DEJARSE TOCAR POR DIOS Y SER AGRADECIDOS

Una pareja de esposos va a un templo a rezar, tienen en brazos a su hijo pequeño de 4 años de edad muy inquieto. Se acercaron, con mucha devoción, a un crucifijo de tamaño natural que impactó a los tres. Tanto fue el impacto que recibió el niño de ese Cristo, que se atrevió a preguntarles a sus papás: “Papito y Mamita ¿a Jesusito le han pegado mucho verdad?, ¿por qué está en esos palitos colgado?”.

Los papás se impresionaron hasta las lágrimas y contestaron: “querido hijito, es Jesús que nos ama tanto que ha sufrido y ha muerto en esa cruz para darnos su bendición”. Juntos, los papás con su hijo, se pusieron de rodillas para rezarle a “papá lindo” y darle gracias por su amor con el Padre Nuestro.

Naamán, el Cirio, se acercó con sencillez y mucha fe al Jordán: “…bajó al Jordán y se bañó siete veces…su carne quedó limpia de la lepra” (2Rey.5,14-17). Eliseo actuó de mediador, porque fue quien le animó y como dice esta lectura “como había ordenado el profeta”. Cuántas veces Dios nos invita a confiar más y quizás haya gente que no termina de creerle a Él (cf.Mc.6,6); es capaz nuestro buen Dios, de hablarnos en todo momento y lugar, hasta con la persona que menos lo esperamos, Dios pone muchos “Eliseos” para hablarnos y mostrarnos su salvación. Naamán fue tocado por Dios y eso provocó que ya no crea en otros dioses porque: “en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos…a otros dioses fuera del Señor”. Una vez que nos hemos acercado a Dios, y hemos renunciado a todo lo malo, le dejamos a Dios para que Él sea el dueño de nuestra vida.

Tiene razón San Pablo cuando dice que para estar maduros en la fe, tenemos que confesar como nuestro “evangelio” la pasión, muerte y resurrección del Señor, aunque esto nos cueste persecuciones o rechazos (2Tim.2,8-13). El amor de Dios no puede estar encadenado. Nada ni nadie nos tiene que impedir hablar de Dios, testificar su amor y animar a otros a esta tarea (cf.Hch.1,8; Mc.16,15-20; Mt.28,16-20; Mt.5,11-12). Si estamos en Dios, con Él y para Él, necesariamente nos va a obligar a hablar a otros de él. Es cierto que, en el camino de la fe y de la misión, encontraremos gente que acepte a Jesús en su vida y gente que rechace esa invitación de amarle, seguirle, servirle y proclamarle; pero eso no debe ser un obstáculo para perseverar en la fe (cf.Mt.24,13).

Lucas nos muestra el pasaje conocido de “los 10 leprosos”. Se acercaron a Jesús, aunque con cierta distancia, pero para ser escuchados: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros” (Lc.17,11-19). Confiaron en su palabra, que salía de sus labios con mucha esperanza. Esa palabra, que sale de labios de Jesús tiene poder. Quizás haya gente que no crea en el poder que tiene la palabra de Dios. Hay, es cierto, gente incrédula, hasta en algunos ambientes eclesiales. Los leprosos confiaron en la palabra de Jesús, y el fruto es grande: “mientras iban de camino, quedaron limpios”. Ellos fueron sanados de su lepra. La lepra es, cierto, una enfermedad física; pero también hay otros tipos de lepra (de la falta de fe, del odio, de la falta de amor, la lepra del chisme, de los prejuicios que rompen las relaciones fraternas, la lepra de la cólera, de la falta de conversión permanente, etc). ¿Quiero ser sanado por Jesús de alguna “lepra que tenga en mi propia vida”?, ¿le dejo que Jesús haga ese trabajo?

Sólo uno le dio gracias al Señor, pero “a grandes gritos” y “postrándose rostro en tierra”. El cristiano no puede ni debe quedarse callado ante tantas maravillas que obra Dios en su vida y que lo puede hacer en los demás, esa es nuestra tarea, el ejemplo lo tenemos en María Santísima (cf.Lc.1,46-49). El postrarse ante Jesús, denota en el leproso agradecido que reconoce a Jesús como su Dios y Señor. ¿Reconozco a Jesús como mi único Salvador y Señor?, ¿a quién doblo más mis rodillas?

Jesús confirmó su amor salvador en el leproso agradecido: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado”.

Los papás de la historia, se dejaron tocar por Dios, a través de su hijo, por eso es que se pusieron de rodillas, para darle gracias y rezarle un Padre Nuestro.

¿Qué hacemos cuando somos tocados por Dios?

Tarea para todos: Dejarse tocar por Dios y ser agradecidos.

Con mi bendición.

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