perseverado? Simplemente no hubiera conseguido lo que esperaba. No nos cansemos de buscar a Dios, pongamos en Él nuestra esperanza. Que nada ni nadie nos robe la paz, la esperanza, la fe misma, la alegría y las ganas de vivir y de anunciar el amor de Dios con nuestras palabras y acciones. ¿Te gustaría vivir sin paz, sin amor, sin esperanza, sin Dios, sin Iglesia?

Estemos preparados como las vírgenes prudentes, con la lámpara encendida llamada esperanza aun cuando sabemos que vivimos tiempos muy difíciles donde pueda parecer que no hay esperanza de nada. Sabemos que Jesús vendrá por segunda vez, que Él y no otro, enjugará las lágrimas de nuestros ojos (Ap.21,4). El cuándo y el cómo sólo Dios mismo lo sabe. Pero no perdamos el rumbo de la vida, ni la pandemia nos debe apartar de la única esperanza que es Dios mismo. Buscar la Esperanza, no falla. ¿Te animas a encontrarla?

Con mi bendición.

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