Este domingo el evangelio nos presenta al Señor Jesús en conversación con un escriba quien se ha acercado para hacerle una pregunta en relación a los mandamientos, podríamos decir que es una pregunta casi pueril, es como preguntarle a una persona adulta cuanto es dos más dos.  

El escriba desea escuchar del Señor Jesús ¿Qué mandamiento es el primero de todos? A lo que el Señor Jesús responde tal como lo había aprendido desde niño, allá en su hogar, junto a sus padres José y María. Por eso el Señor Jesús responde pronto diciendo: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que estos.”  

Todo buen israelita aprendía en el seno familiar y no debía olvidar durante toda su vida y esto era que “el Señor, nuestro Dios, es el único señor…” y siendo el único Señor por lo tanto solo a Él se le debe amar. Pero no se le debe amar de cualesquier manera sino que se le debe amar de manera exclusiva por eso se le debe amar “con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”.  

Como bien recuerda el Señor Jesús a Dios se le debe amar con un amor exclusivo porque Él es el único Señor, fuera de Él no hay otro Dios.  

Luego de mencionar el primer mandamiento que nos hace recordar de qué manera se le debe amar a Dios, el Señor Jesús menciona un segundo mandamiento, que teniendo como fuente el amor al igual que el primero, esta vez nos recuerda que nuestro amor debe estar enfocado en el prójimo y a la vez en nosotros mismos es decir “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”  

Y concluye su respuesta aseverando que no hay mandamiento mayor que estos.”  

Con esta respuesta dada por el Señor Jesús, nos hace notar que el amor, para que sea pleno, no puede contentarse con amar a quién es la fuente del amor: Dios por ser Dios, sino que debemos amar a los demás por ser ellos amados por Dios y los que Dios nos da por compañeros de camino en esta vida: la familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo, los extraños, los que no son de los nuestros, los que vienen de lejos; y amarnos a nosotros mismos porque Dios nos amó primero y si Él nos ama también debemos amarnos a nosotros mismos al igual que amamos a los que Él ama, el prójimo. 

De esta manera el amor se convierte en el fundamento de todo mandamiento y es el amor la fuerza que nos mueve a cumplirlos, porque cuando a los mandamientos les empieza a faltar el amor entonces los mandamientos se deshumanizan y se vuelven agresivos, violentos; por ejemplo en relación al mandamiento de guardar el sábado, falto de amor, este se vuelve violento contra la persona, por eso el Señor Jesús en una ocasión teniendo a un hombre con la mano paralizada pregunto a los que le rodeaban “¿Qué nos permite la Ley hacer el día sábado? ¿Hacer el bien o hacer daño? ¿Salvar una vida o matar? Pero ellos se quedaron callados” por qué les faltaba amor.  

Cuando el Señor Jesús termino de dar la respuesta el escriba da su asentimiento a lo dicho por el señor Jesús e incluso hace una observación que refuerza lo dicho por el Señor Jesús, y es que hacer lo dicho en la respuesta, el  

“Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. 

Por lo que el relato termina haciéndonos saber que “el Señor Jesús viendo que el escriba había respondido sensatamente, le dijo: “No estás lejos del reino de Dios.” y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. 

QUE EL AMOR A DIOS, A LOS HERMANOS Y A NOSOTROS MISMOS NOS MUEVA A CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS PARA HUMANIZARNOS CADA VEZ MÁS Y QUE SIRVAN LOS MANDAMIENTOS PARA EXPRESAR NUESTRO AMOR A DIOS, AL PRÓJIMO Y A NOSOTROS MISMOS DE TAL MANERA QUE PUEDA EL SEÑOR TAMBIÉN DECIR DE NOSOTROS QUE NO ESTAMOS LEJOS DEL REINO DE DIOS. 

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