CONVERTIRSE, TAREA DE TODA LA VIDA

Cuánto cuesta convertirse, ¿verdad? Mucha gente, hoy en día, se cierra a un cambio rotundo, radical y permanente de su propia vida (puede ser, esto último, una definición de conversión). Razones, las hay y a montones, como justificando el mal proceder: “así soy y así moriré”, “¿por qué te metes en mi vida?”, “ya otra vez vienes a fastidiarme con ese tema”, “ya te he dicho que no voy a cambiar”, “a mí mucha gente me hizo daño y tengo derecho a hacerle lo mismo o a pagar con la misma moneda”, etc.

Muchos pueden justificar y justifican su mal proceder, su mal actuar, sin medir las consecuencias de esa actitud. Lo que más preocupa, entre otras cosas, es que el mal ya lo ven como algo bueno. Todo esto es, como un “grito” que el tentador, o diablo, como quiera llamarse, pudiera decir: “a mí que no me hablen de mandamientos”, “que no me hablen de sacramentos”, “que no me hablen de Dios que me incomoda”, “a mí que no me hablen de Iglesia”, “que no me hablen de parámetros éticos”, etc.

Jonás recibió un llamado fuerte de parte de Dios para gritar, de parte de Él, un cambio para la ciudad de Nínive: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida” (Jonás 3,1-5.10). La reacción no se dejó esperar. Esta ciudad escuchó la voz de Dios y pudo cambiar de vida, volvió su vida para Dios, nadie se escapó de esta tarea: “grandes y pequeños”. Esto provocó que Dios no castigue a esta ciudad.

Ante tanta maldad enquistada en toda la humanidad, Dios sigue haciendo un llamado fuerte para que solteros, casados, familias, comunidades enteras, creyentes y no creyentes, gente de la jerarquía de la Iglesia, los que viven cerca y los que viven lejos, cambien su vida antes de que sea demasiado tarde. Nada va a tener sentido si seguimos viviendo “al borde del camino” (Mc.10,46) o en un “país lejano” (Lc.15,13). Necesitamos volvernos para Dios, dejar de lado la dureza de nuestro corazón y dejarse tocar por la gracia de Dios. Volvamos ya, nuestra mirada a Dios.

Pablo da razones más que válidas de por qué debemos convertirnos: “el momento es apremiante” y “la apariencia de este mundo termina” (1Cor.7,29-31).

Jesús no puede perder el tiempo, ya es hora de que empiece su misión, ya que Juan el Bautista fue encarcelado, Jesús con toda libertad toma la decisión de ir a Galilea para que exhorte a la conversión y llame a un grupo de personas para que le sigan y le ayuden en esta tarea de proclamar el Evangelio: “se ha cumplido el plazo; está cerca el Reino de Dios: conviértanse y crean en el evangelio” (Mc.1,14-20). El pedido es claro: convertirse y creer.

Andrés, Santiago y Juan no dudaron en seguir a Jesús, se dejaron seducir por su vida misma, por su sola presencia, entendieron que no pueden vivir todo el tiempo de la manera cómo vivían. ¿Tú te dejas tocar por Jesús o le cierras la puerta? ¿Realmente deseas levantarte como ellos, y dejar lo que está atrás para abrazarte al único Maestro que da vida y salvación que es Jesús?

No perdamos el tiempo en cosas inútiles que no valen la pena, no pongamos excusas tontas para no convertirnos, no seamos sordos al clamor de Dios a través de sus profetas que siguen hablando hoy para volver nuestra mirada a Dios.

Convertirse es una tarea de toda la vida. ¿Aceptamos ese reto?

Con mi bendición.

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